Leer y escribir, mal que bien, es una satisfacción tan grata que me obliga a diario a leer varios periódicos, varias páginas de libros o escribir artículos en Diario Digital R.D.
Si dejo de pensar, muero. Si dejo de leer y de escribir, más rápido muero. Así he sido y así soy desde mi adolescencia. Y aunque nadie deba respaldarme por tales acciones, creo que tampoco merecería críticas.
¿Se han producido cambios en mi modo de ver la vida? Claro que sí, pues de lo contrario ni funcionaría el cerebro ni leería ni escribiría sobre nada. Aunque entiendo que mucha gente quizás sea ‘feliz’ viviendo en situación diferente.
Leer y escribir, mal que bien, es una satisfacción tan grata que me obliga a diario a leer varios periódicos, varias páginas de libros o escribir artículos en Diario Digital R.D.
Sin pretensiones de ningún tipo y sin ánimo de ofender a nadie, pues todos tenemos defectos y cometemos errores, y solo a veces podemos decir y sentirnos felices.
Claro, aquellos que cometen errores (en el uso de los fondos públicos, de la fuerza pública o en contra de las mujeres que ya no los quieren, ni les sirven cual si fueran sirvientas), deben pagar por sus ‘pecados’.
He leído con complacencia, como siempre, un artículo este domingo de Luis Beiro, sobre el papel del verdadero y serio periodista aquí y donde resida. Lo apoyo enteramente y durante mi larga carrera he tratado de aplicar dichos conceptos.
El periodista ni tiene amigos ni enemigos. Ni puede ser un adulón ni un corrupto. Ni debe creerse el papá de todos los niños ajenos, ni el jefe de líderes políticos, empresariales, militares o eclesiásticos.
Puede y debe hacer todas las preguntas que correspondan, para aclarar situaciones o ver los enfoques que los entrevistados tengan sobre diferentes situaciones de valor.
Aunque pierda el trabajo y los pluriempleos que, por cierto, no deberían ser necesarios si se les pagara mejores salarios.
¿Ha cambiado el mundo en los últimos sesenta, cincuenta, cuarenta o treinta años? Claro que sí. Y mucho. En todas las facetas de la tierra, del espacio y de la humanidad.
Quienes no se hayan dado cuenta y persistan en planear hoy programas de tiempos pasados, están ya ‘muertos’ por no usar el cerebro, no leer ni entender lo que pasa hoy en el mundo.