El Foro Económico Mundial está reunido nuevamente en Davos, Suiza, de manera presencial, y estará a la vanguardia del debate sobre el desarrollo tecnológico que transforma nuestras vidas y los modos de producción, pero es bueno que sepamos que la manera de aproximarnos al conocimiento de la posmodernidad y todas sus tendencias es vieja: la lectura
En su obra, “La cuarta revolución industrial”, Klaus Schwad, economista y fundador del afamado fórum , advierte:
“El hecho de que siempre estemos conectados podría privarnos de uno de nuestros activos más importantes: el tiempo para hacer una pausa, reflexionar y entablar una conversación que no sea superficial, sin ayuda ni de la tecnología ni de las redes sociales como intermediarios. Turkle cita estudios que muestran que, cuando dos personas están hablando, la mera presencia de un teléfono sobre la mesa o en un campo de visión periférica cambia el tema de conversación y su grado de conexión. Esto no significa que debamos renunciar a nuestros teléfonos, sino que los podemos utilizar ‘con mayor intención’.
“Otros expertos expresan preocupaciones similares. El escritor sobre temas de tecnología y cultura, Nicholas Carr, afirma que mientras más tiempo pasemos en las aguas digitales, más superficiales serán nuestras capacidades cognitivas, debido a que dejamos de ejercer un control sobre nuestra atención.
“en 1971, Herbert Simon, que obtuvo el Premio Nobel de Economía en i978. Advirtiendo que ‘una riqueza de información crea una pobreza de atención. Esto es mucho peor hoy, en particular para quienes toman decisiones y tienden a sobrecargarse con demasiadas cosas, sentirse agobiados y forzar la máquina, en un estado de estrés constante. ‘En una época de aceleración, nada puede ser más emocionante que ir lento __escribe el ensayista de viajes Pico Iyer_ en una época de distracción, nada es tan lujoso como prestar atención. Y en una época de constantes movimiento, nada es tan urgente como sentarse y quedarse quieto.’
“Nuestro cerebro, consagrado a todos los instrumentos digitales que nos conectan las veinticuatro horas del día, está en riesgo de convertirse en una máquina de movimiento perpetuo que nos ponga en un estado de continúo frenesí. No es inusual para mi hablar con líderes que dicen que ya no tienen tiempo para hacer una pausa y reflexionar, y mucho menos para disfrutar del lujo de la lectura, incluso de leer un artículo corto completo. Los responsables de tomar decisiones de todos los ámbitos de la sociedad global parecen estar en un estado de creciente agotamiento, tan desbordados por las múltiples exigencias de la competencia que acaban sumidos en la frustración, la resignación y, a veces en la desesperación”.
Otro pensador de la actualidad, Pedro Baños, en la Encrucijada Mundial, sostiene lo siguiente:
“Se ha potenciado la utilización de la internet _puerta de acceso a la información casi ilimitada sobre prácticamente cualquier temática _, pero olvidamos que, por un lado, requiere hacer un buen uso de ella y, por otro, no nos hace más sabios. Mientras que los libros nos llevan a reflexionar y hacen que vuele nuestra imaginación, que podamos volver sobre sus páginas una y otra vez hasta que hayamos madurado y disfrutado adecuadamente su mensaje, internet nos da información triturada, no nos obliga a pensar, a veces. Ni siquiera a dudar de lo que allí vemos y leemos. Es la diferencia entre un estimulador intelectual, el libro, y una papilla ya preparada para ser tragada sin cuestionamientos.
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