Gravita en todo esto un factor económico; la monetización del contenido en las redes, en especial en Youtube.
La humildad es escasa entre los denominados urbanos. Desde los denominados influencers, raperos y comunicadores exhiben en sus actos una arrogancia de la que Bad Bunny no es otra cosa que uno más.
Si se observa la actuación de cada uno de ellos se puede comprobar que la insolencia, irreverencia y violencia son cualidades que caracterizan su comportamiento.
Las redes sociales están repletas de videos donde estos personajes muestran esa conducta lasciva y agresiva, comportamiento que asumen tal si fuera una profesión.
Esta conducta colectiva del sector los denominados urbanos tiene su origen en sus carencias para lograr notoriedad pública de otra manera, lo que obedece a la escasa formación educativa y cultural de muchos de ellos, y al oportunismo de otros, que deciden montarse en la ola bajo el supuesto de que en caso de no hacerlo, podrían ser desplazados.
Gravita en todo esto un factor económico; la monetización del contenido en las redes, en especial en Youtube, que consagran a la ridiculez pública como un escalón para ganar fama y dinero.
Obviamente, los destinatarios de tales esperpentos mediáticos y visuales son precisamente muchos de sus críticos, que ante el rumor de tales desvergüenzas acuden en masa a verificarlas, y es así como generan el efecto perseguido por sus díscolos protagonistas.
Ya es bien conocido como los que producen programas alineados a esa cultura urbana, como ellos mismo la denomina, del bajo mundo, traman supuestas controversias, recitales de insultos, rompen mobiliarios en plenas transmisiones, con la única finalidad de alborotar y alarmar a la sociedad, dentro de su estrategia de marketing emocional.
Consustancial a esta parafernalia urbana son los alardes de riquezas, exhibición de joyas y de vehículos, en la mayoría de los casos rentados, para impresionar a los segmentos poblacionales de su origen social, y así darles valor a sus desaguisados.
De modo que lo que vimos en Bad Bunny ya lo hemos apreciado en Anuel AA, en Rochy RD, Mammy Jordan, y denominados influencers dominicanos. No esperemos que eso cambiará en tanto los incautos, que sigan creyéndose “la movie” sigan sus cuentas y dando like a las barrabasadas de estos.
Lo peor de todo es que la escasa formación de estos individuos que se ven revestido de fama y hasta dinero, lo conduce a creerse su propia “movie”, y considerarse que están por encima del bien y el mal, que pueden hacer y deshacer, y terminan en las cárceles, como ha ocurrido aquí, en Puerto Rico y otros países.