Me preocupan los “padres de familia” de las “voladoras” de la 27 de Febrero y de otros “corredores” de los dueños del país con trajes de sindicalista.
Me preocupan los “padres de familia” que se comportan como “chivos sin ley”, los que no respetan las señales de tránsito, los carriles, los llamados a no estacionarse en determinados lugares de las vías, los que se aparcan debajo de un letrero que dice “no parquear”, “no estacionarse”, “no doblar a la izquierda”, no estacionarse a ambos lados de la vía, no convertir tres carriles en uno, comerse la luz roja de los semáforos, pisar el acelerador hasta el fondo cuando se enciende o está a punto de encenderse la luz amarilla, etc., etc.
Me preocupan sobremanera los “padres de familia” que conducen motocicletas sin cascos protectores, sin matricula, sin licencia, sin seguro y sin acta de nacimiento, que rallan y chocan los vehículos de otros “padres de familias, in pagar ninguna consecuencia, porque no tienen “ni con que caerse muertos”.
Excúsenme, pero odio a los “delivery” que transitan dando zigzags, rompiendo retrovisores y rallando carros y yipetas, sin mirar atrás, sin pedir excusas, causando grandes daños que ni los seguros pagan.
No es casual que seamos el primer país del mundo en accidentes de tránsito, y que en la mayoría de los accidentes esté involucrado una motocicleta, con un saldo trágico. El número de personas mutilados por los accidentes en motocicletas y demás vehículos de motor es muy elevado, convirtiéndose en un problema de salud pública más costoso que el de las parturientas haitianas que tanto nos precopa. Los discapacitados por accidentes son extremadamente altos, sin que a ninguna autoridad parezca importarle o preocuparle.
Me preocupan los “padres de familia” de las “voladoras” de la 27 de Febrero y de otros “corredores” de los dueños del país con trajes de sindicalista, que andan como “la jon del diablo” cambiando de un carril a otro sin sacar ni quiera la lengua como señal de que cambiarán de carril, que no respetan las luces de los semáforos, ni los agentes de tránsitos, que se detienen a tomar pasajeros antes o después de cambiar la luz del semáforos, creando grandes tapones.
Me preocupan los “padres de familia” de los carros de concho que se detienen en cualquier lugar de la calle, muchas veces atracando y robando bolsos femeninos, irrespetando todas las normas, sin cinturón de seguridad, ni neumáticos en buenas condiciones. Además sin luces traseras ni delanteras, lo cual es muy peligroso.
Me preocupan los “padres de familia” que conducen los vehículos pesados por calles y carreteras sobrecargados de materiales de construcción, plátanos, guineos, naranjas, aguacates, arroz, habichuelas y otros productos, sin ningún protocolo de seguridad poniendo en peligro sus vidas y la de los demás conductores.
Me preocupan “los padres de familia” que conducen vehículos livianos tanto en las ciudades como en las carreteras a exceso de velocidad sin que ninguna autoridad lo impida. La policía de tránsito prácticamente no existe en este país.
Me preocupan todos los “padres y madres de familia” que a diario quedan pegados del pavimento esperando que una ambulancia del 9-1-1 los recoja como sardinas con la masa encefálica robando junto con la sangre en esas “calles de Dios”.
Me preocupan los “padres de familia” con uniforme policial -nadie los respeta- incapaces de impedir que los motociclistas, generalmente delincuentes, militares y policías, suban y bajen por los túneles y elevados a pesar de la prohibición taxativa de la ley. De igual modo me preocupan los “padres de familia” que detienen el tránsito para que los poderosos que ocupan cargos públicos, tránsito sin padecer los malditos y odiosos tapones. Los “padres de familia” que conducen los “flanqueadores” son tan odiosos como los que ordenan detener el tránsito en los semáforos para cederles el paso a los funcionarios.
Pero más que todo me preocupan los “padres y las madres de familia” que sufren las consecuencias del caos del transporte en la República Dominicana sin que ningún gobierno, absolutamente ninguno, se haya preocupado por ponerle fin al desorden en que vivimos todos, donde nadie respeta nada, ni a nadie, como si no hubiera ley, ni autoridad que llamen al orden, por las buenas o por las malas.
A veces pienso que los “pobres padres de familia” que han convertido la ciudad en una selva parecida a un infierno, no son más que unos hijos de su madre. ¡Y que me perdonen si los ofendo!