La República Dominicana amaneció hoy con un tono más silente, al confirmarse el fallecimiento del mítico cantante Aníbal de Peña en Texas, Estados Unidos. Con 90 años y una trayectoria estelar, su voz ha sido sinónimo de amor y melancolía para generaciones de dominicanos y amantes de la balada en todo el mundo.
"Desafortunadamente, si es cierto", refirió Alih Jey de Peña Jiménez cuando fue contactada por Diario Libre
Mientras que el empresario artistico Raphy D’Oleo, que representó en el país al hoy fenecido artista, reveló que De Peña había estado luchando contra una fuerte neumonía y estuvo entubado durante varios días. Además, mencionó que han estado en contacto con la la esposa, la también artista Iluminada Jiménez
El Romántico de Yamasa
Nacido en las tierras humildes de Yamasa, Monte Plata, De Peña era un prodigio musical que desafió la modestia de su origen. En su juventud, capturó la atención de un país entero con himnos de amor eterno como "Mi debilidad". Su estilo, un delicado tejido entre bolero y balada, le otorgó un sello inconfundible.
El amor hecho música
En una industria musical diversa y en constante evolución, De Peña se destacó por su capacidad para adentrarse en los recovecos del corazón humano. Su repertorio, aunque variado, siempre giró alrededor del amor y sus facetas, del éxtasis al desamor, pintando paisajes emocionales que calaron profundo en su audiencia.
El legado de De Peña va más allá de los numerosos premios y galardones que adornan su carrera. Su mayor éxito, sin duda, radica en el amor y fidelidad del público que encontró consuelo y esperanza en cada una de sus notas.
Una balada que no termina
Aunque su luz se ha apagado, la melodía de Aníbal de Peña permanecerá en la historia cultural de la República Dominicana y en los corazones de quienes lo escucharon. No es solo una pérdida para el mundo de la música, es el adiós a un icono que hizo del romanticismo su bandera, dejando una huella imborrable en el alma colectiva de un país.
Final de la melodia, Inicio de la leyenda
Aníbal de Peña es, y siempre será, más que un cantante. Es la esencia misma del romanticismo dominicano, un legado que persistirá en las canciones que resonarán eternamente en las radios y en las almas que encontraron en su música un refugio para el corazón.
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