Por Emiliano Reyes Espejo
Una historia casi increíble, pero verídica de “pie a cabeza”. Se trata de una cruda realidad que fue ventilada hace ya tres décadas en el sector salud. No todos los días anda alguien por ahí donando hospitales. Y mucho menos en países pequeños como el nuestro. Pero ocurrió. Fue algo realmente increíble.
Y sabes una cosa, al parecer un reducido número de dominicanos, en un arranque de ambición desmedida, casi impide que aquel gesto peculiar, humanitario y que conllevaba una inversión millonaria se realice cabalmente. Por poco imposibilitan que aquel donativo de buena y sagrada voluntad se hiciera ciento por ciento real, como querían sus impulsores iniciales en el país.
Corría el año 1991 y estaba en pleno apogeo el segundo periodo del gobierno del presidente Joaquín Balaguer. Comenzaba la administración del doctor Rafael Gautreau en la secretaría de Estado de Salud Pública y Previsión Social. Gautreau había sido nombrado en el cargo por el presidente Balaguer en sustitución del doctor Ney Arias Lora. La designación de éste en Salud Pública había sido por su brillante gestión en el Instituto Dominicano de Seguros Sociales (IDSS). Ese nombramiento causó una intensa rivalidad entre estos dos prominentes médicos dominicanos.
Los hechos
En el ínterin el doctor Rudyard Corona, director del hospital Luis E. Aybar, se dirigió con unos extranjeros a Relaciones Públicas de la secretaría de Salud Pública, donde me desempeñaba como director luego de ocupar con el doctor Gautreau un puesto similar en el IDSS. No tenía ni idea de qué tema me trataría el reputado galeno Corona, ya que se presentó a mi oficina sin previo aviso.
Y no llegó solo, estaba acompañado de un “gringo”. Un hombre de edad avanzada, pero fuerte; color blanco, tamaño alto y ojos verdes. Vestía un sencillo pantalón color kaki, camisa larga y ancha, la cual usaba por fuera. Se trataba nada más y nada menos que del industrial, filántropo y multimillonario norteamericano Lewis J. Ort, quien andaba acompañado de su hija, una dama sencilla, una auténtica “gringa” de buen tamaño –igual que su padre- y que vestía de camisón largo, enterizo, que le llegaba por debajo de la rodilla, estilo “Testigo de Jehová”.
La sencillez afloraba en estas dos personas pese a la riqueza que poseían. La excepción, con saco y corbata, era su abogado, un ciudadano venezolano que se limitó a hablar solo lo necesario.
-“El señor Ort anda con su hija, desea que ella sirva de testigo y garantice la realización de la donación del hospital, en caso de que él faltara”, expresó en una de sus escasas intervenciones.
El filántropo norteamericano visitó primero al director del hospital Luis E. Aybar, doctor Rudyard Corona, a quien planteó su interés de donar un hospital para la atención de personas adultas con quemaduras de gravedad, lo cual no existía en el país.
Al escuchar la propuesta, el doctor Corona se entusiasmó bastante con la idea de construir un hospital de quemados y pensó de inmediato que el proyecto se pudiera levantar en terrenos del Luis Aybar.
Por eso se trasladó a la sede de la Secretaría a llevar la propuesta, acompañado de estas personalidades extranjeras. El galeno trató de que los subsecretarios de Salud Pública, el director de Hospitales y la propia secretaria del doctor Gautreau les sirvieran de intermediarios para llegar hasta el incumbente, pero todo fue imposible.
A la sazón acudió a la oficina de Relaciones Públicas y ya allí, prácticamente me tomó de sorpresa. Me explicó que le urgía llegar al despacho del secretario, el doctor Gautreau, para informarle del deseo del señor Ort de donar un moderno hospital regional para atender personas que sufrieran quemaduras de gravedad.
Ort y Corona me mostraron un plano de lo que sería el imponente centro. El Estado sólo tendría que facilitar el terreno, el cual el doctor Corona ya había ubicado en el hospital Aybar. La obra implicaría construir una impresionante edificación que tendría un helipuerto que permitiría trasladar a pacientes que sufrieran quemaduras graves en las islas del Caribe.
Ante la trascendencia del donativo, el doctor Corona me solicitó encarecidamente que le llevara donde el secretario para presentarle al señor Ort para que éste le diera detalles de su trascendente propuesta. Deploró que tuviera que realizar su trámite a través de la oficina de Relaciones Públicas. Había agotado gestiones con los subsecretarios de Salud Pública y el director de Hospitales, pero que fueron fallidas.
El tiempo marchaba en contra del donativo, el señor Ort partiría al otro día y el país podría perder la oportunidad de lograr el regalo de un hospital.
Ante la apremiante situación no me quedó otra salida que llamar al doctor Gautreau para informarle que Rudyard Corona y unos extranjeros tenían urgencia de conversar con él. Le llamé a través de un número de teléfono privado ubicado en el despacho del secretario. Gautreau me había advertido que solo usara esa línea telefónica para “cosas importantes”, ya que según me explicó, ese teléfono solo lo utilizaba para recibir llamadas provenientes del Presidente de la República, doctor Joaquín Balaguer, su hermana Doña Emma Balaguer de Vallejo y del asesor médico del Poder Ejecutivo, doctor Charles Dunlop, entre otras personalidades.
Cuando le llamé, el doctor Gautreau respondió de forma muy ceremoniosa, pero luego me dijo que por qué le llamaba por esa línea telefónica, que esperaba que fuera algo importante. Le expliqué de qué se trataba y de una vez me ordenó que llevara al doctor Corona y sus acompañantes hasta su despacho.
Así lo hice. Caminamos por el pasillo y cuando llegamos nos esperaba en la puerta. Saludó con efusivo gesto y un porte elegante característico de su personalidad, invitó a los visitantes a entrar a su oficina. En tanto, y sin querer, me gané una “cortada de ojo” de su secretaria, ésta me espetó por qué llevé estas gentes, ya que ella le había dicho a esa comisión, con el doctor Corona a la cabeza, que el secretario Gautreau no estaba en su despacho. El propio incumbente le reclamó después a ella por qué no le había informado sobre esa visita.
Tras una sustanciosa conversación con el señor Ort y su hija sobre la oferta de construir el hospital regional para quemados adultos, a erigirse en terrenos del hospital Luis E. Aybar, el doctor Gautreau llamó al presidente Balaguer, a quien explicó el interés del filántropo norteamericano de hacer esa donación al país, sin que cueste un centavo al Estado dominicano que solo facilita el terreno.
Balaguer, un político de gran veteranía, invitó a su titular de Salud Pública a que llevara estas personalidades a su despacho en el Palacio Nacional.
Ort y su hija, Corona y el abogado venezolano se trasladaron con el doctor Gautreau a la sede del gobierno, donde fueron recibidos por el presidente Balaguer. Horas después el mandatario emitió un decreto ordenando la construcción de este centro de salud en terrenos del hospital Aybar.
Surgen diatribas y vicisitudes
Una vez fue anunciado el proyecto, despertaron de sus letargos una serie de intereses que pululan en el área de la salud, los cuales se activaron y dieron lugar a una serie de diatribas, creando vicisitudes en el entorno de la realización de la trascendente iniciativa.
En una ocasión me encontré con el doctor Corona-después que terminé de laborar en la secretaría- y me contó muchas de las cosas que ocurrieron y seguían ocurriendo en el levantamiento de la obra.
-“Yo estuve hasta preso”, expresó. -“Me levantaron calumnias que me llevaron a la retención, pero todo salió bien, gracias a Dios”.
Según relató, en los intríngulis del proyecto hubo de todo, pero que en el fondo solo se quería tomar el control de la obra, sin que estuvieran claros los fines.
En fin, solo perdió el país, de un proyecto de hospital regional para quemados el sector salud tuvo que conformarse con la “Unidad de Quemados Pearl F. Ort” que opera, afortunadamente, 30 años después.
Los beneficios
Según explicó el actual director de esta Unidad, doctor Eddy Bruno, en la misma y a lo largo de tres décadas de funcionamiento, “se han atendido más de 28 mil pacientes, con uno de los mejores porcentajes de sobrevivencia”. Para este especialista, “el éxito se debe a la entrega del personal, tanto médico, de enfermería y administrativo que realizan su trabajo con amor y dedicación a cada paciente que es llevado a la Unidad”. Cómo eran los deseos del filántropo Ort y su hija.
Bruno indicó que la Unidad lleva funcionando nueve años en el hospital Ney Arias Lora. Hubo protestas cuando se demolió para llevarla a ese centro. Pero está a la espera de su retorno a la Ciudad Sanitaria Luis Eduardo Aybar, a los fines de dar un mejor servicio con los estándares más altos de Latinoamérica.
Las primicias
Ocurre que esos deseos de que la Unidad vuelva al Luis Aybar que había expresado el doctor Bruno en el año 2022, se harán realidad. Tal vez antes de que finalice este año 2023. La nueva Unidad de Quemados de la Ciudad Sanitaria estará funcionando, Dios mediante, en el 2024. Y con su helipuerto y su banco de la piel. Es que se están dando muchas cosas buenas juntas. Acontece que el Banco de Reservas acaba de donar dos equipos fundamentales para garantizar la compatibilidad de las pieles que serán donadas al banco que tendrá la Unidad.
La primicia la ofreció el médico neurocirujano y humanista, doctor José Joaquín Puello, en una entrevista que concedió junto al director de la Unidad de Quemados Pearl F. Ort, doctor Eddy Bruno, al programa “Esta noche Mariasela”.
Allí Puello informó que el presidente Luis Abinader ordenó terminar la construcción de la nueva Unidad de Quemados en la Ciudad Sanitaria. Y el recientemente premiado por la Academia de Ciencias lo dijo frente al doctor Bruno en medio de una emoción desbordante, a la que se sumaron Mariasela Álvarez, la productora; Diana Lora, desde Canadá, y la senadora-entrevistadora Faride Raful.
“Hay algo más, el helipuerto, está aprobado”, subrayó el doctor Puello. -“El segundo piso del hospital Clínico-Quirúrgico (de la Ciudad Sanitaria Luis E. Aybar) es para la Unidad de Quemados, totalmente”, agregó.
Y al respecto, precisó: -“Bruno, que es un especialista, les puede decir a ustedes, amigos televidentes, lo que eso significa. Esa es una Unidad que puede manejarse ella sola dentro del hospital, tiene entrada para ellos solos, parqueos para ellos solos, quirófanos para ellos solos”.
Explicó que esta Unidad contará con “una sala para recibimiento de pacientes en la que el chorro de agua sale de las paredes para bañar al quemado con agua estéril”.
Después que los médicos curan ahí al paciente, vestidos con las indumentarias estériles, “ese paciente sube por un ascensor, -solamente sube él- para llegar a los quirófanos, que son tres, y tenemos 18 cubículos privados a donde el paciente va a ir para ser atendido.
La Unidad, además, tendrá 28 estaciones de hemodiálisis para los quemados nada más. –“Ahora, ¿cuál es la buena noticia? “En el día de hoy (lunes 4 de septiembre) hace apenas unas horas, el Presidente Abinader dictaminó que se ponga en funcionamiento la segunda planta del Hospital Clínico-Quirúrgico (de la Ciudad Sanitaria) para los quemados”, detalló el doctor Puello.
Esa área está terminada en un 60% y se esperar terminar el restante 40% que le falta antes de que finalice el año. Pero eso no es óbice para que sea terminada rápidamente.
–“Hay un plazo fatal que el Presidente (Abinader) ha puesto, que es antes de que el año termine”, enfatizó el doctor Puello. Apuntó que ya el mandatario ordenó la asignación de los recursos necesarios para la terminación de dicha obra. “El Presidente ordenó los fondos”, insistió el galeno y propulsor del emblemático proyecto de asistencia de salud Ciudad Sanitaria Luis E. Aybar.
Este sueño iniciado por el filántropo norteamericano Ort en 1991 parece que por fin será una feliz realidad, y con creces, 30 años después. Tanto este buen samaritano y su hija se sentirán más que complacidos “a donde quiera que estén”.
*El autor es periodista
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