No se llamen a engaño, hay manos ocultas muy peligrosas tras los movimientos de protestas que buscan desestabilizar el gobierno.
Sé cómo se organiza una huelga. Participé en muchas de ellas durante los años 70 y 80 dada mi condición de dirigente estudiantil, sindical, barrial y municipal, hasta que finalmente se desgastaron hasta perder razón de ser, independientemente de que aún persisten muchas de las causas que las originaban.
De todos modos, esos eran otros tiempos. El país de hoy no es el país de hace 40 o 50 años; es más, ni siquiera de hace 20 años. La llamada “izquierda revolucionaria”, protagonista de la mayoría de las protestas callejeras, se encuentra en su momento más crítico, casi a punto de desaparecer del escenario político, carente de una estructura como en el pasado, que le permitía el control de los principales frentes de masas del país, verbigracia, el movimiento estudiantil, sindical, cultural, profesional, etc. Ya no es así, el espacio social de la izquierda y del otrora poderoso Partido Revolucionario Dominicano (PRD), desaparecieron. ¡Lamentablemente! El anarcosindicalismo, la atomización, el oportunismo y la falta de visión estratégica los llevaron al fracaso hasta caer en un limbo ideológico del cual no se han podido superar.
Hay llamados a huelgas, como el reciente de la región del Cibao, que parecen no tener sentido, que de no ser por el terror que imponen en la población los organizadores, nadie las acataría. Pero la gente tiene miedo de abrir sus negocios, de usar el transporte público o privado, de enviar sus hijos a las escuelas, colegios o universidades.
Teme que a sus seres queridos les ocurra una desgracia, por eso prefieren no abrir sus negocios, no enviar a sus hijos a clases, ni asistir al trabajo. El miedo, el terror, junto con la militarización de las ciudades, son quienes garantizan el paro.
Últimamente los llamados a huelgas regionales, como la del Cibao, principalmente San Francisco de Macorís -lugar donde nací- y Santiago, son patrocinadas por sectores vinculados al narcotráfico, los juegos de azar, el lavado de activos y la política, sobre todo aquellos que se sienten acosados por la justicia acusados de cometer actos de corrupción.
No se llamen a engaño, hay manos ocultas muy peligrosas tras los movimientos de protestas que buscan desestabilizar el gobierno y crear un estado de ingobernabilidad. Hay quienes están buscando manchar con sangre el gobierno del presidente Luís Abinader, para así tratar de bajarlo del pedestal electoral, con cerca de un 55%, que le garantizarían un triunfo arrollador en primera vuelta.
¿Alguien piensa que es pura coincidencia que en momentos en que el Ministerio Público ha iniciado un proceso judicial imputando a importantes exfuncionarios y dirigentes del gobierno pasado y del Partido de la Liberación Dominicana, se produzcan acciones desestabilizadoras? ¡No! ¡Claro que no!
El año pasado en Santiago, fueron vistos personajes vinculados a sectores del PLD y “riferos”, no banqueros, distribuyendo dinero en los barrios entre los huelguistas. Es bien sabido, igualmente, de reuniones donde se planificaron acciones concretas que atentan contra la paz social que vive el país. Hay mucho dinero sucio, fruto de la corrupción, para intentar detener los procesos judiciales que lleva a cabo el Ministerio Público.
La población no puede hacer el papel de tonta útil respaldando movimientos de protestas o huelgas organizados por pseudodirigentes comunitarios, barriales, sindicales, etc., patrocinados por gente sin calidad política, ética ni moral. Es verdad que hay serios problemas sociales, pero el presidente Abinader trabaja día y noche para solucionarlos en el menor tiempo posible. Nadie, en los últimos años, ha hecho más por Santiago, San Francisco de Macorís, Puerto Plata, etc., que el presidente Abinader en menos de tres años. Y los pobladores de esas comunicades, lo saben. digo más: al término de la presente gestión gubernamental, esas provincias habrán sido transformadas profundamente gracias a todas las obras que se están construyendo, fruto del manejo pulcro y transparente de los recursos del Estado, cosa que no ocurría en el pasado reciente, cuando se robaban todo el dinero del pueblo que ahora el Ministerio Público hace ingentes esfuerzos por recuperar, aunque sea una parte con los sometimientos judiciales que se conocen en los tribunales de la República.