Los “chaqueteros”, les llaman en Ecuador y otros países. Son aquellos que cambian de partido como quien cambia de camisa o de chaqueta.
La campaña electoral no tiene comienzo ni final en la República Dominicana. Los discursos de toma de posesión de los presidentes electos suelen ser discursos proselitistas que presagian una ardua y febril campaña que la Junta Central Electoral, órgano rector, no puede impedir a pesar de que la ley lo autoriza. A los hechos me remito…
Alrededor de 25 partidos y movimientos municipales presentan candidaturas de diversas categorías, sobre todo congresuales y municipales. Em esta ocasión el número posiblemente sea mayor porque ha aumentado enormemente, aunque la JCE los está limitando por no cumplir con los requisitos que la ley manda.
Las elecciones municipales serán el tercer domingo del mes de febrero. La JCE no ha dado el campanazo, pero los partidos están en campaña hace más de un año que están en campaña, incluyendo el oficialista Partido Revolucionario Moderno que no ha tenido más alternativa, ya que la oposición incluso hace mucho escogieron a sus candidatos presidenciales, como ha sido el caso de la Fuerza del Pueblo, que tiene un solo candidato para todos los cargos de elección popular, Leonel Fernández, el Partido de la Liberación Dominicana que seleccionó, de contrabando, al síndico de Santiago Abel Fernández, dejando tan importante plaza sin candidato, y el enclenque Partido Revolucionario Dominicano que para no quedarse atrás volvió a “elegir” a Miguel Vargas.
La zafra electoral de los oportunistas políticos ha comenzado. Los partidos pequeños, que son la mayoría, buscan alianza con los partidos grandes, como una manera de obtener beneficios económicos y políticos personales. Los “chaqueteros”, les llaman en Ecuador y otros países. Son aquellos que cambian de partido como quien cambia de camisa o de chaqueta, que hoy están en un partido y mañana en otro; que levantan una bandera hoy y mañana otra de otro color; que no tienen vergüenza, ni principios. Para ellos la ética, ni la moral, están relacionados con la política. Lo único que les importa es el beneficio que pueden lograr. A los oportunistas los hemos visto en todos los procesos electorales.
La zafra de los buitres de la campaña electoral ha comenzado. Andan como perros rabiosos buscando alianzas. Sabemos de muchos partidos dirigidos por una o dos personas, sin membrecías. Militantes y simpatizantes alquilados. Lo penoso, lo lamentable, es que muchos ciudadanos han entrado en ese juego perverso de prestar sus nombres y los de sus familias para actos tan indignos.
Para los oportunistas de la política, los que andan “buscándosela” con los partidos grandes, el país no le importa. Para ellos la adhesión a un partido, la militancia seria y comprometida de noble propósitos, desapareció. La ideología y los principios eran verde y se los comieron los burros. A esos personajes, los detesto porque de algún modo son responsables de los males del país.
El expresidente ecuatoriano y gran intelectual, Rodrigo Borjas, en su “Enciclopedia de la Política”, dice que “el oportunismo es la habilidad que ciertos políticos tienen para sacar provecho personal de las distintas situaciones que les presenta la vida”. “El concepto, sigue diciendo, es una mezcla de arribismo, avilantez, y desvergüenza. Está íntimamente ligado a la cultura política de cada pueblo”.
El “mercado de la pulga” electoral se ha instalado alrededor del PRM, del PLD, y de la FUPU, sobre todo de los dos últimos, que están muy débiles y precisan de un “bulto” electoral, por lo menos mediático. La mayoría de los partiditos y de los movimientos municipales, no aportan nada, no tienen militancia. Ni siquiera aparecen en las encuestas. Los “vividores” de la política, los desvergonzados de la política andan con el cuchillo en la boca buscando “alianza” con el mejor postor sin importarles si es el mejor o el peor. Sus bolsillos están primero que el país. No representan a nadie, solo así mismos. Son los crótalos de la política, capaces de vender hasta a sus madres desde sus entrañas.
Aislar y rechazar la crápula política anidada en algunas franquicias debe ser tarea de los dirigentes políticos verdaderos, por aquellos que luchan por una causa justa, nacionalista y patriótica. Tolerancia cero con los oportunistas que medran en el escenario electoral buscando ventajas personales, exclusivamente.