La discusión del tema fue intensa en la Rusia soviética entre Pleajanov, Trotski y Lenin, entre otros que, escribieron mucho al respecto.
La fértil intelectualidad de Carlos Marx le permitió descubrir el rol de los intelectuales en los procesos históricos, particularmente en los procesos revolucionarios. Así, al analizar el fracaso de la exitosa revolución de Espartacus en la Roma imperial y, muy particularmente, al analizar el fracaso de la exitosa Comuna de Paris, llegó a la conclusión de que el lazo comunicador común que explicaba la caída de esos movimientos revolucionarios exitosos, fue en todos ellos: la inexistencia de una vanguardia política que coordinara su accionar político.
La acción predominó y triunfó, pero también en todos ellos, se careció de una vanguardia intelectual y de un partido político que dirigiera y defendiese los intereses de la clase revolucionaria en armas del momento histórico de que se tratase. De modo que con la concepción teórica de Marx a cuesta Vladimir Lenin, se centró en crear un partido comunista con la misión de convertirse en la vanguardia del proletariado que impediría que los obreros en armas, fuesen derrotados.
La discusión del tema fue intensa en la Rusia soviética entre Pleajanov, Trotski y Lenin, entre otros que, escribieron mucho al respecto; en Alemania lo hizo Rosa Luxemburgo. Pero quien se llevó la palma en el desarrollo de la noción de “intelectual orgánico” que había previsto Marx, fue el italiano Antonio Gramsci. Para quien el tema no debía verse solo en el ámbito de lo político, sino que, por el contrario, se debía analizar desde el punto de vista de la cultura dominante y de las culturas dominadas. Es decir, en Gramsci el tema aparece analizado desde una nueva y holística perspectiva que, con mucho, superó el análisis de Marx. O, lo que es lo mismo, a partir del descubrimiento de los “Cuadernos de la cárcel” de Gramsci, todo el análisis del tema partiría desde los hallazgos intelectuales de este italiano encarcelado por comunista.
La Segunda Guerra Mundial dejaría el tema en el tintero, pero, con el advenimiento de la Revolución Cubana, el tema renació porque la intelectualidad de la tierra de Martí, ¿empezó a cuestionarse sobre cuál sería su rol en el ámbito de una cultura marcadamente proletaria? Este análisis provocó que los intelectuales de casi todo el mundo se hiciesen la misma pregunta y, puede decirse, que los intelectuales asumieron un rol nunca antes visto de cara a colocarse como redentores de pueblos desde la perspectiva del arte. El Paris del 68 con Jean Paul Sartre al frente junto a Simone de Beauvoir tuvieron mucho que decir y, recordemos que Mao Tse Tung, en la China roja, creó su propia versión sobre el rol de la cultura y del intelectual orgánico en la construcción de la sociedad proletaria.
Pero al pasar los años, la euforia que generó la Revolución Cubana fue decayendo hasta casi apagarse por completo. Previo a ello, la intelectual judío-alemana Hanna Arendt hizo un ponderado análisis del tema hasta concluir que, con mucho, la vanguardia intelectual que protegería al proletariado en arma, podía convertirse en su usurpador, pues nunca debe la clase obrera delegar en otros su poder porque, como bien estableció Rousseau, este poder constituyente, es indelegable; luego, en el denominado campo socialista de Europa del Este, nació la denominada Nomenclatura, con ella, el análisis de Arendt pasó a convertirse en triste realidad.
Sin embargo, después de todo, y, ante todo, sucedió que no fue la Nomenclatura la que al final dio el tiro de gracia al intelectual orgánico, pues, lo que realmente le mató fue la desaparición del concepto universidad popular. O, lo que es lo mismo, la masificación de los profesionales. Hecho que generó una babel de opiniones que, si bien han servido para favorecer la democracia, en la práctica han acabado con el concepto de clases dominadas. A esta última situación, se ha unido la aparición del neoliberalismo y las tecnologías en constantes ebullición. Ahora el conocimiento no reside solo en los intelectuales orgánico, sino que lo está también en la inteligencia artificial, en el metaverso. En pocas palabras, hoy en día, a decir de Bauman, ya no es necesario el pobre, por tanto, tampoco es necesario que tenga defensores, ni catalizadores de su desgracia o deseo de vida digna. Esta nueva situación, fuera de toda duda razonable, es un terreno fértil para los totalitarismos.
Es decir, tal y como lo advierte Hanna Arendt, la delegación del poder sea en manos de burócratas o de la máquina, constituye una seria amenaza contra la democracia. Los partidos políticos son, sin duda, más peligrosos que la máquina. A manera de ejemplo, el PLD, dijo ser el partido de la liberación dominicana, sin embargo, a ojos de buen cubero, se puede afirmar que, las oligarquías, los burócratas y la clase política fueron los reales beneficiarios del tránsito por el poder tal y como lo predijo Pleajanov. El lumpen político sacó partido de ello. Ahora que el PRM se encuentra en el poder, no es posible descifrar la forma en que están apropiándose de riqueza social, lo que si queda claro es que, no se está trabajando para el pueblo sino para una elite que incluye a la nomenclatura política. De ahí el cuidado que se está teniendo en aplicar la teoría de Hipólito Mejía de acuerdo con la cual “los presidentes no caen presos.” No se sabe hasta donde el ministerio público como el poder ejecutivo, permitirán la aplicación de la teoría de Hipólito lo que si es claro que, esto constituye una grave amenaza contra la democracia pues, el nivel de delincuencia común al alza que se observa en el país, está íntimamente ligada a la referida teoría, pues los jóvenes de los barrios, tal y como lo indica Levi Strauss respecto de los pueblos indígenas, tienen la capacidad, aun siendo analfabetos, de enterarse del proceder de la cúpulas pasando a imitarlas y, desde ahí, a la debacle sistémica hay solo un paso.
Añádase a lo anterior, la tesis de Bauman de acuerdo con la cual, los pobres no son ya necesarios para el desarrollo del capitalismo, en la era de la inteligencia artificial y, se tendrá un cuadro muy sombrío sobre la noción de intelectual orgánico. Mejor dicho, estamos en la época de Ferrajoli: “si no se frena el desenfreno de los poderes salvajes, la democracia estará en peligro. No es suficiente con que con dijera Karl Popper, la sociedad sea abierta o cerrada, pues el enemigo está dentro. DLH-23-4-2023