La voz poética de Delmira Agustini surgió en un contexto donde los derechos civiles de las mujeres eran discutidos por diversas instancias.
Por Julio César Gómez de la Cruz
“Perdón si le molesto una vez más. Hoy he logrado un momento de calma en mi eterna exaltación dolorosa. Y estas son mis horas más tristes. En ellas llego a la conciencia de mi inconsciencia”.
Fragmento de una carta escrita por Delmira Agustini a Rubén Darío.
La voz poética de Delmira Agustini surgió en un contexto donde los derechos civiles de las mujeres eran discutidos por diversas instancias del espacio público en Latinoamérica. Nacida el 24 de octubre de 1886 en Montevideo, Uruguay, fue hija de padres burgueses que desde niña la criaron en un ambiente de mucha protección. Al igual que muchos grandes autores, tuvo una infancia solitaria y terminó refugiándose en los libros. Con ello, encontró el gusto por las letras desde su más temprana edad.
Se abrió paso en el mundo literario publicando en revistas de aquel entonces como Rojo y Blanco y La Petite Revue. De ese modo se convirtió en un personaje de la vida cultural donde siempre se mantuvo acompañada por su madre, contrastando una vida de valores conservadores con el feroz y atrevido mensaje de su literatura.
Fue una poeta, integrada como parte del modernismo, que llamó la atención de varios autores y personalidades contemporáneas, con quienes mantuvo correspondencia, entre ellos Rubén Darío y Manuel Ugarte. Esa atracción hacia esta joven poeta es entendible cuando leemos uno de sus poemas más famosos, “Lo Inefable”, aquí notamos la abrumadora sensación de sufrimiento que pintaban sus versos:
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor”
En los primeros versos vemos como la autora intenta expresar en palabras toda la angustia y dolor de su mundo interno y como este no se relaciona con eventos específicos de la vida. De este modo, la autora nos invita a reflexionar si alguna vez hemos sentido un dolor similar, si alguna vez hemos tenido un dolor abstracto.
“De un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida De vorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
Que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?…”
En el verso anterior, vemos que los sentimientos marcados en el poema parecieran estar vinculados a profundos anhelos de pensamientos no realizados. La voz poética se ve atormentada, y según avanzamos en el poema, notamos como esto se vincula a la insatisfacción y la búsqueda de la realización.
“¡Cumbre de los Martirios!… ¡Llevar eternamente, Desgarradora y árida, la trágica simiente
Clavada en las entrañas como un diente feroz!…
¡Pero arrancarla un día en una flor que abriera Milagrosa, inviolable!… Ah, más grande no fuera Tener entre las manos la cabeza de Dios!”
En los últimos versos se sugiere la idea de transformar el dolor en algo milagroso relacionado con lo divino. Se ve a Dios como una fuerza redentora. La literatura de Delmira Agustini se basa en presentar sus anhelos a través del yo. Por ello, utiliza su poesía para expresar sus pasiones y deseos, tal como señala Aletta (2000): “En la época en la que la mujer vive puertas adentro, en el seno del hogar, no sale sola sino acompañada por sus padres, en la que las pautas de conducta están signadas por la represión y la moral victoriana, Delmira se anima en su poesía a escribir su deseo, el deseo femenino, desafiando abiertamente los códigos morales burgueses dominantes y cargados de prejuicios”. Un ejemplo de esta situación la podemos apreciar en el poema “El Intruso”.
“Amor, la noche estaba trágica y sollozante cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;”.
La personificación de la noche como "trágica y sollozante" junto a “tu llave de oro” y “mi cerradura” contribuyen a un ambiente cargado de erotismo en la obra. El poema demuestra una entrega total y dependencia emocional al enfatizar la unión de los cuerpos, el placer y la intimidad. En otros de sus poemas podemos ubicar ese carácter erótico:
“Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego… Pido a tus manos todopoderosas
¡su cuerpo excelso derramado en fuego sobre mi cuerpo desmayado en rosas!”
El verso anterior del poema “Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego…” con solo analizar su primer párrafo muestra como invoca a Eros, quien en la mitología es la personificación del amor y el deseo. La voz poética se nota con un tono suplicante, anhelando la guía de Eros, el "padre ciego”. De este modo, podemos notar como toda la poesía de Delmira Agustini está marcada por la audacia, los simbolismos, un manto feminista y mucho erotismo. Sus versos trabajan no solo la naturaleza de la mujer, sino, de las pasiones humanas. Esta gran escritora desde sus primeros trabajos remarcaba el dolor y el placer de ser mujer.
Recursos bibliográficos
Agustini, D., & Barsamian, D. (1923). Delmira Agustini (Vol. 39). Editorial Cervantes. Aletta de Sylvas, G. (2000). El erotismo de Delmira Agustini. Philologica canariensia.
Giordano, V. (2009). Vida, obra y muerte de Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Ercília Cobra: La construcción de los derechos civiles. cadernos pagu, 331-364.
Varas, P. (1994). Lo erótico y la liberación del ser femenino en la poesía de Delmira Agustini. Hispanic Journal, 165-184.
Visca, A. S. (1979). Delmira Agustini: esquema de su itinerario vital y lírico.