- La idiosincrasia no tiene que ver con espacios físicos, ni con dominio de habilidades, idiomas, profesiones o técnicas, ni con color de raza, ideas políticas o religiosas.
La idiosincrasia es el conjunto de rasgos y carácter distintivo de un individuo o comunidad, de acuerdo con el diccionario de la lengua española. O la manera de ser de una persona o de una colectividad, manera de pensar, genio, naturaleza, mentalidad, temperamento, índole, particularidad, rasgos, características y costumbres.
La idiosincrasia es entonces un conjunto de ideas, comportamientos, actitudes particulares y propias de un individuo, grupo o colectivo humano, generalmente para con otro individuo, grupo humano o país.
Formas de pensar, entender y actuar de un colectivo que se diferencia de otros grupos por el lenguaje, idioma, costumbres, credos, gustos y hasta actividades sociales.
La idiosincrasia no tiene que ver con espacios físicos, ni con dominio de habilidades, idiomas, profesiones o técnicas, ni con color de raza, ideas políticas o religiosas.
Por esto sabemos que los mexicanos, tan cerca de los estadounidenses (pues estos se apropiaron de una enorme cantidad de sus tierras), nunca han sido iguales y son totalmente diferentes en idiomas, religiones, gustos y costumbres. Lo mismo pasa con Haití y la República Dominicana, desde que ambos son países en esta tierra de La Española.
Aunque algunos insisten en ver y señalar a los dominicanos como ‘enemigos’ o ‘adversarios’ de los haitianos supuestamente por el color de la piel. Y nada es más incierto.
El asunto es simple, aunque se quiera ver de otras maneras: los haitianos son negros en su inmensa mayoría, hablan francés y otras jergas, gustan de platos muy diferentes a los nuestros y hasta les encanta ver la sangre correr de sus líderes y mandatarios. Celebran con ritos y ritmos propios.
Los dominicanos, en cambio, porque somos negros y mulatos en mayoría y pocos blancos, no podemos ni somos racistas.
Pero sí somos ‘locos’ con la ‘bandera dominicana’, con el chicharrón, la longaniza, la cerveza bien fría, el ron ardiente, el merengue, la bachata y la balada, además de la religión cristiana. Y ni se diga del ‘sancocho’, cocido o el whisky.
Fuera de los sufrimientos de los dominicanos en el período 1822-1844, en que estuvimos intervenidos y denigrados por tropas haitianas, nosotros nunca hemos querido pelearnos, llevarnos mal ni criticar a los vecinos por sus comportamientos, costumbres, colores, sabores y gustos.
Todo lo contrario. Los hemos asistido en todo lo que nuestra pobreza nos ha permitido hasta el día de ayer.
Pero, como nadie quiere a haitianos en sus territorios (entiéndase USA, Canadá, Francia, Venezuela, Cuba, Puerto Rico, Guyana, Chile, Colombia o Centroamérica), entonces ‘algunos’ quieren seguirle echando la carga haitiana a República Dominicana.
Decir que somos racistas, xenófobos y enemigos de los haitianos es una infamia, una que hasta Dios condenaría en cualquier escenario.
Y para los que han vivido y viven apoyando a Haití por ser el segundo país que proclamó su independencia en América, y porque SUPUESTAMENTE sepultó la ‘esclavitud’, debo decir que esto último nunca ocurrió.
Pues Louverture, Desaliness, Pétion, Boyer y otros de sus primeros dirigentes o ‘libertadores’, fueron agresivos y antihumanos con los propios haitianos, a quienes usaron como peones, agricultores, siervos y en servicios denigrantes.
Algunos historiadores, como don Pedro Mir y Olivier Batista Lemaire, han escrito sobre el particular con datos irrefutables que, cuando se conozcan, dejarán desnudos a muchos anti-dominicanos vestidos hoy con otras banderas.
Junio de 2023.