En Haití hay una fábrica de cemento colombiana, pero gran parte de la materia prima se mueve a través de los puertos dominicanos.
Empresarios y políticos haitianos apuran contactos con interlocutores dominicanos en la búsqueda de bajaderos que minimicen los impactos por el cierre terrestre, marítimo y aéreo dispuesto por el presidente Abinader ante la resistencia del vecino de frenar la construcción unilateral de un canal de trasvase en el río Dajabón.
Esa élite, con miembros vinculados al financiamiento y control de las bandas armadas que asesinan, violan mujeres y secuestran nacionales y extranjeros, desde el cierre absoluto del viernes también presiona en ámbitos gubernamentales haitianos una rápida solución al impasse entre Haití y República Dominicana.
Y es que la suspensión de actividades, además de las dificultades para abastecimiento de comestibles de los haitianos de a pie y la generación de negocios en pequeños y medianos comerciantes, golpea fuerte al grupito que maneja a su antojo la anarquizada economía haitiana.
De este lado de la isla, claro, hay fuertes conexiones económicas muy por encima del salami, los huevos y los pollos que usaron intensamente el teléfono en el fin de semana para salvar sus negocios y los de sus socios.
El comercio terrestre, fácil exportación, expresado en miles de personas que vienen a los puntos fronterizos de mercados y patanas alineadas para pasar a los lugares de trasbordo, pero productos no comestibles en montos millonarios acceden a través de los puertos dominicanos hacia los muelles haitianos. Esta última dificultad es insostenible para los grandes negociantes haitianos, me afirmaron personas conocedoras del intercambio comercial entre los dos países.
El cemento y el acero son dos grandes dolores de cabeza para Haití, su élite y funcionarios títeres, que no se reflejan en las fotos de haitianos hambreados a la espera de la habilitación de los mercados binacionales, “víctimas” de los “verdugos” que lideran el “imperialismo dominicano”.
En Haití hay una fábrica de cemento colombiana, pero gran parte de la materia prima se mueve a través de los puertos dominicanos.
Un sesgo muy sensitivo es lo relativo a la restricción de los viajes, que coloca en serios apuros a empresarios con sanciones dictadas por Estados Unidos y Canadá y que hasta el viernes último tenían paso libre hacia territorio dominicano, lo que los mantenía a salvo de cualquier crisis violenta de bandas armadas o algún atentado de un grupo rival.
Algunos de estos individuos tienen negocios, segundas viviendas, familias y hasta hijos estudiando en República Dominicana.
Gilbert Biggio, sancionado por Estados Unidos y Canadá, es uno de los empresarios de mayor poder en Haití y de grandes inversiones en el sector combustibles en República Dominicana. Se le cita con negocios relacionados con transporte aéreo, terrestre y marítimo de carga, de la construcción, acero y de importación de productos alimenticios.
El jueves último, el presidente Abinader instruyó a la dirección de Migración a que no admita a “extranjeros que impliquen amenaza para los intereses y las instituciones de la República” y prohibió el ingreso de nueve ciudadanos haitianos.
Entre los sancionados figuran exsenadores, exministros, excandidatos presidenciales, exfuncionarios ambientales y Camiel Samson señalado como presunto patrocinador del canal de trasvase en el río Dajabón.
Hay gran inquietud entre los vetados y los esfuerzos de levantamiento de sanción se concentran fundamentalmente en tres de la lista.
El primer ministro Ariel Henry había comunicado al presidente Abinader que el proyecto hídrico era de iniciativa privada y que no lo aprobaba, pero desde que el mandatario anunció el cierre total, el gobierno haitiano censuró la postura “unilateral” dominicana y descubrió su aprobación a la obra.
El pueblo haitiano sufre, pero ahora afectados los “dueños” de aquel lado podrían reanudarse negociaciones con mediación internacional.