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Un tinte, dos cortes y tres blowers

Conversaciones con la diáspora. -Jocelyn Díaz

Por Jason Prats

Riverview, Florida -Estados Unidos. Jocelyn Díaz nace en la capital dominicana entre los sectores Simón Bolívar y el Ensanche Luperón, según me cuenta. En la época donde el Telecable se popularizaba y los dominicanos comenzábamos a tener referencias del extranjero, más allá del cine y los relatos de familiares que regresaban al país de visita para las navidades. Pero esta capitaleña tiene corazón cibaeño. Sus continuas visitas a la provincia Espaillat a estar con su abuela Josefa, le cedió el sentimiento de tierra adentro, de loma y de amor al trabajo de sudor en la frente.

Jocelyn nos cuenta sobre su infancia sin reservas. Y como esos escapes a Moca eran los momentos de mayor alegría. “Jason”, me dice, “fue una niñez y adolescencia difícil. La separación de mis padres y la condición médica de mi hermano me impactó mucho. Pero cuando estaba en Moca, me olvidaba de todo. Pasé mis mejores días, bajo una mata comiendo mangos”, riéndose nos dice.

La joven oriunda de lo que deduzco hoy es el barrio Capotillo, siempre fue social. Incluso una joven líder comunitaria que organizaba excursiones para los muchachos del barrio y sus compañeros de la escuela. Su sonrisa y empeño siempre ha sido contagioso. Incluso en ocasiones tanto que hasta le impedía ver las limitaciones de su entorno. “Recuerdo que le dije a un familiar cercano, que quería entrar a la universidad y este se rio y me dijo, no es para la universidad que tú quieres ir, es para la maternidad.” Su entorno, como el de toda joven de bajo recursos para la época, se veía limita más por las opiniones y realidades de sus familiares que por las oportunidades que en realidad estaban al alcance. La respuesta a sus inquietudes y el rechazo a la negación de los demás, fue confrontado por su madre, María Magdalena, con algo más practico y accesible. Esta la apoya para que se enfoque en conquistar algo tangible y que le de retorno de inmediato. Un certificado en belleza con el que inicia su primer saloncito, en la sala de la casa.

Para que un pobre sea exitoso, es fundamental que sus alcances estén definidos por el empeño, el ánimo y el apoyo familiar.

Hay un momento en la vida, cuando uno entiende que nació en condiciones limitadas y que las cosas serán más difíciles para uno que para otros. Esa realización se acepta sin mucha lucha, y a partir de ese instante se identifican las opciones para superarla. A pesar de ello, Jocelyn siempre ha sido un ser positivo y nunca ha culpado a su país o nadie por su realidad. Pero me cuenta como “un día en el supermercado, vi una señora con su carrito lleno y me dije, yo también algún día podre llenar mi carrito… yo también iré de vacaciones a dónde van los extranjeros.” No escuché ni ira ni complejo en sus palabras, sino que se había hecho consciente y que tal vez en ese momento, reflexionó sobre Estados Unidos, como opción.

Mientras se celebraba el Quinto Centenario en República Dominicana, Jocelyn estaba llegando a New York con documentos ilusorios y con más planes que tiempo, como suele suceder con todo inmigrante. “Los primeros días sentí una depresión profunda”, nos cuenta. Pero como todo inmigrante siempre encuentra un samaritano que nos apoya, el mío lo fue de sangre, Juan Morel, mi tío. Jason, lo adoro. Me recibió y me guio y hasta el día de hoy sigue siendo esa figura de padre para mí.”

Ya habían pasado siete fríos inviernos y siete calurosos veranos sin poder ir a su país. “Jasón, empecé a tener problemas con su pareja. Incluso entré en una depresión tan mal que, si veía a alguien con unas maletas, me ponía a llorar…”. La cruel realidad de las mujeres que emigran. Que de un momento a otro se pueden quedar sin papeles y sola.

Jocelyn trató de corregir su estatus migratorio, pero como sucede con muchos inmigrantes ilegales, fue engañada. “Pagué mi dinero y agoté mi proceso, hasta que llegó el día de la cita de migración. Y la persona no estuvo ahí. Se esfumó. Y yo sola en aquel lugar”, nos cuenta. Nos dijo que el oficial la cuestionó y la acusó de presentar un caso falso, diciéndole que él sabía que lo de ella no era real. “Jasón, salí de ahí bien asustada, pensando que sería deportada.”

Vio que habían pasado dos años y que no había recibido ninguna comunicación sobre sus estatus, así que volvió a intentar con una persona que le aseguró que a través de sus relaciones le podría conseguir un permiso de trabajo. “El señor recomendado llegó al encuentro con cara de molesto y yo más asustada que nunca mientras me preguntaba, que porqué yo le había hecho perder su tiempo…”

Ese día Jocelyn se enteraría de que tenía dos años con residencia. Que aquel oficial grosero le había procesado favorablemente su petición. “No escuche más nada de lo que ese señor me dijo, solo sé que le brinque encima de la emoción tan grande. Ese día se abrió una luz para mí, Jason.” Si acercamiento a lo cristiano le estaba cediendo luces donde por mucho tiempo solo veía oscuridad.

Con el cuerpo aquí y la mente allá, Jocelyn cede a la noticia, como todo inmigrante que proviene de una nación a la que puede regresar. Enfocado en ahorrar, con el interés de regresar a su país y poner su salón. Allá, donde siempre fue feliz.

Para todos los que vivieron en Estados Unidos en el 2001, saben lo difícil que fue después de los ataques del 11 de septiembre, en especial en Nueva York. “La cosa se puso difícil Jason. Por eso terminé mudándome a la Florida con Eric, mi hijo más grande, luego de que mi tío Juan, me convenciera… envié temporalmente a mi hija pequeña, Magdalyn, a quedarse con mi mama en RD y mientras tanto los planes de yo volver estaban se pusieron en pausa.”

“Pensé que, porque tenía mis “papeles”, todos mis problemas estaban resueltos. Pero no.” Jocelyn compró un salón, pequeño, donde apenas cabían dos sillas. Pensando que creado el punto ya era suficiente para echar pa´lante. Pero la señora que le vendió, montó otro en su casa y se llevó la clientela con ella. “Jason, de esa experiencia y otras que le siguieron, conocí lo que es una demanda, perder mi carro y luego mi casa, por tratar impulsar un negocio. Oye, ser emprendedor no es vida fácil. Y lograr ser exitoso en Estados Unidos, aún más difícil.”

Así como con su tío Juan se confirma el dicho de que todo inmigrante siempre encuentra un familiar que le da apoyo, una visita de su hermana, Yanet, lo reafirma. Esta vez, literalmente para salvarle la vida.

Su hermana detecta una condición rara cuando Jocelyn está durmiendo, y le urge a que visite varios doctores en RD. Estos la diagnostican con depresión crónica y bipolaridad.

“Yo seguí al pie de la letra las indicaciones del doctor. Y en unos meses era una persona nueva. Hubo tiempo donde no tenía deseos de vivir, pero ahora Jason, estoy tranquila, relajada y en los caminos del Señor.”

Hoy Jocelyn tiene un salón con 7 sillas, grande como siempre lo soñó. Tiene dos casas en su isla, una construida para su madre y otra para cuando regrese. Y como era de esperarse, la muchacha que organizaba excursiones para los muchachos del barrio y la escuela hoy es activista social y comunitaria en el área de la bahía de Tampa en el estado de la Florida.

“Siempre pensé que iba a regresar a RD, ayudar a mi gente allá, pero recordé, que aquí, yo también tengo gente a mi alrededor que necesitan ayuda. Estoy agradecida con la vida, y aprovecho para decirle a todo aquel que esté sufriendo de problemas de salud mental, que no tema en hablarlo. Que visite un profesional, pues la depresión y la ansiedad es como cualquier otra enfermedad, como diabetes y la presión. Y para todas hay medicamentos.

Le pregunté a Jocelyn sobre si el regresar a RD, ¿aún está en pausa o si piensa regresar prontamente? Me responde tal cual. “Mira, yo acabo de llegar de un viaje de Europa, y este me ayudó a reforzar mi sentimiento sobre mi Quisqueya. Óyeme, no la cambio por nada. Es el único país que muestra felicidad en todas sus esquinas. Desde el limpiabotas hasta el que vende frutas… tengo que regresar a mi tierra, antes de que esté muy vieja, para volver a sentarme a disfrutar mis mangos, bajo mi mata.” Su respuesta me confirma lo que todo otro que vive en el exterior siente. Que si, que piensa regresar. Pero antes, hay que aún dar un tinte, dos cortes y tres blower.

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