Debido a esa desviada visión conceptual del término “democracia”, en las redes sociales se difunden vulgaridades.
Los grandes filósofos antiguos decían que la sabiduría siempre ha sido un tónico amargo en el paladar de la ignorancia. Es cierto ese razonamiento. Los ignorantes se niegan a usar el raciocinio y el sentido común como herramienta de civilización y moralidad. De ellos está repleto el planeta que habitamos.
Incluso los hay que son académicos y profesionales de las diferentes ramas del saber que ocupan funciones importantes en nuestra sociedad como legisladores, dirigentes gremiales, comunicadores, y se pasan el tiempo ofreciendo declaraciones a los medios sin conocimientos de causas de los temas tratados. Son tan afortunados que hasta salen en las portadas de los periódicos digitales y los noticiarios televisivos. Son los llamados analfabetas funcionales.
Por otro lado, las vulgaridades mediáticas son el diario vivir que escuchamos en la radio a través de las canciones de algunos cantantes urbanos y los comentarios de locutores de programas musicales pretendiendo ganarse la audiencia usando palabras y frases soeces.
Por igual ocurre con las personas que ejercen una gran influencia sobre muchos individuos que las conocen y se destacan en una red social u otro canal de comunicación expresando opiniones sobre un asunto concreto, especialmente de moda y maquillaje.
Luego de pasar de una severa dictadura trujillista a un proceso democrático, muchos dominicanos aún no entendemos el verdadero espíritu de la democracia respecto a nuestro comportamiento.
Sabemos que la palabra democracia (el poder del pueblo) fue inventada por los griegos para definir un sistema de gobierno de la ciudad en el cual las decisiones eran tomadas por la asamblea de ciudadanos y no por un rey o emperador como en otras ciudades.
En el caso dominicano, al parecer, se confunde ese poder del pueblo con el caos, el libertinaje y el desorden, al extremo que pretendemos hacer las cosas a nuestra manera irrespetando las leyes, las normas jurídicas y a las autoridades encargadas de imponer el orden. En fin, se confunde libertad de expresión y de acción cívica con libertinaje y el desorden.
Debido a esa desviada visión conceptual del término “democracia”, en las redes sociales se difunden vulgaridades, sobre todo insultos y difamaciones en perjuicio de terceros preferidos que son escogidos como objetivos para ganar público y dinero como “influencer”.
Los insultos y amenazas en esas redes sociales a la figura de los presidentes de la República o funcionarios estatales de otra jerarquía, no son de ahora. Escuche algunos programas interactivos o revisen los vídeos y comentarios de las redes sociales para enterarse de las porquerías que se dicen. Lo que sucede es que nadie había enfrentado esa peligrosa situación.
Las cosas han llegado a un nivel tan devastador que algunas redes famosas bloquean los comentarios insultantes para evitar demandas judiciales.
La medida de coerción dictada por los jueces contra la señora Yrene Sosa Tavárez y el tiktoker identificado como Yonevi Sánchez, alias “Chimbanbly”, debe ser el principio de frenar esas acciones.
La dama, una adulta mayor de 66 años popularmente conocida como “La más dura” en la red social de TikTok, grabó un video insultando y amenazando, utilizando numerosos improperios, que era capaz de vender su negocio o casa para, según ella, mandar a matarlo. “Si tengo que vender mi ranchito, lo vendo, para mandarte a matar como un perro”, exclama Tavárez en el video.
Yonevi Sánchez se volvió viral amenazando con herir de arma blanca a jefe de Estado, aunque después quiso enmendar el comentario alegando que se trató de una broma y no fue él que subió el audiovisual.
Pienso que ambos, ignorantes de alto relieve, se dejaron llevar por la emoción y la tendencia a crear fama a través de las redes sociales. Eso lo están haciendo miles de personas que buscan prosperidad económica e ignoran las consecuencias que enfrentarían ante las leyes.
El Ministerio Público calificó jurídicamente los hechos cometidos como violaciones a los artículos 86 del Código Penal Dominicano, sobre atentado y trama contra el jefe de Estado, así como a los artículos 305, 306, 307 sobre amenaza agravada. De igual manera, al artículo 37 y 42, de la Constitución de la República, sobre derecho a la vida y la integridad personal, respectivamente.
Ignoro cuántos años establece el Código Penal Dominicano para esos delitos, tendría que revisarlo. Pero hay que dar un ejemplo a nuestra gente de que no se dice de manera publica todo lo que nos llegue a la mente. Es tiempo de frenar las vulgaridades mediáticas sin importar el costo político o electoral.