Santo Domingo.- Aníbal de Peña nació en un hogar donde la música era el idioma universal. Hijo y nieto de músicos, Aníbal nunca fue un extraño para la trompeta y el piano. A los cinco años, el pequeño prodigio ya daba muestras de su talento. Su padre, un reconocido profesor de música y director de la Banda Municipal de Música de Duvergé, le inculcó la pasión por el arte.
Aníbal continuó el legado familiar siendo profesor de música en diversas localidades dominicanas como Loma de Cabrera, Constanza, Dajabón y los Bajos de Haina. Paralelamente, pulió sus técnicas vocales bajo la tutela del maestro italiano Enrico Cogna Cabrati.
Su salto a la fama llegó de la mano de "La Hora del Moro", un programa televisivo que abrió puertas a nuevas voces de la música popular dominicana. El show, conducido por Rafael Solano, presentó a Aníbal junto a otros artistas emergentes como Luchi Vicioso y Niní Caffaro.
Su vida amorosa también influyó en su arte. Aleida Iluminada Jiménez, una estudiante de farmacia, llegó a su vida para llenarla de inspiración. Canciones como “Muchachita de mi Pueblo” y “Virgen Negra” son testimonio de un romance que se vivió al ritmo de boleros y baladas.
Si hay algo que distinguía a Aníbal, además de su talento, era su vocación de compromiso con las causas justas de su tiempo. Fue un exponente del canto nacionalista y patriótico en la era postrujillista. Autor del himno de la Revolución de Abril de 1965 y de la música del himno perredeísta, se convirtió en una voz emblemática contra la opresión.
Este fervor patriótico y revolucionario no estuvo exento de críticas. Grupos de derecha de entonces, liderados por voceros como el periodista Rafael Bonilla Aybar, atacaron su obra, intentando disminuir su influencia en la sociedad dominicana. Pero Aníbal de Peña nunca retrocedió; su música y su voz se convirtieron en himnos de lucha y resistencia.
Aníbal de Peña falleció en Texas, Estados Unidos, pero su legado musical y social continúa vivo en cada rincón de la República Dominicana. Sus temas son himnos que el pueblo canta para evocar tanto el amor como la lucha por un país mejor.
Aníbal de Peña fue más que un músico; fue un símbolo del amor, del compromiso social y de la identidad dominicana. En este día de su natalicio, su obra continúa resonando como un eterno canto a la patria y al amor, dejando una huella indeleble en la cultura dominicana.
Con la pérdida de este coloso de la música, la República Dominicana se sume en luto, pero también en recuerdo y admiración eterna por un hombre que supo mezclar con maestría el amor y el patriotismo, el arte y el compromiso social. Aníbal de Peña, el eterno "Cantor de la Patria", seguirá vivo en cada nota y cada palabra que entonemos en su honor.
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