Los empresarios desean saber qué partido es el más adecuado para invertir en el mismo, tal y como se hace en cualquiera otro negocio; en cambio.
El problema de las encuestas electorales en la República Dominicana es que no están debidamente reguladas, ni supervisadas por el órgano constitucional competente en materia electoral que, lo es la Junta Central Electoral (JCE). De ahí su falta de rigor oficial y, por vía de consecuencia, su falta de rigurosidad científica, pues cada empresa queda autorizada a emplear su propia metodología, sin que exista un mecanismo de verificación previo a su publicación. Es decir, el país carece de encuestadoras en el sentido estricto del término. Ante tal ausencia, se recurre a la supuesta fiabilidad de firmas encuestadoras extranjeras. Pero ocurre que, las mismas operan sin hacer uso de parámetros oficiales nacionales porque el país carece de estos. Entonces, más bien, lo que se tiene son sondeos de posicionamientos electorales en función de los intereses del cliente que las costea. Esto es: constituyen herramientas de posicionamiento para empresarios y partidos políticos.
Los empresarios desean saber qué partido es el más adecuado para invertir en el mismo, tal y como se hace en cualquiera otro negocio; en cambio, el partido político busca determinar cual es el espacio que ocupa en el mercado electoral para cotizarse ante el empresariado y la opinión pública, como para mejor su posicionamiento, si este no es competitivo. Poco a poco, grupos de encuestadores locales, se vienen ciñendo a los requerimientos del mercado electoral con algún éxito, pero, todavía no cuentan con el suficiente aval de credibilidad como para ser confiables.
Ahora bien, independientemente de la confiabilidad o no confiabilidad, oficialidad o no de la supervisión, lo cierto es que la numerología y su tabulación siempre han tenido adeptos y detractores en materia de ciencia política. Desde la antigüedad clásica, por ejemplo, Aristóteles emprendió la tarea de explicar el carácter reduccionista de la numerología, lo cual, la convertía, desde su punto de vista, en una herramienta no fiable cuando de ciencia política se trata. Para el pensador griego, la ciencia política posee un carácter holístico del que carece la numerología sea esta tabulada o no. Por tanto, a su juicio, esta sola característica la descalificaba.
Este punto de vista, lo compartimos porque, como se entenderá, los números constituyen ciencias exactas, sin embargo, las ciencias sociales, en particular, la ciencia política, tiene como materia prima, a la variable humana, lo que implica que, como bien lo estableció Platón, en su libro la República, en la sociedad, los intereses son diversos y todos parten del sesgo de la existencia de grupos y clases sociales con intereses particulares, las más de las veces, divergentes. Por tanto, encuadrarlos en el reduccionismo numérico, es muy perjudicial, pues se excluye la diversidad en interés de la singularidad. A inicios del siglo XX, la sociología y la politología de Estados Unidos y más tarde la europea, empezarían a hacer estudios estadísticos sobre el comportamiento político del electorado, consistentes en agrupar de forma segmentadas las diversas opiniones del electorado en función de sus intereses. Pero destacando posiciones sistémicas que perseguían inclinar la balanza hacia ciertas posiciones oficiales.
Más tardes, esta metodología derivó en las encuestas de opinión muy empleadas antes y después de la Segunda Guerra Mundial del siglo XX. Así, empezó el denominado “golpe blando o manipulación” a la democracia que había descrito Alexis de Tocqueville en el siglo XIX, de las corporaciones en Estados Unidos. La denominada igualdad de oportunidades e igualdad de derechos desaparecieron mediante este mecanismo. Los sociólogos supuestamente liberales y muy independientes, respaldaron este método contribuyendo a la muerte de la democracia republica y haciendo nacer la democracia de las corporaciones; luego, apareció la ideología neoliberal que, desde sus inicios, se dio cuenta que la numerología, se adaptaba bien a su interés de hacer desaparecer las ideologías de los grupos y sectores subalternos. Esta postura, todavía hoy se mantiene vigente y, constituye, sin lugar a dudas, la mayor amenaza contra la democracia republicana o de la igualdad, pues pretendiendo ser no especulativa y si científica con base en las ciencias exactas, busca suprimir el debate de ideas políticas por el cálculo siempre frío de los números. De ahí que, las encuestas sean la herramienta más empleada por el poder para imponer su impronta. Al grado de que la democracia de las corporaciones la impone porque controlando los medios de comunicación tradicionales y digitales, les resulta fácil imponer su particular punto de vista en nombre de la diversidad. Es decir, la diversidad de opiniones aparece como el mecanismo perfecto para mostrar variopintas posiciones, pero convergentes todas, en el predominio de la más adecuada a los intereses corporativos.
Sin embargo, como muestra el último proceso electoral español, cuando la sociedad se empodera de la necesidad de discutir ideas, a la ultra derecha se le hace imposible, convertirse en mayoría, supuesto en que deberá entonces combatir en el campo político de las ideas, hasta hacer su posición mayoritaria. Donde, eventualmente, los errores de la izquierda democrática harán la diferencia.
La lección es clara, los partidos democráticos deben, por obligación, aferrarse al debate y rechazar la manipulación de las encuestas, si es que no quieren ver perecer a la democracia. DLH-6-8-2023