Desafíos económicos, políticos y la construcción del canal controvertido.
Haití saca pecho. Sus élites dominantes entienden que hay espacio para maniobrar, entre el victimismo, el cinismo internacional y el oportunismo electoral local. La “unidad” nacional que no lograron generar las bandas armadas asesinas (más de 2 mil asesinatos entre enero y agosto y cientos de violaciones y secuestros), fue posible por la oposición dominicana a la construcción de una inviable canaleta. “Mágica” la desmovilización de los violentos y la existencia en un solo cuerpo nacional de empresarios, comerciantes, bandoleros, políticos, funcionarios y agitadores opositores.
“Morían” por falta de agua y alimentos por la actitud del “verdugo” del lado este de cerrar por agua, mar y tierra, empero cuando se abren los mercados fronterizos, parecido al “corredor humanitario” reclamado por la ONU, los grupos que controlan Haití impiden con violencia el acceso al suelo dominicano.
En el agradecimiento por la aún incierta intervención de la ONU a través de países voluntarios, claro que estaba ausente la República Dominicana, pese a los gritos desde inicio de siglo de los presidentes Mejía, Fernández, Medina y de Luis Abinader, este más frontal y desafiante, con evidente costo político, de que la comunidad internacional auxilie al pueblo haitiano. “No hay solución dominicana a la crisis haitiana”, ha proclamado Abinader hasta el cansancio.
Empero, extensas y maliciosas la exposición y las réplicas del León Charles, embajador de Haití ante la OEA contra RD, ante la detallada explicación del canciller dominicano Roberto Álvarez al pleno del cuestionado órgano regional, que aceptó la solicitud criolla de una investigación de parte de una comisión técnica, pero cuyo secretario general, Almagro, insistió en la participación del grupo Caricom, de inamistoso comportamiento cuando se trata de Haití.
Es evidente que la construcción del inviable canal de trasvase es una provocación y quizás la respuesta a República Dominicana por lograr (o ayudar sobremanera) que la comunidad internacional decidiera algún tipo de participación en la pacificación de Haití.
Las élites haitianas con un primer ministro que pende de un hilo, resuelven las presiones internas por comida y reactivación comercial con represión, y saben que en un estado organizado como el existente de este lado son más complejas las soluciones a los reales daños económicos y razonables quejas de afectados.
Confían en la capacidad de las armas, el potencial unificador del discurso anti-dominicano, la manipulación burda y cierta ayudita que provendría del ambiente electoral dominicano, que no discrimina entre lo coyuntural y los desafíos estratégicos del país. Se exponen a una implosión.
El colmo de la incitación haitiana al desorden es haber lanzado tierra al río Dajabón para forzar el desvío del cauce y al mismo tiempo alegar que República Dominicana les impide el uso del agua binancional. ¡Malos esos dominicanos que le niegan hasta el agua al pueblo más pobre de América! Así de perversa la insinuación.
La construcción aguas arribas del canal La Vigía es una respuesta coyuntural, insuficiente y costosa y habrá que esperar licitar y construir la presa Don Miguel, lo que podría tomar varios años.
¿Qué hacer mientras tanto? Aunque el gobierno cometió el error de ir de cero a cien al disponer las medidas punitivas, imposible de ir más allá de la condicionalidad: después de la habilitación de La Vigía, apertura de mercados binancionales.
No se contó con el chantaje de las élites haitianas, que ahora quieren se les permita comprar varillas y cemento para terminar el “canal” y que se levanten sanciones de visados a varios excluidos, mientras reiteraron en la OEA que no pararán.
Las exigencias son inaceptables.
¿Qué respuestas encontraría el gobierno a las razonables demandas de comerciantes locales?