Ninguno de los otros países que comparten una misma isla forjó su independencia separándose del otro.
Si era bola de ensayo, se le permitió avanzar más de lo tolerable, antes de que el Gobierno por vía del Ministerio de Interior y Policía dejara las cosas en claro: que los extranjeros en República Dominicana no pueden protagonizar manifestaciones masivas, y que hacerlo es una de las causas de expulsión que pauta la Ley General de Migración en su artículo 122, incisos 1 y 2:
“Cuando realizare en el país actividades que afecten la paz social, la seguridad nacional o el orden público…”
“Cuando en violación a las disposiciones legales no se abstuviese de participar en actividades políticas en territorio de la República Dominicana”.
A pesar de que el impedimento para ese tipo de acciones es categórico, parece que las autoridades despertaron por el rechazo que la convocatoria fue levantando en distinto sectores de la vida nacional
Que esa prohibición luce arbitraria en una democracia y que en otros países del mundo las diásporas tienen derecho a movilizarse y a reclamar reivindicaciones, como ocurre, por ejemplo, en los Estados Unidos, que no es un país sino una federación de Estados en el que confluyen todas las nacionalidades del mundo y diásporas tan poderosas como la judía, o tan numerosas como la mexicana, la puertorriqueña que es también estadounidense, y las de otras naciones hispanas.
República Dominicana tiene condición única en el mundo de tener el asiento total de dos estados distintos en una misma isla; donde quiera que más de un estado ocupen territorio insular son colonias de países arraigados muy lejos de esa vecindad y sin los niveles de desproporción en la economía y el desarrollo.
Ninguno de los otros países que comparten una misma isla forjó su independencia separándose del otro, y sobre ninguno pende la presión migratoria que llueve sobre RD.
El pretexto de iniciar movilizaciones para clamar por una solución de la crisis haitiana deja abierta la trocha para luego empezar a reclamar derechos sobre el país que ha tenido que guameársela con una invasión pacífica, y al que se persigue por distintas vías para responsabilizarlo por apatridia
A diferencia de lo que pudiera ser una movilización haitiana en Canadá, Estados Unidos o Europa, en República Dominicana huele a intromisión en los asuntos haitianos, por la que se responsabilizaría al Gobierno y a la clase política.
Y peor aun sería el escenario en el que por parte del público o de los participantes se produjeran hechos violentos, que pudieran desencadenar pobladas.
Nuestro país ha sido muy cuidadoso al procurar que la comunidad internacional asuma su rol frente Haití. Tiene la disposición de colaborar con la estabilización del vecino, pero no debe colocar a ningún soldado dominicano como parte de una misión de paz, porque ese hecho los haitianos jamás lo creerían de buena fe, tampoco puede consentir que se use el territorio dominicano como vía de una intervención en Haití, que luce incierta porque los vetos de China y de Rusia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, impedirán que se materialice a través de ONU.
Estados Unidos y Canadá estarían conminados a asumir la responsabilidad de la iniciativa, y no parecen tener estímulos fuertes para embarcarse en esa misión, habiendo una que les gusta más y los arriesga menos: arrojar medio Haití sobre la República Dominicana.
La bola de ensayo ha sido retirada, pero hay que mantener la alerta, porque esa supuesta protesta por Haití puede ser una carambola.