Estos individuos no solo se presentan como influyentes, sino que presumen tener vínculos con el poder e incluso con organismos de inteligencia.
El denominado movimiento urbano, que no solo ha conquistado las plataformas digitales, sino que también se ha apoderado de la radio y la televisión, ha evolucionado en una dirección preocupante. Se ha convertido en un ghetto que parece eximirse de cualquier responsabilidad. Sus integrantes creen que pueden decir y acusar a quien quieran sin consecuencias, convencidos de que para ellos la libertad de expresión no tiene límites.
Cuando alguien les señala sus acciones, se envalentonan y recurren a discursos generalistas para justificar su comportamiento inapropiado. Esto es evidente en las redes sociales, donde utilizan todo tipo de epítetos e insultos, promoviendo valores cuestionables bajo el pretexto de humor o entretenimiento.
Estos individuos no solo se presentan como influyentes, sino que pretenden tener vínculos con el poder e incluso con organismos de inteligencia. Fanfarronean sobre su supuesta riqueza y su estilo de vida lujoso, engañando a aquellos que caen en su juego. Lamentablemente, se han convertido en modelos a seguir para jóvenes que carecen de orientación cultural y educación adecuada.
Cuando se ven envueltos en escándalos, no los consideran actos vergonzosos, sino oportunidades para destacarse como héroes y desafiar a una sociedad que lucha por encontrar respuestas ante estos engendros sociales.
La irreverencia de ciertos personajes del mundo urbano ha llegado a un punto crítico, donde la falta de responsabilidad y los valores cuestionables socavan los fundamentos de nuestra sociedad. Es hora de cuestionar este comportamiento y exigir una mayor responsabilidad por parte de aquellos que tienen una influencia significativa en la cultura y la juventud.
Las autoridades no deben de seguir siendo contemplativa ante esta situación. De mantener tal actitud, el precio a pagar podría ser muy caro.
Lo ocurrido en la Ciudad Colonial de Santo Domingo es obvio que fue orquestado, para que personeros del mundo urbano retomaran un protagonismo ya en decadencia. Hay razones para sospechar que lo ocurrido en ese casco histórico tiene su libreto, que a sus propiciadores les está saliendo muy bien, pues del caos, incitados y provocado por ellos, no esperan otra cosa que victimizarse y visibilizarse.
Es obvio que si queremos un futuro mejor para nuestros hijos, no queda más que revelarse contra estos individuos, de modo que en algún momento se avergüencen de sus inconductas.