El éxito de los restauradores tuvo como patrón el manual de guerra de guerrillas elaborado por Matías Ramón Mella
Por Andrés de las Mercedes
La guerra de la Restauración de la República Dominicana representa la epopeya de mayor trascendencia en la historia del país. La misma se extendió a todo el territorio nacional lo que permitió la participación de personas de todos los sectores sociales y sus consecuencias incidieron para que el imperio colonial español acelerara su proceso de derrumbe definitivo.
Juan Bosch en su obra La guerra de la Restauración describe este acontecimiento como la página más notable de la historia dominicana, por ser un esfuerzo colectivo, gigantesco, y heroico. Se trató de una hazaña militar singular digna de ser reconocida cada día por su extraordinario valor histórico. Esta guerra de amplia participación popular fue a la vez una guerra de liberación nacional y una guerra social, en la cual las personas se involucraron por patriotismo o en busca de movilidad social ascendente; así como por ambos motivos (Bosch, 2007).
Este introito permite apreciar la dimensión que tuvo la guerra de la Restauración iniciada hace 160 años, el 16 de agosto de 1863 en Capotillo y que se extendió de inmediato a todo el Noroeste y el Norte, y progresivamente al Este y al Sur. La misma fue librada por el pueblo dominicano contra un ejército regular, bien entrenado y equipado, dirigido por oficiales de carrera con vasta experiencia en confrontaciones bélicas, quienes habían combatido en Europa. Esta constituyó un esfuerzo colosal donde se impuso el patriotismo en una confrontación objetivamente desigual.
El éxito de los restauradores tuvo como patrón el manual de guerra de guerrillas elaborado por Matías Ramón Mella, quien fue ministro de guerra y posteriormente vicepresidente del Gobierno Provisional Restaurador. Este instructivo fue asumido por el Gobierno Provisional restaurador; el cual lo promovió y puso en marcha a partir de octubre de 1863 (Cassá, 2006).
Siguiendo la evolución de la guerra de la Restauración se ha podido apreciar que los restauradores de los parajes, las secciones y la zona urbana combatieron acorde con lo previsto en ese manual.
Fue norma que los involucrados en la guerra del lado restaurador evitaran los combates frontales, al tiempo que mantenían bajo fuego, ataques sorpresivos y estrecha vigilancia en todo momento a las tropas anexionistas, procurando siempre dificultarles e impedirles el acceso a los alimentos, el agua, el descanso y al abastecimiento de cualquier medio que les pudiera fortalecer para la guerra.
Los restauradores supieron aprovechar las condiciones del medio que conocían palmo a palmo, utilizándolas como aliadas para causar estragos a las tropas enemigas. Lo hacían cuando éstas estaban en campamento y cuando secciones de ellas por razones de táctica de guerra o de urgencia debido a condiciones adversas se apartaban a atacar o a procurar dar respuestas a necesidades imperiosas de la totalidad de la tropa.
El seguimiento que daba el Gobierno Provisional Restaurador al cumplimiento de las instrucciones sobre cómo combatir a las tropas españolas, y los dominicanos que estaban incorporados a éstas, quedó documentado, cuando se dirigió a varios generales reclamándoles que no se apartaran de las disposiciones dictadas para asegurar el éxito en la guerra restauradora. Al respecto el reconocido historiador Cordero (2003, p.164) afirmó lo siguiente:
En la circular 247 de fecha 26 de enero de 1864 dirigida por el Gobierno Provisional Restaurador a los generales José Antonio Salcedo, Eusebio Manzueta, Gaspar Polanco y Aniceto Martínez, se les ratificó que solamente debían utilizar las tácticas establecidas en las aludidas instrucciones para la guerra de guerrilla, cuya fiel ejecución había dado la victoria a los restauradores.
Los restauradores supieron aprovechar las condiciones del medio que conocían palmo a palmo, utilizándolas como aliadas para causar estragos a las tropas enemigas.
El nombre de Aniceto Martínez en esta circular evidencia el papel preponderante que tenia este extraordinario patriota en la guerra de la Restauración. Sin embargo, es el único de estos oficiales que aún no ha sido suficientemente reconocido a pesar de que cuenta con los méritos para que sus restos reposen en el panteón de la Patria.,
La embestida de los restauradores, quienes salían de donde menos esperaban los españoles, en cualquier momento del día o de la noche tuvo resultados inesperados para los ibéricos, debido a ello la situación de sus tropas era degradante: falta de aprovisionamiento, enfermedades, fuego permanente de las guerrillas y otras penurias.
Aplicando tácticas correctas a la luz del instructivo de Mella era habitual que al llegar a los poblados las tropas anexionistas los encontraran desguarnecidos, las fuerzas restauradoras se ausentaban de los poblados y por tanto los anexionistas los encontraban desolados. Esta situación generaba un estado de desconcierto entre las tropas españolas que era aprovechado por los restauradores para continuar con su plan de ataque desde la táctica de guerra de guerrillas que el Gobierno Provisional Restaurador había instruido y que ellos ejercitaban bajo las ordenes de los generales Gregorio Luperón, Gaspar Polanco, Matias Ramón Mella, Pedro Antonio Pimentel, Santiago Rodríguez, Aniceto Martínez, Eusebio Evangelista y otros. La efectividad de los ataques de las fuerzas restauradoras era demoledora.
Durante la guerra de la Restauración las tropas españolas se batían en condiciones adversas por desconocer el terreno en el que se desplazaban y por enfrentar a un ejército irregular en el que participaban veteranos de las guerras de independencia dominicana. Otro factor desfavorable era que las fuerzas españolas incluían a dominicanos, la mayoría de los cuales eran seguidores del general Pedro Santana, líder de la decadente clase social de los hateros. Muchos de estos, en el fragor de la confrontación armada contra sus coterráneos fueron abandonando las tropas españolas y adhiriéndose a las fuerzas restauradoras.
Esta situación respondía a la desmotivación que se había apoderado de esos dominicanos que equivocadamente se habían involucrado en una causa ajena a sus intereses como ciudadanos de un país que había sido despojado de su soberanía. Estos que habían demostrado en los campos de batalla su superioridad bélica en condiciones adversas, constituían las fuerzas principales del general Santana durante las guerras de independencia, quien en su viraje anexionista logró mantenerlos bajo sus designios, hasta que fueron desertando y colocando el interés de la Patria por encima de la adhesión a un hombre que cegado de ambición y de gloria personal había sacrificado la soberanía que tanta lucha y sangre le había costado al pueblo dominicano.
El paso de estas personas a las fuerzas restauradoras con sus pertrechos militares, inclusive, contribuyó a incrementar la lucha por restaurar la república. A la vez, esta actitud influyó negativamente en las tropas anexionistas acelerando el proceso de desmoralización en que habían caído. Al mismo tiempo incrementaba las posibilidades de triunfo de los restauradores por el engrosamiento de sus fuerzas y el entusiasmo que provocaba recibir oficiales con los subalternos bajo sus órdenes.
Durante la guerra de la Restauración las tropas españolas se batían en condiciones adversas por desconocer el terreno en el que se desplazaban y por enfrentar a un ejército irregular en el que participaban veteranos de las guerras de independencia dominicana.
Esa belicosidad de los restauradores frente a la anexión, también estuvo influenciada por el hecho de que España continuaba siendo una nación esclavista y por tanto asociada a la discriminación que las autoridades y las tropas españolas no disimulaban frente a los mulatos y los negros, quienes constituían la mayoría del pueblo dominicano. Esta aún mantenía sometidos a la esclavitud a los negros en Cuba y Puerto Rico. La población dominicana en su gran mayoría negros y mulatos descendientes directos de los esclavos liberados a raíz de la ocupación haitiana de 1822, percibían amenazada su libertad.
La gente se opuso con ahínco a la anexión porque entendía que ésta implicaba el retorno a la esclavitud y los líderes de las fuerzas restauradoras conscientes de esa apreciación promovieron esa posibilidad. De ese modo crearon condiciones subjetivas que asumidas por los restauradores les hizo imbatibles ante las embestidas implacables que intentaron los jefes supremos de las fuerzas anexionistas con el general José De la Gándara a la cabeza.
Reflexionando, años después de haber sido el principal jefe de las fuerzas anexionistas en Santo Domingo comprendió las raíces históricas de la asiduidad de las personas que le enfrentaron durante la guerra de la Restauración y en tal sentido, De la Gándara (1884, p. 72), tomando como ejemplo el caso de San Cristóbal refirió:
Allí, más que en ningún otro paraje, se conserva vivo el recuerdo y menos borrada la huella de nuestra antigua dominación; los ingenios y las haciendas campestres guardan todavía los linderos trazados por mano española; pero los actuales propietarios de color subido y puro origen africano, por lo mismo que son descendientes de los que antes nos servían y contándose entre ellos aun quien sufrió de nosotros la esclavitud, no hay que decir si abrigaban recelos suspicaces contra los que quizás pudieran restablecer un régimen odiado y maldecido .
Los restauradores de los poblados, en el fragor de la guerra, avalados por las victorias alcanzadas lograron trascender a nivel nacional y fueron pasando del liderazgo militar al posicionamiento político. Esto se evidenció inmediatamente después de la guerra restauradora a través figuras señeras que llegaron la presidencia de la república: José María Cabral, Pedro Antonio Pimentel y Gregorio Luperón entre otros.
No obstante, las repercusiones del éxito de los restauradores aún perviven a través de las relaciones de producción capitalista que surgieron en el país tras la extinción política de los hateros y el inicio de la industria azucarera moderna con la utilización de las innovaciones propias de la primera revolución industrial introducidas por inmigrantes cubanos, estadounidenses y europeos. También están presentes en la región del Caribe a través de la erradicación de la esclavitud en Cuba y puerto Rico, y la independencia lograda por los cubanos a finales del siglo XIX
Fuentes:
Bosch, Juan. (2007). La guerra de la restauración. Octava edición. Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, República Dominicana,
Cassá, Roberto. (2006). Ramón Matías Mella. Colección Tobogán. Tercera Edición. Editora Alfa y Omega. Santo Domingo, República Dominicana,
Cordero M., Emilio. (2003). Características de la guerra de La Restauración. Revista Clío. Academia Dominicana de la Historia, año 70. No. 164. Junio-diciembre, 2002. Publicaciones Banco Central. Santo Domingo, R. D. Págs. 55-62.
De la Gándara, José. (1884). Anexión y guerra de Santo Domingo, Tomo II. Imprenta del correo militar, Madrid, España. (Sociedad Dominicana de Bibliófilos).
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