Existe un escarceo importante entre las cifras, la realidad y la percepción ciudadana sobre el concepto de seguridad ciudadana. Los órganos encargados de la seguridad ciudadana no dicen qué están haciendo para hacer mejor la protección ciudadana, pero si dan cifras de la supuesta o real seguridad en crecimiento que tiene el país.
Desde hace un buen tiempo, en el análisis de las ciencias sociales, ha calado como método preferente, la noción de que la estadística, como en el siglo XIX, lo hizo la aritmética, puede sustituir al mundo de las ideas, a la filosofía, a la sociología, a la filosofía. Al final, brotó en el siglo XX una ebullición de ideas políticas, filosóficas, doctrinas, etc., para bien o para mal, esto se repetirá, pues queda claro que las cifras, los números constituyen un fuerte acicate pero no al grado de sustituir a las ideas. Resulta lamentable el cómo connotadas figuras de estas ciencias, se han dejado arrastrar hacia una encerrona teorética donde las cifras sustituyen a las ideas.
Es decir, la estadística, el sondeo, la opinión, la encuesta constituyen hoy la fiabilidad de que el analista emplea la ciencia, sin importar, si ha sustituido al mundo de las ideas, de las teorías sistémicas sobre las complejidades de las sociedades complejas de hoy en día. Pero esto no es más que una estrategia mediática de dominio que bajo la consideración de que estamos en la época de lo banal, se oferta como solución a problemas que, como la seguridad ciudadana, ameritan otros enfoques y la perspectiva de solución nace en el campo de las ideas.
No en otro lugar, los llamados mainstream, si bien buscan poner a las culturas en condiciones de igualdad. Se debe tener cuidado porque si bien esto implica un paso de avance o de aceptación de lo diferente. No menos cierto es que se las ha jerarquizado en función no de la verdad, no del método científico, sino en lo de siempre, un notable eurocentrismo que se traduce en un euro hollywoodismo.
Seguimos entendiendo que, entre nosotros, se abusa del uso de cifras, primero, ocurre que en la política, ya no hayideologías, programas, ni propuestas, solo hay sondeos y encuestas. Solo uno que otro debate entre los candidatos punteros al final de la zafra electoral. En el caso del derecho, ya no hay buenas sentencias, buenas decisiones, sino estadísticas judiciales y sondeos donde se mide la aceptación del público sobre el actuar de los operadores judiciales. Claro, hay puntos grises como el de la corrupción, no ha habido manera de hacer que la gente común acepte como buena y validad la corrupción privada o pública. Es que se ha pretendido eliminar el concepto de legalidad administrativa con la encuesta. Ya no se requiere determinar si un funcionario está o no cumpliendo su ley sectorial, lo que se requiere es determinar: si es popular o si tiene aceptación. Pero ocurre, que ese sondeo, esa aceptación, es el producto de una encuesta pagada. De ahí que, por ejemplo, Jacques Derrida, haya dicho que vivimos en la sociedad de la mentira sistémica. De ahí es que, por ejemplo, Tocqueville y Maquiavelo han quedado como niños frente a Robert Green, frente a la mentira mediática.
Particularmente, en el expediente de la seguridad ciudadana,se tiene a un primer mandatario que desde la campaña, dijo tener la solución a este mal y, ahora más de dos años después de su mandato, continúa pagando jugosos salarios a consultores extranjeros y migajas a los técnicos y policías locales. Al tiempo que se guarda silencio sobre si la ley de policía se está o no cumpliendo. Si se detuviera en este punto, podría darse cuenta de que, quizás todo se reduce a que se cumpla la ley con la debida supervisión y corrección de sus incongruencias, en el caso de que existan. Nadie quiere decir que el país cuenta con una buena ley de policía, perfectible pero buena porque, por vez primera, se plantea el tema de la seguridad ciudadana en ella y del policía al servicio de la ciudadanía y no del Estado. Pero, se calla todo ello porque los políticos en el ejercicio del poder y los empresarios, han puesto a su servicio a la policía de los ciudadanos.
El día en que se establezca que la Policía Nacional es un cuerpo solo para proteger a la ciudadanía y que los cuerpos militares especiales son los que deben encargarse de la seguridad de funcionarios públicos y privados, se podrá hablar de policías para la seguridad ciudadana. La ley es buena pero sin voluntad política y sin un Poder Judicial empoderados, no funciona. Aquí los ascensos de jueces, policías, etc., depende de su cercanía con el poder político o del poder económico, jamás por sus servicios al bien común, al bienestar general de la ciudadanía. Es por ello que, se les mantiene tan alejados del ciudadano que, carecen de derecho a votar en un sistema que se lo supone democrático, al tiempo que, politicastros abogan por que los privados de libertad preventivos y definitivos, si posean derecho al voto. Lo que mutandi mutandis significa que para la élite política y la económica, un policía tiene un rango inferior a un privado de libertad, a un justiciable.
Insistimos, nuestros polos turísticos con una adecuada coordinación de los organismos existentes, pueden ser lugares seguros, lo mismo que las vecindades, los pueblos y los campos. Pero mientras la descoordinación por efectos de la corrupción sea el norte, no llegaremos a puerto seguro en materia de seguridad ciudadana.
Por otra parte, la delincuencia no tiene un perfil definido, delincuente puede ser cualquiera en estado extremo, sin embargo, el perfil del delincuente, es algo en lo que laPolicía Dominicana es una de la mejores del mundo, pues en todo momento sabe quién o quiénes son los delincuentes en función del tipo penal entonces así las cosas ¿cual es el problema con su control?
Ahora resulta que un consultor bien pagado acusa aisladamente a ex jefes policiales del desastre de la seguridad ciudadana en el país, como si estos fuesen la generalidad de la sociedad, como plantea Peter Drucker, el problema no está en los hombres, el problema está en la modalidad del sistema en el que se trabaja aquí hay violencia en el comercio, en la banca, en la industria, en las agencias del gobierno contra los consumidores, pero también contra el ciudadano. Ahí radica el problema: un sistema que exige pero que da muy poco a quien observa las reglas y mucha a quien las burla. DLH-4-12-2022