Con la promulgación de la referida ley se ha dado un paso relevante que marca la pauta para consagrar el derecho que tienen las personas con discapacidad auditiva.
El 2 de agosto de 2023 el presidente Luis Abinader promulgó la Ley 43-23, que reconoce el lenguaje de señas en la República Dominicana como medio o sistema lingüístico oficial para las personas sordas.
Se trata de una importante iniciativa que fue aprobada por nuestros legisladores la cual ordena a las instituciones estatales y medios de comunicación a utilizar intérpretes para que esas personas puedan comprender los mensajes.
Entre las innovaciones de esa normativa está la institucionalización de un servicio de intérpretes y guías, los cuales, bajo la acreditación del Consejo Nacional de Discapacidad (Conadis), servirán de canal comunicacional para que los individuos con esas dificultades ejercer plenamente los derechos reconocidos por la Constitución y las leyes.
Contempla, además, como responsabilidad de los ministerios de Educación y Educación Superior la promoción de la enseñanza bilingüe, basada en el español y la lengua de señas, debiendo crear programas de capacitación y aprendizaje para maestros y personal administrativo.
Es un logro que se ha generado con esa legislación. En varias ocasiones he visto algún programa en la televisión, principalmente los noticiarios, que tiene un pequeño recuadro en el que una persona va interpretando en este lenguaje lo que se está diciendo. Igual he observado el recuadro en la televisión estatal las veces que el jefe del Estado se dirige a la nación con un mensaje de rutina o para rendir cuentas de su gestión desde el salón de Asamblea del Congreso Nacional. Ocurre, por igual, esa realidad en la mayoría de países occidentales, europeos y asiáticos.
Con la promulgación de la referida ley se ha dado un paso relevante que marca la pauta para consagrar el derecho que tienen las personas con discapacidad auditiva de ser incluidas al sistema comunicacional. Por cierto, la publicación antecede a la celebración, el 23 de septiembre de cada año, del Día Internacional de las lenguas de señas.
Conocer este sistema puede ser muy útil en todas las profesiones, en especial los profesores, policías, psicólogos, médicos y trabajadores sociales, quienes mantienen frecuentes contactos con los ciudadanos de esas condiciones especiales.
Entonces, con esa acción, el Estado dominicano ha sido compromisario con el llamado de la Asociación Nacional de Sordos (Ansordo), que por años ha reclamado el derecho a tener intérpretes en los hospitales y clínicas, los centros educativos y de información, al considerar que es la forma más común de discriminación a la que se enfrentan. En el ámbito laboral, además, alegan que existen rechazos, cuando les niegan un trabajo basado en la concepción de que su discapacidad auditiva es una limitante.
Se ha establecido mediante estudios que los lenguajes de señas se procesan en las mismas áreas del cerebro que se usan para el lenguaje hablado en las personas oyentes. Su origen data del siglo XVI, cuando un monje benedictino decidió enseñar a niños con sordera para comunicarse entre ellos. Se trataba de Pedro Ponce de León, quien se dio cuenta de que, si era capaz de expresarse sin usar la voz, los niños sordos también podrían hacerlo.
Las estadísticas que maneja la Organización Mundial de Salud (OMS) revelan que para el 2020, más del 5% de la población en el mundo padece de pérdida auditiva, esto equivaldría a 466 millones de personas, de las cuales 432 millones son adultos y 34 millones niños.
En República Dominicana, según datos difundidos en el 2017 por la Oficina Nacional de Estadística, un total 97.735 personas tienen una discapacidad auditiva. Seis años después, me imagino, la cifra habrá subido debido a la contaminación sónica que padecemos a nivel nacional.
Pienso que, dada la importancia de ese sistema de comunicación, lo ideal sería inscribirse en un curso para aprender a comunicarse por señas con los individuos que padecen sordera. Así, añadiremos una nueva profesión a nuestro currículo como intérprete de lenguas de señas, una carrera educativa que escasea en el país.