A ello cabría sumar que todas esas sustancias, sintéticas o naturales, pueden reaccionar entre sí y por su contacto con el entorno, dando lugar a infinidad de compuestos, en mezclas muchas veces impredecibles.
Por Antonio Contreras Berroa
El medio ambiente puede jugar un papel relevante en la carga global de enfermedades. La OMS estimaba, advirtiendo que se trataba de unos cálculos moderados, que "en todo el mundo el 24% de la carga de morbilidad (años de vida sana perdidos) y aproximadamente el 23% de todas las defunciones (mortalidad prematura) eran atribuibles a factores ambientales”.
Estimaciones científicas más recientes han revisado al alza parte de las cifras. Esto ha sido así, al considerar una serie de aspectos que habían sido pasados por alto en las estimaciones de la OMS y que tienen que ver con uno de los factores ambientales que pueden ser más relevantes, en especial en algunas regiones del planeta: la contaminación química. Son cantidades considerables de compuestos químicos, buena parte de los cuales son sustancias sintéticas creadas por el hombre y que, por lo tanto, no estaban presentes en la naturaleza. De modo que el contacto de los seres vivos con estas sustancias ha planteado unos retos biológicos sin precedentes en la historia evolutiva.
Además, es un volumen de química sintética extraordinariamente heterogéneo. Son decenas de miles de sustancias sintéticas diferentes: 143.000 fueron pre-registradas en Europa al ponerse en marcha el Reglamento REACH. Por otro lado, la actividad humana ha hecho también que se incrementen los niveles de presencia de una serie de sustancias o elementos naturales. A ello cabría sumar que todas esas sustancias, sintéticas o naturales, pueden reaccionar entre sí y por su contacto con el entorno, dando lugar a infinidad de compuestos, en mezclas muchas veces impredecibles. La asociación entre la exposición a sustancias químicas y el cáncer es muy antigua en la literatura científica (un ejemplo son aquellas observaciones del siglo XVIII sobre el cáncer de escroto en los deshollinadores). El cáncer es un conjunto de enfermedades muy diversas que, en cuanto a su etiología, y como sucede también con otras patologías, es multifactorial. Según la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), organismo perteneciente a la Organización Mundial de la Salud (OMS) se espera que la incidencia global del cáncer crezca un 75% para el año 2030. Se pasaría, según esta predicción, de los 12,7 millones de casos nuevos que había en 2008 a 22,2 millones en 2030.
Es de reseñar el hecho de que, en los países con un más alto nivel de vida, pese a que representan sólo un 15% de la población mundial, se concentra cerca de un 40% de los cánceres globales. Este hecho puede ser indicador del peso de una serie de factores, entre ellos los ambientales, en la etiología del cáncer. También puede serlo la circunstancia que refieren algunos investigadores de que las personas de sociedades tradicionales, en las que el cáncer es mucho menos frecuente, cuando migran a sociedades desarrolladas ven aumentar las tasas de cáncer que padecen . En este caso concreto, una parte importante de la prevención primaria debiera pasar por reducir o evitar la exposición a una serie de sustancias químicas contaminantes. Es lo que han hecho notar, por ejemplo, los centenares de científicos que, encabezados por varios premios Nobel suscribieron en 2004 el denominado Llamamiento de París que advertía que la contaminación química podría estar "contribuyendo de forma importante" al incremento de incidencia del cáncer al que se asiste, en especial desde 1950. Los firmantes lamentaban que "la mayoría de las sustancias o productos se introducen en el mercado sin haber sido objeto, previamente y de forma suficiente, de test toxicológicos y de estimación de riesgos para el hombre" y que "la contaminación química bajo todas sus formas se ha convertido en una de las plagas humanas actuales". En el año 2010 el prestigioso President´s Cancer Panel, entidad que asesora las prioridades que debería tener el Programa Nacional del Cáncer de los Estados Unidos, se pronunció en el mismo sentido. Llamando la atención sobre el importante peso que los factores ambientales, y en especial los contaminantes químicos, pueden estar teniendo en el incremento de casos de cáncer.
Inquieta, por ejemplo, el escaso número de sustancias testadas o incluidas en los listados oficiales de sustancias cancerígenas y que muchas de las sustancias que oficialmente se tienen como "no cancerígenas" -que siguen autorizadas y para las que en algún caso se han fijado niveles supuestamente "seguros"- puedan estar también contribuyendo, sin embargo, a través de una serie de mecanismos, al desarrollo o progresión del cáncer. Los autores de una importante investigación internacional colectiva publicada en 2015, apuntaban que "factores vinculados con el modo de vida son responsables de una parte considerable de la incidencia del cáncer a nivel global" y que algunas estimaciones hechas hasta ahora, como algunas de la OMS que atribuyen sólo hasta casi un 20% del cáncer a la exposición a sustancias tóxicas, pueden estar subestimando enormemente el papel real de los contaminantes en el problema. Instaban a que se tuviese en cuenta el conocimiento científico más actual sobre la biología del cáncer y que, en atención a ello, se realizase una profunda revisión de los métodos que actualmente se emplean para la evaluación del riesgo carcinogénico por parte de la OMS. Porque tales métodos no contemplarían adecuadamente todos los factores que podrían estar implicados en el cáncer. Por ejemplo, no se tendría en cuenta que la exposición ambiental, a dosis bajas, a mezclas de sustancias tóxicas, puede originar unos efectos combinados que potencien los efectos cancerígenos.
Pedían también que en las evaluaciones de riesgo se incluyesen los efectos que se pueden causar desde el periodo embrionario o por exposiciones a niveles muy bajos de concentración a mezclas de contaminantes a lo largo de toda la vida, así como los efectos derivados de la disrupción endocrina. Los autores de la investigación evaluaron diferentes tipos de cáncer y de contaminantes -en total 85 sustancias tomadas como ejemplo- así como diferentes mecanismos que podrían estar implicados en el desarrollo de la enfermedad. Muchas sustancias podían causar efectos a dosis muy bajas e incluso dudándose en algunos casos de si existía concentración alguna a la que pudiesen no causarlos. La investigación sugería que "los efectos acumulativos de sustancias químicas individuales (que se consideran no carcinógenas) que actúan a través de diferentes vías, y una variedad de sistemas, órganos, tejidos y células relacionados, podrían aliarse conspirar plausiblemente para producir sinergias carcinógenas". Así, sustancias tenidas por "no cancerígenas" cuando se consideran sólo una serie de mecanismos carcinogénicos limitados, pueden serlo si se tienen en cuenta adecuadamente otros factores que pueden favorecer la progresión de los tumores: inmunotoxicidad, daño de los mecanismos de reparación del ADN, disrupción endocrina. La investigación alude a diversos tipos de sustancias entre las que se cuentan muchos pesticidas, cadmio, bisfenol A, ftalatos etc. A sustancias como estas se sumarían otros posibles contaminantes. Compuestos que pueden llegar al organismo a través de diferentes vías al estar presentes, por ejemplo, en infinidad de objetos y productos de la vida cotidiana. Porque, como señalan múltiples investigaciones, ese tipo de factores no pueden explicar el fulgurante incremento de la incidencia del cáncer que se ha dado en las últimas décadas. Como señalan acertadamente algunos investigadores, “simplemente, los genes no cambian tan deprisa”. Diferentes estudios muestran el predominio de lo ambiental sobre lo genético en el cáncer. Por otro lado, es importante resaltar también que algunos de los cánceres que más crecen en incidencia se dan en personas jóvenes. Basta ver lo que sucede con cánceres como el de testículos, un cáncer cuya incidencia ha crecido espectacularmente y que “afecta más comúnmente a hombres de entre 20 y 30 años". El cáncer de testículos habría doblado su incidencia en 40 años en los países desarrollados. El hecho de que también haya crecido notablemente la incidencia de diferentes tipos de cánceres infantiles es otro elemento para tener en cuenta. En el Reino Unido, por ejemplo, las tasas de cánceres infantiles, en la adolescencia y juventud habrían crecido un 1.5% anual.
Cánceres como los de próstata o mama, en los que algunos contaminantes con efecto hormonal podrían desempeñar un papel, han crecido espectacularmente, llamando la atención, por ejemplo, que cada vez haya más casos de cáncer de mama en mujeres jóvenes. Algo que es extraordinariamente preocupante, toda vez que en estas los tumores son más agresivos. Ciertamente, es necesario tener en cuenta lo que hoy dice la ciencia para, más allá de posibles simplificaciones, e intentar explicar algo mejor que la complejidad de factores que pueden haber influido, por ejemplo, en que la incidencia global del cáncer creciese nada menos que un 85% entre 1950 y 2001 o en que, lejos de existir una desaceleración, las tendencias actuales sean aún peores. Algunos investigadores apuntan que el incremento de las tasas de cáncer ha coincidido en el tiempo con una serie de cambios muy notables en los modos de vida que se han producido singularmente desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Uno de estos cambios ha sido el ya referido auge, sin precedentes en la historia humana, de la industria química con todos sus productos: pesticidas sintéticos, disolventes, detergentes, plásticos, colorantes. Un aspecto que puede ser significativo es que el cáncer “es más común en ciudades, en estados agrícolas, cerca de puntos de vertido de residuos peligrosos, en lugares donde llega el viento desde ciertas industrias, y alrededor de ciertos pozos de donde se extrae agua para beber. Los patrones de una alta incidencia y mortalidad por cáncer están ligados a áreas con uso de pesticidas, exposiciones laborales tóxicas, incineradoras de residuos peligrosos y otras fuentes de contaminación”. Se han realizado multitud de estudios sobre el particular a lo largo y ancho del planeta También distribuciones geográficas concretas de determinados niveles de incidencia de tumores como el de páncreas, colon, útero, mama, estómago, pleura, etc. Con frecuencia se apreciaba una concordancia entre áreas con presencia de una serie de industrias u otros factores y las áreas con una mayor incidencia. Otros datos, como los compilados por la Universidad Pompeu Fabra, muestran excesos apreciables de mortalidad por algunos tipos de cáncer en algunas zonas como Huelva. En otros países son numerosos los estudios que han asociado la posible exposición a una serie de agentes químicos y un incremento de riesgo, por ejemplo, de cánceres infantiles. Así, se apunta, las tasas de crecimiento de los cánceres infantiles -que tuvieron un incremento del 22% en la incidencia de tumores entre los 0 y los 19 años de edad tan sólo entre 1973 y el año 2000- “es una de las más convincentes evidencias del papel de las exposiciones ambientales y ocupacionales en la causalidad del cáncer”. Ello hace especialmente interesantes los resultados de algunas investigaciones que muestran excesos notables de estos problemas oncológicos en la proximidad de una serie de actividades industriales. También se han encontrado excesos de riesgo en zonas agrícolas, con un considerable uso de pesticidas. Vivir cerca de algunos cultivos, en los que se usan ciertos pesticidas, podría incrementar el riesgo de algunas leucemias y otros cánceres infantiles. Numerosos estudios muestran excesos de incidencia de diferentes cánceres, sea en niños o en adultos, en la proximidad de fuentes de exposición a diferentes sustancias químicas contaminantes.
El autor es presidente de la Asociación Dominicana de Ozonoterapia (ASDOOT)