Un hecho sin precedentes llevado a cabo por la organización islámica palestina Hamás.
Siempre tuve la convicción de que el estado de Israel era una nación blindada, herméticamente protegida contra sus enemigos conocidos.
Poseedor de un sistema de seguridad interna inviolable basado en cámara de vigilancia con reconocimiento facial en todo el país, la modernización de sus armas de defensa antimisiles “Iron Dome”, un ejército de 169,500 militares activos reforzado con 8,000 paramilitares y 465,000 reservistas bien entrenados, según balance militar del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) en 2023.
Con un permanente espionaje con satélites militares y su temible Instituto Central de Inteligencia y Operaciones Especiales (Mossad), fue inaceptable para el pueblo de Israel lo sucedido el pasado 7 de octubre, cuando un minoritario grupo armado procedente de la súper vigilada Franja de Gaza, violara todos sus esquemas de protección y penetrara de forma violenta por frontera sin ser enfrentados a tiempo.
Un hecho sin precedentes llevado a cabo por la organización islámica palestina Hamás, que incluyó en su incursión terrestre el lanzamiento de decenas de misiles que mataron a más de 1,400 israelíes, miembros de las fuerzas armadas y secuestro de 240 personas.
La vergüenza ante el mundo que causó este hecho a los líderes de Israel dio lugar a la represalia más despiadada, un contraataque de venganza contra el pueblo palestino y la organización Hamás, por las muertes y daños estructurales infligidos a su país.
Gaza, ocupado por Israel desde 1967, es el más pequeño de los dos territorios palestinos. Apenas tiene 360 kilómetros cuadrados y 2.2 millones de habitantes de religión musulmana-suní.
La reacción de Israel, con la dirigencia del primer ministro Benjamín Netanyahu, ha sido rabiosamente brutal, criminal e indolente contra los habitantes de la Franja de Gaza, en su afán de buscar eliminar a los miembros de Hamás, liderado por Yahya Ibrahim Al-Sinwar.
Obnubilado por lo ocurrido y dolido ante el orgullo lacerado, Netanyahu ha permitido que la ira desenfrenada lo impulse a intentar hacer desaparecer del mapa a Gaza, con intensivos bombardeos indiscriminados, sin importar las vidas de inocentes.
Un holocausto dirigido por un líder político que muestra estar fuera de sí, y que ve en cada civil palestino un miembro del grupo Hamás.
El grito de dolor no es ya de los heridos y huérfanos a causa de la masacre que producen los bombardeos y misiles lanzados por Israel.
La comunidad internacional ha elevado su protesta contra el genocidio de lesa humanidad que se lleva a cabo en Gaza, en la que hasta este sábado el número de muertos sumaban 9,061, entre ellos 3,780 niños, según reporte del Ministerio de Salud palestino.
¿Por qué el Estado de Israel no imitó a los EEUU cuando un hecho similar ocurrió en territorio norteamericano, el 11 de septiembre de 2001?
En ese fatídico hecho, 19 miembros de la organización islamista Al Qaeda, liderada por Osama bin Laden, secuestraron cuatro aviones comerciales dentro de los Estados Unidos estrellando dos de ellos contra las famosas Torres Gemelas (World Trade Center) de Nueva York, uno contra las estructuras del Pentágono, en Arlington, y un cuarto no logró cumplir su cometido tras estrellarse en un campo de del estado de Pensilvania.
Con su acción criminal, estos enemigos de los EEUU mataron a más de 3 mil personas entre norteamericanos y ciudadanos de 90 países.
Tal y como ocurrió en Israel, los miembros de Al Qaeda burlaron la seguridad nacional de los Estados Unidos, lo mismo que de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), del Buró Federal de Investigaciones (FBI), y los servicios de seguridad de diferentes aeropuertos de la Unión Americana.
El dolor y vergüenza infligida al gobierno del entonces presidente George W. Bush obligó a las autoridades iniciar una persecución tenaz contra los responsables de la agresión cometida.
El presidente Bush, del Partido Republicano, ordenó a todos los organismos de seguridad nacional localizar a los líderes de Al Qaeda donde quiera que se encontraran.
Para entonces, la administración Bush dio luz verde a la creación de la Operación Neptune Spear, bajo la dirección de la CIA, el Departamento de Defensa y otros organismos de inteligencia norteamericanos, quienes duraron 10 años para encontrar lo que buscaban.
Luego de localizado el escondite de Bin Laden en un remoto complejo habitacional en Pakistán llamado Abbottabad, los EEUU planificaron el ataque con un grupo élite de los Navy Seal, quienes el 2 de mayo de 2011 dieron muerte al líder de Al Qaeda junto a otras cuatro personas, incluyendo a una de sus esposas.
La operación fue tan selectiva que los residentes cercanos al complejo habitacional de Bin Laden no se enteraron de lo ocurrido hasta después de ejecutado el plan militar. En el edificio atacado también había niños, pero estos no resultaron heridos.
A diferencia de Israel, la venganza de EEUU bajo la administración de Barak Obama fue de persecución y captura de Bin Laden y su grupo, vivos o muertos. No se incluyó un bombardeo masivo vengativo contra personas inocentes, como lo ha hecho el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu.
Lo penoso es que Estados Unidos, con Joe Biden como presidente, se haga culpable por comisión, apoyando abiertamente la barbarie que lleva a cabo el estado de Israel en su lucha contra el pueblo palestino, rechazando inclusive el pedido de la comunidad internacional de poner fin al genocidio en Gaza.