El 99% de los abogados son honestos y si usted es uno de ellos siéntase orgulloso.
Por Amadeo Peralta/abogado
Recientemente, un fiscal me comentó que cuando tal abogado va a su despacho, no le cree aun sea verdad lo que dice, por la frialdad con que suele hablar mentiras a tal punto que parece que el propio abogado ya se las cree lo que es digno de ser estudiado por la psiquiatría y estoy seguro de que los jueces que lean este artículo recordarán enseguida algunos seres especiales como los mencionados y no los culpen, pero ayúdenlos que necesitan asistencia psiquiátrica para controlar la impulsividad de ser mentirosos.
El 99% de los abogados son honestos y si usted es uno de ellos siéntase orgulloso, pero no podemos negar que todos los profesionales se forman inicialmente en el hogar y si una persona viene con deficiencias de conducta y con malas costumbres desde el hogar no podemos esperar que en su vida profesional no practique lo que de nacimiento sabe, pero hay un 1% que jode la moral de los demás y esos seres especiales la sociedad debe tenerlos muy en cuenta por ser un reto a combatir.
En opinión del abogado Amadeo Peralta, entiende que pudiera estar equivocado, pero entre todas las profesiones liberales la profesión de abogado es la que más exige honestidad, respeto, confianza, rectitud, seriedad e integridad personal, quienes no tienen nada de esto están destinados al fracaso y seguramente no entenderán la profundidad de este análisis porque para esos pocos “el fin a perseguir justifica sus medios”.
En el ejercicio de la abogacía, cuando un abogado se dedica a defender un cliente diciendo mentiras delante de colegas, jueces y fiscales y hasta en los medios de comunicación, no sabe el daño que se hace como persona, como profesional y la confianza que pierde frente a quienes están para impartir una solución judicial a sus casos, ya que la mentira se hace demasiado evidente a flor de labios.
Un abogado pierde respeto, estima y consideración cuando hace parte de sus argumentaciones, la mentira y no se dan cuenta de que muchas personas, incluidos sus propios clientes no confían en ese abogado sobre todo cuando sus mentiras se convierten en el pan nuestro de cada día, las cuales las pronuncia de manera normal como si quienes están a su lado no se percatan de la batería de embustes que él mismo dice a tal punto que lo he visto personalmente mientras le suena una llamada y el abogado contesta “sí, estoy llegando” siendo mentira, o dice delante de otro “estoy en La Vega”, estando en la capital, entre un millar de mentiras que las dice delante de sus hijos, esposa o empleados y colegas y a veces las celebra. Si usted es uno de esos, revísese que algo anda muy mal en su personalidad y seguro necesite ser visto por un profesional que maneje estas conductas desviadas.
Un defecto paralelo y mortal en la profesión jurídica es la adulación maliciosa contra un colega a sus espaldas, esto casi siempre producto de la envidia o del éxito profesional del otro abogado, que va avanzando por encima del cadáver profesional de otro colega que no lee, que no se actualiza o que no avanza profesionalmente, porque posee defectos en su personalidad que no le permiten conseguir buenos clientes y recurren a las críticas personales con sus colegas, haciéndole loor a la frase “las críticas a mis espaldas son el honor que hacen la envidia y la mediocridad al talento”.
La mentira y la mediocridad son peores cuando se deben soportar en silencio, cuando la cortesía y la solemnidad te piden que calle ante un abogado emocionado y embriagado de embustes y mentiras, mientras los demás quieren explotar. Eso es un sufrimiento constante en el ejercicio de la profesión, por suerte no generalizado.
Me llama la atención como un abogado es capaz de decir una mentira atroz y luego irse a dormir “tranquilo”. Quisiera que la psicología pudiera definir estas conductas de cómo un abogado es tan capaz no solo de tragarse una pasta de jabón y ni siquiera eructar, sino hasta si fuera necesario tragarse un tiburón para justificar sus medios, por suerte son la excepción porque el 99% de los colegas no lo hacen y sé que la clase jurídica ha tenido la oportunidad de encontrarse alguna vez con esos seres excepcionales y dignos del estudio de la psiquiatría.
Cuando un abogado jura ante Dios por la patria y por su honor, respetar y hacer respetar las leyes, sus principios morales y éticos, es con el deber de darle honor a la profesión, los jueces y fiscales están en el deber de amonestar verbalmente al abogado mentiroso porque este con sus mentiras intenta influir en ellos y llevarlos o inducirlos a error en sus decisiones, por eso deben ser descubiertos de inmediato y hacérselos saber, con eso contribuyen a limpiar el entorno de esos fabuladores, mentirosos y sinvergüenzas en beneficio de dignificar la profesión.
Hay abogados que cuando hablan ya han perdido tanto la credibilidad moral que de antemano, nadie les cree aún estén en ese solo instante diciendo la verdad, eso es fatal para un abogado cuando su credibilidad se la comieron los cuadrúpedos realengos y él ni siquiera se da cuenta.
Las excusas banales e injustificables en un abogado les son perjudiciales frente a sus clientes, jueces y fiscales, un abogado que les haya prometido una solución mágica o imposible a su cliente solo por cobrarle honorarios al final quedara muy mal, perderá el caso, el cliente y fácilmente estaría sometido frente al tribunal disciplinario del colegio de abogados, viendo como le dan por la cabeza con todos los artículos del Código de Ética.
Los abogados aspiramos a una profesión libre de abogados mentirosos, fabuladores mediocres, hipócritas, que por cobrar dinero son capaces de atropellar a quienes se les cruce en agitada marcha al fracaso, abogados que intentan defender lo indefendible alegando que poseen licencia para ello, desvirtuando el derecho, en total impertinencia dilatan los procesos, acuden a recursos que la ley no permite, recusan jueces que intentan aplicar la ley, idean descabelladas salidas extrajudiciales, recurren al fraude moral y perverso y son expertos en la desaparición de expedientes, recurriendo a todo tipo de falsedades; que no logran comprender que no es sano el que “el fin justifique los medios” y que tarde o temprano esas acciones se van a revertir en su contra.
En cada tribunal hay cientos de casos que si los abogados que los depositan hicieran una reflexión con sus conciencias no los depositaran, porque ellos mismo saben que solo pretenden burlar al juzgador con esos adefesios plagados de mentiras.
Invito a mis colegas a buscar y leer diversos artículos vinculados con este tema y cuyos títulos en Google son: ¿Hay que ser mentiroso para ser abogado?, ¿son corruptos los abogados?, ¿Cómo es el día de un abogado?, ¿Cuáles son las series o películas que todo abogado debe de ver?, ¿Cómo es trabajar en un bufete de abogados de élite?
Cualquier parecido de este artículo con la realidad, no lo tome para usted, ni tampoco me refiero a nadie en particular, si no, asúmalo como una pura casualidad, pero compártalo.