Esa real y delicada “situación especial”, citada por Abinader no parecía importar a nadie, aún a los aliados en bloques menores como Costa Rica y Panamá.
La Declaración de Los Ángeles sobre migración y protección pende como espada de Damocles sobre República Dominicana, aunque el presidente Luis Abinader rehusara firmar al concluir la IX Cumbre de las Américas efectuada en junio último en California.
Esa “responsabilidad compartida” a la que hizo alusión el presidente Biden en el cónclave, trata de evitar que migrantes de las américas lleguen a Estados Unidos y plantea ayuda económica para los países que acepten los devueltos y creen condiciones para recibir refugiados y regularización de la situación de inmigrantes y de trabajadores temporales.
El mandatario dominicano evitó ser arrollado por la patana, y alegó falta de tiempo para examinar la “bomba de tiempo”, documento firmado por 20 países con compromisos concretos para la recepción de refugiados. Canadá acogerá 4 mil personas para 2028 “y facilitará vías para haitianos con formación”.
En aquella ocasión hubo varias reuniones y, aunque no se concretó una bilateral con Biden, sí un encuentro con la vicepresidenta Kamala Harris con participación de los líderes de los países integrantes del Caricom.
Abinader fue frontal en su discurso ante el plenario y dejó claro que no había solución dominicana para la crisis haitiana, pero la declaración sobre migración ya estaba elaborada, y aún los países más críticos del veto norteamericano a la presencia de Cuba, Nicaragua y Venezuela la acogieron. República Dominicana parecía la rebelde.
El gobierno dominicano hubo de desmentir al primer ministro haitiano, Ariel Henry, quien difundió luego de una reunión con Abinader que “convinieron regularizar la situación de los inmigrantes y trabajadores haitianos en República Dominicana”.
Esa real y delicada “situación especial”, citada por Abinader no parecía importar a nadie, aún a los aliados en bloques menores como Costa Rica y Panamá.
Abinader ha persistido en su postura de auxilio internacional para Haití, cuya situación se ha agravado a tal punto que República Dominicana y otros países han retirado su personal diplomático ante el aumento de la inseguridad y el control de prácticamente todo el territorio por bandas armadas.
En ese contexto es que se da la continuidad en Washington el jueves último a la primera reunión en Los Ángeles de la vicepresidenta estadounidense con Abinader y los líderes del Caricom. Unas tres horas de reunión parece mucho tiempo cuando fluyen los entendimientos.
Los norteamericanos siempre han expresado inconformidad con los resultados del Plan de Regularización de Extranjeros realizado por el Estado con recursos nacionales y sin colaboración haitiana.
Contrario al punto de vista estadounidense, el gobierno dominicano ha planteado una auditoría del plan para determinar quiénes califican realmente de los 220 mil extranjeros que fueron regularizados. Los caminos, evidentemente, no son coincidentes.
El presidente Abinader no limitó su visita a Washington al encuentro con Kamala e hizo llegar su reclamo de intervención de la comunidad internacional en Haití a los principales líderes congresuales, altos cargos de la administración Biden, y hasta la debilucha OEA.
Empero, me preocupó que en la rueda de prensa local en la que resumía el viaje puso énfasis en resultados económicos, como la gestión para que el BID, del Grupo de Trabajo Conjunto de Cumbres (GTCC), financiara dos hospitales en el lado haitiano de la frontera.
Espero que el presidente dominicano se mantenga firme frente a la peligrosa “Declaración de Los Ángeles sobre migración y protección”.