Así lo demuestra empíricamente un reciente estudio que explica el maniqueísmo y los cambios en las actitudes populistas.
Un estudio reciente de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y Marc Guinjoan y de la Universitat Oberta Catalunya (UOC), muestra que las teorías de la conspiración influyen en el maniqueísmo, que es una dimensión del populismo.
A lo largo de la última década, el número de estudios que investigan los temas relacionados con el populismo ha aumentado, incluyendo las causas y consecuencias del apoyo a los partidos populistas, así como los efectos de la aparición de actitudes populistas.
Los investigadores Carolina Galais y Marc Guinjoan examinan las conexiones entre las teorías conspirativas y el populismo en su estudio "Quiero creer: la relación entre creencias conspirativas y actitudes populistas en España", en el que argumentan que las teorías de la conspiración explican los cambios en las actitudes populistas.
Los autores también demuestran que la exposición a historias de conspiración aumenta la credulidad en estas ideas, lo que a su vez aumenta las actitudes populistas, especialmente el maniqueísmo.
Los autores utilizaron dos encuestas en línea y un experimento para demostrar estas correlaciones. La exposición a las teorías de la conspiración aumenta la credulidad en ellas y esto fomenta las actitudes populistas.
Distintas explicaciones para un mismo problema
A la hora de abordar esta cuestión, existen distintas posturas. Algunos autores y autoras se muestran partidarios de no diferenciar de forma muy clara ideas conspirativas y populismo, porque consideran que son fenómenos muy parecidos o que reflejan una misma mentalidad.
Otros investigadores, por el contrario, sitúan en el origen y como motor de cambio uno de estos dos factores. Este es el caso de Guinjoan y Galais: "En nuestro artículo argumentamos y probamos empíricamente mediante diferentes estrategias metodológicas —incluyendo un experimento— que las teorías de la conspiración explican cambios en las actitudes populistas”.
“La exposición a historias de tipo conspirativo aumenta la credulidad en las mismas, y esto, a su vez, potencia las actitudes de tipo populista, en especial el pensamiento maniqueo" añadió.
Aunque lo anterior no quiere decir que el fenómeno inverso no se produzca también y que las actitudes populistas puedan ser un factor que propicie la creencia en teorías de la conspiración. De hecho, se indica, hay evidencias que demuestran que el discurso de determinados partidos puede fomentar el desarrollo de estas ideas.
"Ambas vías son factibles y pasan a la vez, para algunas personas funcionará en un sentido y para otras en otro. En nuestro artículo nos concentramos en demostrar la vía menos explorada, y es que la exposición a teorías de la conspiración fomenta el pensamiento populista", aseguran los autores.
Dos encuestas en línea y un experimento
Para llevar a cabo este estudio, sus autores se basaron, en primer lugar, en una encuesta realizada en línea a 2.887 personas adultas.
La encuesta buscaba establecer si había una relación entre quienes creen en cuatro teorías distintas de la conspiración y una serie de afirmaciones populistas como "muchos de los miembros del gobierno son sinvergüenzas" o "la gente que no comparte mis ideas políticas está mal informada".
Las afirmaciones estaban vinculadas con el 11S, la industria farmacéutica, la existencia de grupos secretos que dominan el mundo o la vida extraterrestre.
El estudio demostró que, en efecto, hay una correlación y la gente que defiende teorías de la conspiración tiende a mantener actitudes populistas.
La segunda parte del estudio consistió en un experimento de encuesta en el que se seleccionó a un grupo de participantes al azar y se les expuso a una historia conspirativa relacionada con los atentados del 11S.
Posteriormente, se les hizo preguntas sobre el 11S para comprobar cómo se posicionaban respecto de una serie de afirmaciones marcadamente populistas y se vio que su grado de acuerdo con dichas ideas era mucho mayor que el de las personas de un grupo de control que no habían sido expuestas a la historia conspirativa.
Un mundo de buenos y malos
De entre las diferentes dimensiones del populismo, la que se vio más afectada por la exposición a teorías conspirativas fue el maniqueísmo. Es decir, la que plantea una visión de la sociedad dividida entre buenos y malos, entre quienes tienen razón y quienes están equivocados.
Esta idea, tal y como explica el personal investigador, encaja bien con las teorías de la conspiración, en las que siempre hay una trama global que esconde la verdad sobre determinadas situaciones.
Y eso hay que tenerlo muy en cuenta porque el maniqueísmo está, probablemente, detrás de otros fenómenos preocupantes de las últimas décadas, como el aumento de la polarización, y el apoyo a partidos populistas e incluso antisistema.
Por el contrario, las teorías de la conspiración no parecieron incidir en las otras dos dimensiones del populismo: el antielitismo —que consiste en el rechazo a los individuos e instituciones que detentan el poder— y el pueblo-centrismo —basado en la idea de que la soberanía popular es el valor democrático supremo y que el pueblo es quien debe ostentar el poder—.
"Aunque había razones para esperar que las actitudes conspirativas incidieran también en estas dos dimensiones, los datos nos revelan que, por lo menos en el caso de España, no es así” sostienen.
Indican que “La exposición a teorías de la conspiración y la creencia en estas nos lleva a ver el mundo en blanco y negro, como una lucha entre buenos y malos”.
“Desde este punto de vista, cualquier coalición, acuerdo o compromiso entre actores o partidos políticos se tomará como alta traición, y cualquier cesión ante los adversarios causará indignación y desencanto", señalan Guinjoan y Galais.
En España, país en el que se centra el estudio, las cifras de apoyo a las teorías de la conspiración se sitúan en la media y son muy similares a las de otros países. Así que Guinjoan y Galais creen que los resultados de su estudio pueden ser extrapolables, según explican.
"No tenemos motivos para pensar que la relación que observamos en España no se dé en otros contextos, incluso asumiendo que tienen una naturaleza diferente. Dicho esto, la respuesta definitiva a esta pregunta solo podrá venir de un análisis empírico en otro país de interés" concluyen.