Volvamos a la provocación en el río Dajabón, más conocido como Masacre debido a la sangrienta barbarie trujillista.
La discusión no es el derecho al uso del agua de un río binacional como alegan empresarios y jefes de bandas armadas apoyados por asustadizos sectores oficiales haitianos, incluido el cambiante primer ministro, y contados políticos dominicanos. Lo compartido fuerza a un acuerdo de las partes, como establece el tratado de 1929. Lo demás es trapacería, simulación, oportunismo político y victimismo.
Mientas en la ONU, hermosos discursos de reconocimiento a la urgencia de ayuda humanitaria y una fuerza de intervención en Haití, y aunque el empobrecido país “no puede aguardar más”, en palabras del presidente Biden, la ayuda inmediata que éste anuncia es a Ucrania (325 millones de dólares), que se agrega a más de 113 mil millones a marzo, al margen de otros 24 mil millones que esperan ablandamiento republicano para su aprobación. Haití es amenaza para la región (“no hay tiempo que perder”, refiere el canciller norteamericano Blinken y, “generoso”, se compromete “hasta 100 millones de dólares” y 65 complementarios para profesionalizar a la policía haitiana), pero en la justificación norteamericana “si Ucrania pierde de Rusia, ningún país estará seguro”. Garantizado así el veto ruso y chino en el Consejo de Seguridad.
Volvamos a la provocación en el río Dajabón, más conocido como Masacre debido a la sangrienta barbarie trujillista, y a las distorsiones y manipulaciones. Al origen del fabricado conflicto.
Los haitianos muestran un documento en una reunión de una comisión mixta elaborado por la empresa que construye el canal de trasvase y la parte dominicana da el beneficio de la duda, de acuerdo a los datos consignados, y se acuerda una mesa técnica hídrica para examen y seguimiento del proyecto.
A los cuatro días, República Dominicana establece la inviabilidad del canal y precisa los daños al cauce y vida del río binancional.
El asesinato del presidente haitiano Moise interrumpe el invento, hasta que el agosto reaparecen trabajadores al servicio de empresarios privados, sin el apoyo gubernamental, según dijo el primer ministro Ariel Henry al presidente Luis Abinader.
El mandatario hace la advertencia con plazo y ante la inobservancia cumple con el cierre del comercio con Haití por aire, mar y tierra y sanciona a 9 empresarios, exfuncionarios, excongresistas vinculados con la construcción de la obra y relacionados con bandas armadas y evidente influencia en el debilucho gobierno.
Un frágil Henry asume el proyecto y lo defiende ante la ONU y alega maliciosamente, después de desdeñarla, que los haitianos prefieren una salida pacífica y negociada y de forma perversa cita, como similares, “los acuerdos” de 1929 y 2021. Aquí coincide con el provocador excanciller Claude Joseph que agita su desplazamiento del poder.
Una maquinaria manipuladora quiere imponer la unilateral obra como una causa nacional y se convoca a que la diáspora auxilie económicamente y ya jefes pandilleros asumen abiertamente el tema.
Luis Carvajal, ambientalista libre de toda sospecha de vinculación oficial, ha afirmado que el trasvase de las aguas del río es la real privatización del agua y que se afectarán agricultores dominicanos y haitianos.
La élite empresarial y política, con bandas a su servicio, afectada por nuevas sanciones y restricciones de visados por Estados Unidos, Canadá y República Dominicana se esfuerza en que se quite la mirada de sus miles de muertes, secuestros, violaciones, extorsiones de los últimos meses.
Henry clama y urge el auxilio internacional, pero a su vez hace concesiones y hasta llega a la complicidad en lo que se entiende como irresponsables y desesperadas maniobras suicidas a la espera de sus “salvadores”.
Mientras, para lidiar con esta amenaza del creciente poder territorial de las bandas, aumentan gastos presupuestarios y hay consecuencias económicas vinculadas al comercio con Haití.