La oposición por su lado, en un camino repleto de intrigas y asechanzas, realiza esfuerzos aliancistas, imprescindible para tratar de contener el poderoso aparato releccionista.
El tiempo apremia y todos los partidos y aspirantes aceleran sus pasos porque hay votos que pescar, mientras sube el tono de las asperezas y confrontaciones entre los actores políticos.
El presidente Luis Abinader y el oficialista PRM despliegan una puesta en escena, en la que cada día sumarán más voces al coro que reclama la repostulación del mandatario, incluidas sotanas, y mientras él “lo piensa”, “reflexiona” encabezó la inauguración de 18 obras en el fin de semana.
La oposición por su lado, en un camino repleto de intrigas y asechanzas, realiza esfuerzos aliancistas, imprescindible para tratar de contener el poderoso aparato releccionista en las municipales de febrero y las presidenciales y congresuales de mayo del 2024.
Los procesos judiciales estarán presentes en el debate, con sesgos descuartizadores en las redes sociales, y el árbitro electoral y fiscales y jueces serán lanzados al ruedo electoral sin importar consecuencias institucionales. Solo importará el “triunfo” circunstancial, aunque solo sea de horas.
Todos los análisis coinciden en que la oposición dividida sería barrida por el oficialismo en los dos procesos electorales, aunque hay que dejar espacio a la posibilidad de coyunturas económicas, sociales, políticas que hagan trizas lo asumido.
Abinader, puntero en las encuestas, conserva un dominante aprecio público que trata de mantener y aumentar impregnando dinamismo a su gobierno en la realización de obras y modernización de servicios con apoyo de las tecnologías de la información y comunicación y colocándose al frente de la solución de áreas críticas como la seguridad ciudadana, aún a riesgo de su imagen.
El Partido Revolucionario Moderno (PRM) trata de fortalecerse y crecer, captar opositores, con énfasis en los alcaldes; recibir a los partidarios de la consigna “arriba con presión, que abajo con depresión” y enfrentar crisis reputacionales como los casos de candidatos con procesos judiciales abiertos y otros impugnados socialmente.
En el archipiélago opositor hay delicadas situaciones que salvar, entre egos inflados, malquerencias, chismes, conspiraciones y zancadillas. El Partido de la Liberación Dominicana y Fuerza del Pueblo, los más grandes, trazan la ruta, aunque en las filas de estos es que persisten las mayores dificultades.
Peledeistas y fuercistas se necesitan, pero como en las reconciliaciones, afloran los peores momentos (“Ruidos”, de Sabina) y las posturas egoístas de quién se beneficiaría más. Ni con contigo ni sin ti…
En el PLD, contrarios a la alianza aún maniobran, mientras en la Fuerza del Pueblo, algunos resisten “perder sus posiciones”, emocionados al ver sus imágenes mejoradas por la tecnología y recibir el apoyo de familiares y cercanos simuladores.
El problema está fundamentalmente en las provincias y municipios de mayor votación y de significado político: Distrito Nacional, Santiago y Santo Domingo Este.
Los peledeistas, apoyados en la fortaleza de su estructura quieren las alcaldías del Distrito Nacional (858, 890 electores), Santo Domingo Este (715, 174 electores) y Santiago de los Caballeros (591,545 electores). Datos del 2020.
De ganarlas, el impacto y empuje para la primera vuelta electoral en las presidenciales y congresuales podría dificultar el segundo lugar que hasta ahora ha mantenido Leonel Fernández en las encuestas.
El PLD precisa de FD para las municipales de Santiago, ciudad del actual alcalde y candidato presidencial Abel Martínez, donde el oficialismo concentra recursos y proyectos de infraestructura para intentar una derrota humillante que desmoralice a los morados para el certamen de mayo.
En el Distrito Nacional, Omar Fernández (indefinida aún su candidatura) requiere el voto peledeista para su triunfo y evitar un tropezón en su ascendente carrera y además, que se compute la derrota al líder de FD.
Y tomar en cuenta, que pese a los desmentidos Guillermo Moreno sigue en la tómbola perremeista.