“Son esas redes de apoyo cultural, las que nos hacen avanzar, consiguiendo que los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, acogedores para adaptarse a las situaciones adversas y sostenibles”.
Teniendo en cuenta que el aprendizaje está en la propia vivencia de cada uno y que forma parte de un natural complemento existencial, que nos crece o nos decrece como personas, será bueno entrenar y bucear por nuestra propia historia, y así, poder darle abecedarios lúcidos a la mente para pensar. Naturalmente, hoy más que nunca se requieren de lugares de reflexión, aunque sólo sea para pararse y verse, más allá del ámbito profesional y técnico, pues lo importante no son únicamente los conocimientos, también las actitudes a tomar, lo que supone ese desgajamiento interior en búsqueda permanente, para no caer en el pésimo estado de la indiferencia. Puede que no esté en nuestras manos cambiar una situación desastrosa, pero podremos escoger un talante de lucha para sumar corazones. De ahí, la importancia de una práctica de discernimiento, porque al fin siempre tendremos que dar cuenta de la posición de rechazo o de aceptación. Lo que no es de recibo es cruzarnos de brazos, pasar página y no implicarnos en nada. No olvidemos que, en la modelación de un sistema existencial, en el que el linaje se enraíza con la subsistencia responsable, cada cual desde su perspectiva y situación, es donde radica el mejor obrar.
Sea como fuere, nunca ha sido bueno permanecer en la ignorancia, como pieza de abandono y desprecio. Para empezar con el cambio, tenemos que ser conscientes de la importancia de las zonas de aprendizaje real, que son las que verdaderamente nos revitalizan y nos transforman, a través de sus coexistidas enseñanzas, auténtico fermento viviente en medio de una insensible masa, que requiere volverse humana, en medio de tantos huracanes deshumanizadores. Hemos de salir, por tanto, de este clima hiriente de encontronazos entre sí, para reencontrarnos e indagar con pasión, en esa síntesis humanista entre el valor y la valía, para no caer en el absurdo endiosamiento individualista. Personalmente, estoy convencido de que un ser humano, que tome la historia como una lección de instrucción permanente, revisará sus andares y acudirá a esos sitios de pensamiento y libertad, donde se fomenta la creatividad, la coherencia en la acción con el hacer, sabiendo que nadie se supera por sí mismo, y que todos aprendemos de todos. Al fin y al cabo, somos ese árbol, enraizado a nuestros predecesores, con un tronco común que suma las diversas ramas, todas necesarias e imprescindibles, para acrecentar la floresta reconciliadora de los diversos espíritus.
Indudablemente, cualquier tipo de aplicación didáctica es vital para no dejarnos engañar por los espejismos de este mundo. Está en juego nada más y nada menos que nuestro caminar y nuestra libertad. Ante esta realidad bochornosa y cruel, en la mayoría de las ocasiones, nos llena de satisfacción que cuando Angélica Alvarado llegó a la cúspide del gobierno local, en la ciudad mexicana de Huejotzingo, empezase a efectuar prácticas y proyectos instructivos para contrarrestar la violencia y la inseguridad generada, en parte, por la falta de oportunidades de los niños y jóvenes. Resultado de sus esfuerzos, en 2021 el citado municipio recibió la invitación para pertenecer a la Red Mundial de Ciudades del Aprendizaje de la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura, por su avance en la provisión de oportunidades de enseñanza a lo largo de la vida a sus más de 90.000 ciudadanos. Sin duda, son esas redes de apoyo cultural, las que nos hacen avanzar, consiguiendo que los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, acogedores para adaptarse a las situaciones adversas y sostenibles. Está visto que no sólo hay que invertir en defensa, también a través del deporte, la educación o el arte.
Ejercitar el estudio como cultivar la memoria de un pueblo, la conciencia colectiva de continuidad en el saber estar y en el ser, nos engrandece armónicamente, ya que la naturaleza por sí misma es diabólica; en cambio, su humanidad es sabiduría lograda. De ahí, la importancia de transformar los sistemas educativos. Por cierto, nos lo recordaba recientemente el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, “La educación está en una crisis profunda”. Hace falta, desde luego, subsanar el déficit cuanto antes e incentivar el aprendizaje como manera de asistirnos y como herramienta que nos ayude a trabajar unidos y a convivir ilusionados en faena; aprendiendo colectivamente, colaborando y resolviendo situaciones en común.
La unidad y la unión requieren de conjugaciones conjuntas, compartir aprendizajes, restaurar relaciones inutilizadas e instaurar el afán cooperante, cuando menos para mitigar los riesgos y aumentar los estímulos colectivos del bien, sostener la verdad frente al aluvión de falsedades que nos ahogan, al tiempo que nos llama socialmente a resguardar la dignidad humana propia y a responder a las necesidades de la familia, sobre todo en el auxilio a los desfavorecidos. Desmembrados los hogares, navegamos sin alfabeto en el alma, y el aprendizaje de la virtud además se desmorona.