Planetas masivos en sistemas estelares cercanos tienden a expulsar a los planetas más pequeños de su órbita, especialmente aquellos en la "zona habitable".
A diferencia de la armoniosa danza orbital en nuestro Sistema Solar, nuevos estudios revelan que los planetas gaseosos gigantes, lejos de ser guardianes, actúan como agentes del caos, especialmente en sistemas estelares cercanos.
Aunque Júpiter, el gigante de nuestro sistema, juega un papel protector desviando cometas y asteroides, asegurando la estabilidad ambiental en la Tierra, su contraparte en otros sistemas estelares puede tener efectos devastadores.
Investigaciones recientes detalladas en el Astronomical Journal destacan cómo planetas masivos en sistemas estelares cercanos tienden a expulsar a los planetas más pequeños de su órbita, especialmente aquellos en la "zona habitable" despliega Europa Press.
En el caso de HD 141399, un sistema estelar con cuatro planetas gigantes, similares a Júpiter, ubicados más lejos de su estrella, se revela como un modelo para comparar con nuestro Sistema Solar. Stephen Kane, astrofísico de UC Riverside, compara estos gigantes a "bolas de demolición, desbaratando todo".
La atracción gravitacional de los gigantes generalmente expulsa a los planetas rocosos de sus órbitas, enviándolos fuera de la zona propicia para la vida.
Simulaciones computarizadas realizadas por Kane demuestran que, aunque es posible que un planeta rocoso como la Tierra permanezca en una órbita estable dentro de la zona habitable, es altamente improbable. La atracción gravitacional de los gigantes generalmente expulsa a los planetas rocosos de sus órbitas, enviándolos fuera de la zona propicia para la vida.
Un segundo artículo, también publicado en el Astronomical Journal, examina el sistema estelar GJ 357, ubicado a solo 30 años luz de la Tierra. El planeta en cuestión, GJ 357 d, inicialmente considerado en la zona habitable, probablemente tenga una masa mucho mayor de lo estimado, posiblemente hasta 10 veces la de la Tierra. Esto descarta la posibilidad de que sea terrestre y hospede vida como la conocemos.
Además, Kane y Tara Fetherolf, investigadora postdoctoral en ciencias planetarias de la UCR, demuestran que un planeta grande en la zona habitable evitaría la coexistencia de otros planetas similares a la Tierra en órbitas estables. Aunque algunos lugares dentro de la zona habitable podrían albergar una Tierra, sus órbitas serían extremadamente elípticas, generando climas inestables.
Estos hallazgos subrayan la rareza de las condiciones adecuadas para la vida en el universo. "Nuestro trabajo nos da más razones para estar agradecidos por la configuración planetaria particular que tenemos en nuestro sistema solar", concluyó Kane, enfatizando la singularidad que hace posible la existencia de vida en la Tierra.