Hurgar en los antecedentes históricos, sociales, políticos y culturales de nuestras raíces colectivas, siempre se ha convertido en una experiencia relajante y placentera.
En muchas ocasiones esa práctica ha comenzado en el hogar con la revisión de fotos, cartas y notas de nuestras vivencias familiares. También se agregan a esa exhaustiva revisión las incontables revistas y periódicos que por nuestro trabajo, o por nuestros estudios escolares y universitarios debemos revisar de manera ocasional.
Lo maravilloso de la experiencia es encontrarnos con personajes, momentos, espacios físicos, modas, estilos al vestir que nos dan una idea de cuánto hemos cambiado personalmente, y cómo han sido transformadas las estructuras que conforman una gran ciudad o un pequeño poblado en cualquier lugar del universo.
Esos primeros contactos con nuestros antepasados por lo común son lúdicos, afectivos, pero no dejan de trasmitirnos conocimientos y experiencias de vida. Sea por necesidad o por simple decisión personal, volver al pasado reciente o al pasado profundo de nuestra existencia, es una decisión que favorece las acciones que en un futuro próximo-cercano podríamos llevar a cabo en nuestros respectivos espacios de vida.
Me satisface sobremanera acercarme e invitarlos a acercarse a esos años en donde recibimos de otros nuestras primeras experiencias de vida. Cuando nos referimos a estas, las entendemos como aquellas que pasan a formar parte de nuestro acervo intelectual en la etapa adulto-juvenil y adulto formal.
Tanto ustedes como yo, que en cierta medida formamos parte de la Generación Dual, pero que partimos de los últimos años de la primera mitad del siglo XX, o de los primeros integrantes de la segunda mitad del referido siglo, somos depositarios de un montón de nostalgias, vivencias y experiencias de esos habitantes adultos de ese siglo que al llegar a 1950 empezaron a disminuir sus niveles de energía física y producción intelectual. No todos hemos tenido la suerte de recibir la riqueza intelectual y material de una generación de manera directa o personal. En la mayoría de los casos la, hemos recibido en los centros educativos formales, otras veces mediante el intercambio de conocimientos y vivencias con muchos de nuestros compañeros en las calles y en los espacios residenciales. Otras veces en las consultas bibliográficas que nos exigen los centros académicos o por requerimiento de nuestras funciones laborales.
En esa formación que surge a partir del choque generacional, donde la edad cuenta e incide en nuestras etapas formativas, la presencia mediática ocupa un rol trascendente para forjarnos como seres humanos críticos y objetivos ante el mundo. Sin proponérselo en principio, pero con toda propiedad después, las estructuras mediáticas constituyen una fuente de educación y consulta de todo ser humano, de toda generación que llega a ocupar un espacio fundamental en la existencia social.
Son muchos los hechos dramáticos, las informaciones habituales y extraordinarias que cada ser humano ha recibido a través de las estructuras educativas, culturales y los medios de comunicación. Ese contenido ocasional o diario, también ha incidido en la formación de cada habitante del planeta. En consecuencia, pasa a ser parte de su formación integral.
¿El mundo no ha vuelto a ver esa población humana que aspiraba pasearse por los puertos de cada país para escuchar las historias marineras de espacios fantásticos?
La Generación Dual que nace diez años ante y diez años después de 1950, pero que se forma con las experiencias directas e indirectas de los habitantes concentrados entre 1890 y 1950, posee un acervo inmenso de experiencias que puede y debe compartir con los primeros seres humanos de la Generación Dual correspondiente al siglo XXI.
Esas experiencias de vida, más las adquiridas a través de cuantas estructuras mediáticas se han diseñado e instalado en cada espacio del mundo, son claves para que los primeros habitantes del presente siglo adquieran los conocimientos y la metodología a partir de la cual puedan enfrentar los retos del destino, y en cierta medida, variar su estatus de vida. Si ese planteamiento se posterga y no se implementa en las primeras cuatro décadas del siglo XXI, ese grupo social pasará con ligeras excepciones, a integrar una generación más de seres humanos golpeados y sometidos a las desigualdades sociales que una parte significativa de los grupos de poder han propuesto para la existencia humana.
La generación de seres humanos que integra el grupo dual que nace en torno a la primera mitad del siglo XX, es un conglomerado social que hereda una primera y segunda guerra mundial. Además, una inmensa cantidad de conflictos bélicos entre poderes fácticos que procuraban mayor poder político y extraordinarias riquezas. La intención era y es controlar geográficamente el mundo, como metodología para controlar sus recursos vitales y su poder político. Ante esa terrible realidad, esos primeros cincuenta años del siglo pasado están plagados de regímenes dictatoriales, muchos de ellos surgidos a partir de convenientes y favorables golpes de Estado para el interés “nacional e internacional”. Para tener una idea precisa de esa perversa metodología, sólo tendríamos que pasar revista a la vida política del Continente Americano durante todo el siglo XX.
Pero el peor fenómeno disociativo de esa generación se experimentó desde 1947 hasta el año de 1989. Durante ese período de unos cuarenta y dos (42) años, el mundo se vio al borde de la desaparición total. Fuerzas antagónicas, atrincheradas bajo las conceptualizaciones ideológicas del capitalismo y comunismo, desarrollaron la más descarnada cacería de brujas a uno y otro lado del mundo. Cada país, sin importar su tamaño y su nivel de influencia geopolítica en el universo, vivió de manera rastrera esa experiencia militar y política.
Una parte significativa de habitantes defendía celosamente los intereses comunistas, otra, los del capitalismo. Una parte de las sociedades eran neutrales, independientes, solo perseguían sus objetivos particulares de vida, pero eran constantemente hostigadas para que se integraran a uno de los dos frentes de combate de la Guerra Fría, que de fría no tenía nada.
En el frente de batalla de cada país, la experiencia era muy obsesiva y terriblemente mordaz. Los muertos a uno y otro lado eran constantes y reales. Nadie se hacía responsable de los cadáveres y de las desapariciones. Una parte de los organismos estatales de ascendencia militar, casi siempre formaban parte de las escaramuzas “non santas” de esos ambientes de terror. Del otro lado, la cosa no era sencilla tampoco. La militancia era de convicción particular, pero dado ese primer paso, las exigencias eran muy parecidas a jugar la ruleta rusa. Uno y otro contexto político dentro del mismo esquema entraba en contradicción con otros de distintos pensamientos y misión política. Esa triste realidad producía una vendetta de proporciones extraordinarias, cuyo fin no se veía nunca al final del túnel. Fueron años de verdadero terror.
La Generación Dual del siglo XXI, la que integran los habitantes nacidos diez años antes del año 2000, debe tener muy presente las experiencias que les deja como legado el conglomerado social que nace, crece y se forma al calor de la década que se inicia en 1950, tomando en cuenta que estos poseen gran parte de la experiencia de vida del segmento poblacional del período 1890-1950, y todos los estados de vida acumulados desde 1950 hasta la segunda década del siglo en desarrollo.
Al concluir el siglo XX e iniciar el presente siglo, se presenta un fenómeno social diferente a la transición humana ente los demás siglos. Los habitantes del planeta correspondientes a la generación del siglo XXI han tenido acceso constante a las nuevas tecnologías de información y comunicación. La necesidad de comunicarse domésticamente, y los requerimientos laborales de sus países, y de estos con el mundo, los han inducido a conocer casi todas las plataformas multimedia o están desesperadamente detrás de ese proceso. De esta forma la Generación Dual del siglo en desarrollo ha recibido la capacitación y se sigue formando bajo la égida de la generación del siglo XX. Podríamos decir que es la que mayor nivel de formación posee de todas las generaciones duales que han recibido los primeros cimientos de un nuevo siglo.
Se puede afirmar con sobrada certeza, que ese grupo generacional que en breve tiempo pasará a dirigir todas las acciones estratégicas, culturales, políticas, educativas y económicas del planeta, posee herramientas y saberes tan extraordinarios que le permiten superar al grupo que los ha formado histórica e intelectualmente.
Ese punto de vista lo sustentamos en el hecho preciso de que las dos generaciones previas, cuyo transito existencial recorre los últimos diez años del siglo XIX, y los cien años del siglo XX, en ningún momento recibe tanta formación integral, y al mismo tiempo, como sí la ha recibido la generación correspondiente al siglo que discurre.
La realidad queda claramente demostrada a partir del siguiente punto de vista: Las sociedades siempre han contado con centros de alto nivel educativo. En esos centros y fuera de ellos, cada sociedad posee seres humanos con extraordinaria capacidad intelectual, pero ningún país del mundo, por más estable que haya sido su economía, podía exhibir como ahora, un conglomerado tan amplio de hombres y mujeres capacitados en diversas ramas de las ciencias y la creatividad, como al presentarse la fusión de la Generación Dual.
Independientemente de los hechos atroces vividos por la primera y segunda ola generacional del siglo XX, su primera misión y característica de existencia ha sido la solidaridad. Ese extraordinario sentimiento por la felicidad colectiva, por la ayuda al prójimo, indudablemente se proyecta hacia los primeros habitantes del siglo XXI, para formarlos e inculcarles el valor de ayudarse entre sí, como metodología que garantiza la obtención de sus más fundamentales metas de vida, de cara al futuro próximo-cercano.