Para ser periodista se requiere, además de vivir lo más intensamente posible; además de descarnar los sentidos sin temer las consecuencias; además de conocer los extremos de la condición humana; además de conocer a fondo todo lo sucedido antes, se necesita cometer con cierta regularidad casi todos los pecados veniales y tres o cuatro de los capitales. Sólo así se puede transitar libremente el tiempo y alcanzar la plena beatificación que conceden el hoy-aquí-se informó y el yo-opino-que y, así, entrevistar a Dios y hablarle por su nombre de pila e irse a reportear con Virgilio por los caminos de Dante.