Debemos seguir haciéndolo porque la lucha contra la corrupción es una tarea que nunca acaba.
El libro: “POLÍTICA PARA ADULTOS”.
Autor: Mariano Rajoy, expresidente del gobierno español.
Comparto su abordaje sobre los daños que produce la politización de la lucha contra la corrupción:
“Mi primera consideración a propósito de este asunto es que el discurso moralista grandilocuente al que antes me he referido está de más. Nadie puede presumir de limpieza absoluta porque nadie la puede garantizar. Cada vez vamos diseñando más filtros y más salvaguardas para velar por la integridad de los comportamientos públicos: reformamos la legislación, señalamos las incompatibilidades, controlamos el patrimonio de los cargos públicos y sus familiares o endurecemos las penas por delitos de corrupción. Quiero recordar que en la etapa del Partido Popular al frente del Gobierno aprobamos el mayor paquete legislativo contra la corrupción.
Debemos seguir haciéndolo porque la lucha contra la corrupción es una tarea que nunca acaba. Pero admitamos que nadie está completamente blindado contra la posibilidad de que otras personas actúen indebidamente. Desde luego, nadie puede presumir de incorruptible y convertir al rival en un corrupto integral, porque la realidad nunca es así de maniquea y el tiempo acaba poniendo a todo el mundo en su sitio
La política española de los últimos años está llena de ejemplos de esto que digo; hemos pasado de pedir dimisiones inmediatas por una imputación judicial, incluso por un simple informe policial, a defender que políticos condenados en firme por la justicia puedan seguir en la actividad pública y hasta ocupando puestos de responsabilidad.
Igual criterio podría servir para valorar la ecuanimidad de algunos medios de comunicación a la hora de referirse a los escándalos de unas y otras formaciones políticas. Cuando solo se informa de los casos de corrupción que afectan a un partido político, pero se ignoran o se minusvaloran los de sus rivales, es evidente que se ofrece una imagen distorsionada de la realidad. Si esta manipulación es voluntaria y deliberada, estamos ante una indudable vulneración de la ética profesional.
“Cuando lo importante no es perseguir los delitos reales, sino lograr la liquidación del adversario político por el descrédito de su imagen, asistimos a todo tipo de exageraciones, abusos y presiones sobre los tribunales y otras instituciones. Esto no es bueno…”
“Pensemos que, a pesar de sus distintas ideologías, todos los representantes políticos forman parte de un mismo grupo, todos se dan cita en el mismo Parlamento, todos desarrollan una misma actividad y todos piden la confianza a los ciudadanos. Cuando a la gente de la calle se les pregunta por estas cuestiones, hablan de “los políticos” en conjunto, como cuando se refieren a un colectivo profesional. Si uno de los integrantes de ese colectivo traiciona dicha confianza ciudadana y protagoniza conductas delictivas o reprobables, quienes más lo sufren son sus compañeros de partido, pero todos los demás también experimentan un indudable deterioro de su imagen’’.
“Luchar contra la corrupción y prevenir este tipo de comportamientos es un elemento indispensable para reconstruir la confianza de los ciudadanos en sus instituciones y en sus representantes. Por eso también resulta imprescindible encontrar el equilibrio necesario entre ese compromiso ético de actuar contra los corruptos y el compromiso igualmente ético de respetar principios básicos en un régimen democrático.”