El comunismo no se derribó en 1989 con la caída del Muro de Berlín, que sólo arrastró sus escombros.
El mural más atractivo de la parte del Muro de Berlín que se conserva como monumento es el que recrea la imagen del beso de los comunistas Leonid Brezhnev, entonces presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y Erick Honecker, presidente de la República Democrática Alemana, en el año de 1979, cuando el líder ruso acudió a la celebración del 30 aniversario de la RDA, siglas de la ex Alemania comunista.
Mientras eso ocurría, en el otro mundo socialista, Deng Xiaoping iniciaba las reformas que han convertido a China en la primera potencia capitalista levantada por un partido comunista.
Mientras dos hombres pretendían expresar amor fraternal con un efusivo beso, los chinos se habían convencido de que transitaban una senda que no conducía a ninguna parte.
El comunismo no se derribó en 1989 con la caída del Muro de Berlín, que sólo arrastró sus escombros, que, como sustenta Amín Maalouf, en “El Desajuste del Mundo” antes de que al comunismo lo derribasen sus “enemigos de clase” se había desprestigiado notablemente . Su enfoque de las artes ya se había vuelto castrador; su concepto de la libertad de pensamiento tenía mucho que ver con el de la Inquisición; y su forma de ejercer el poder recordaba a veces la de los sultanes otomanos que, en cuanto empezaban a gobernar, organizaban una cuidadosa matanza de todos sus hermanos y sobrinos por temor a que pensasen en disputarles el trono”.
Se perciben las huellas de la Guerra Fría y de su impactante final, para después recrear los horrores del Tercer Reich, en el Monumento al Holocausto, que representan sobre el 50% de las personas que perecieron en los campos de concentración y los asesinatos masivos del régimen contra judíos, negros o discapacitados.
¿Pero dónde están las cenizas de Hitler? ¿Qué ha pasado con el Bunker de la Cancillería donde pasó los últimos días?
Nada que lo distinga, un parquecito rodeado de apartamentos familiares, en las que hay que adivinar la zona en la que fueron incinerados e inhumados, los cadáveres del führer y de Eva Braun.
Alemania tiene un presidente que despacha en uno de los antiguos palacios imperiales, le pregunté a la guía por su nombre, y tuvo que procurar el auxilió de su smartphone: Frank-Walter Steinmeier, del SPD, Partido Social Demócrata, el rojo. Corre un segundo mandato, pero como no es de voto directo su nombre no está popularizado.
La política más conocida es Angela Dorothea Merkel, canciller desde el 2005 hasta 2019. El gobierno actualmente está conducido por la denominada coalición del semáforo, integrada por tres formaciones políticas, que además del partido verde del canciller Olaf Scholz, la integran el verde y amarillo.
Merkel padece el síndrome del último gobierno, al que siempre se culpabiliza de errores y de prácticas non santas, pero uno de los atractivos del recorrido por Berlín es aproximarse a la zona de apartamentos donde reside la excanciller.
Olaf Scholz con pericia política, pero sin una reserva de carisma y popularidad enfrenta el panorama creado por la guerra en Ucrania, que ha desatado la mayor inflación que el país ha vivido tras la caída del Muro de Berlín.
Es penoso lo que ocurre con los refugiados ucranianos, en principio de la guerra los recibían con amor y solidaridad, lo que ha pasado a desprecio porque la gente los asocia con el deterioro en sus condiciones de vida, algo totalmente injusto.