Los dos grupos generacionales gustan de la sensación creativa y placentera que dan a los seres humanos las manifestaciones estéticas, sean estas de géneros diferentes. Creo que todo ser humano persigue siempre aislarse por momentos de su realidad cotidiana para dar paso a un momento muy íntimo que puede llevar a cabo mediante una reflexión profunda, dando cuerpo y valor vivencial a las distintas etapas de su vida, incluida fundamentalmente, los días de la precocidad. Otras veces puede alcanzar el éxtasis de la recreación mediante la observación, la visualización, la audición, o por el contacto directo con alguna de las manifestaciones estéticas de su preferencia.
En ese contexto de una y otra corriente artística, los dos grupos sociales que han coincidido en esta ocasión al finalizar un siglo y al inicio de otro, se deleitan mucho, disfrutan mucho de la música, de las artes plásticas, del teatro, del cine y de la arquitectura. Esta última en tanto obra monumental que prácticamente es inherente a todo proceso evolutivo de la humanidad, pues ya sea por interés estatal o privado, el hombre, situado en ambos espacios de la existencia humana, debe colocar en su agenda habitual las estructuras donde reside, labora o se divierte, y para ello la arquitectura juega un rol de primer orden.
Pero una manifestación estética que se hace imprescindible a ambos lados del espectro humano de fin y principio de siglo, es la literatura. Claro, la literatura más allá del rigor puramente científico, pedagógico o informativo. Me refiero a aquella que normalmente se ha hecho de un espacio en nuestros hogares, bibliotecas públicas, en entornos laborales y en centros comerciales con intenciones expresamente lúdicas, económicas y mercadológicas. En ese interregno dual de una y otra generación, la novela, el cuento, el ensayo se han situado con total propiedad en el subconsciente de sus integrantes. Estos géneros expresivos son demandados constantemente, poseen sus públicos, y sobre todo, un sustantivo grupo de escritores.
La experiencia que hasta el momento hemos vivido es que una buena parte de la generación del siglo XXI ha heredado notables experiencias de la generación del siglo XX para garantizar su presencia activa en los distintos escenarios que son demandados por cientos y cientos de receptores, que como es lógico, se convierten en consumidores constantes del arte en cartel. Las veleidades en una parte significativa de estos se hacen presente, ocasionando la pérdida de ciclos formativos tan necesarios para adquirir plenos y contundentes conocimientos plásticos.
Esa fusión de estrategias a uno y otro lado de los grupos humanos en contraste ha provocado también que los aún con vida de la generación del siglo pasado, logren extender su presencia dramática, lúdica y estética en estos confines de la tercera década del siglo XXI.
Ese criterio ha sido posible por la alta incidencia que todavía posee la generación del siglo XX en los gustos, y las costumbres de los habitantes de sus respectivos países en el universo. Ese efecto se hace evidente en la generación del siglo en desarrollo, grupo humano que apenas empieza a vivir la vida con cierto grado de conciencia y libertad
Creo, y así parece que sucederá, que muchas influencias de la época comprendida entre 1950 y el año 2000, se mantendrán presentes en el subconsciente de los primeros ciudadanos del siglo actual hasta bien entrada la década de los 40 y los 50. Al finalizar ese período, sí entiendo que habrá un desenlace progresivo entre ambos segmentos poblacionales, dando paso a las reminiscencias acumuladas de la Generación Dual en sus primeros cincuenta años de vida del siglo en desarrollo. Su legado cultural, intelectual, histórico y vivencial, pasará a ser el antecedente directo de la generación correspondiente a la segunda parte del siglo XXI. No quiere esto decir, que no puedan existir todavía algunos legados de la generación del siglo XX, pero no serán significativos para la formación integral y el deleite de los habitantes del presente siglo.
La fusión procedimental ha sido total y fluida en ambos grupos. Cada grupo generacional ha luchado por su espacio. La generación del siglo XX ha buscado la forma de imponer su veteranía histórica y sus abundantes relaciones personales y laborales. En cambio, la generación del siglo XXI ha logrado en base a talento, y una bien ganada credibilidad mercadológica, atrincherarse en sus madrigueras hasta consolidar su existencia en un mundo cada vez más competitivo, pues juega de manera constante con sus ídolos, dejándolos fácilmente a un lado del camino. No se expone como sí lo hizo la generación del siglo pasado, a consentir durante décadas personajes que fueron exitosos en determinados momentos de su desarrollo.
Ambos grupos sociales han reconocido que la obsolescencia de sus propuestas permanecen tanto tiempo en el mercado, como tan atractivas resulten a sus plantillas de seguidores. Conocer la intimidad de ese comportamiento cíclico y medalaganario, requiere estar atentos al momento en que más convenga el relanzamiento de imagen y del producto creativo que provoque el reenganche o reacercamiento de las masas de uno y otro sector humano con lo que consideramos son nuestras formas de expresión particular.
En ese escenario de constantes conflictos provocados por los intereses comerciales y estatales dentro de las manifestaciones estéticas y sus principales protagonistas, se ha situado como parte esencial de su modus operandis, la medición estadística de las preferencias mediáticas. Esta calificación tras la aceptación popular y comercial, que por lo común se encargaba a empresas que podían hacer un estudio serio o sesgado de la realidad de un fenómeno cultural o social cualquiera, en los últimos treinta años ha sido confiado a esquemas y formatos científicos dispuestos en las plataformas multimedia, o diseñados a partir de los estratégicos intereses de las empresas o grupos de empresarios que los auspician y representan.
En el mejor sentido del estudio, queda claro que ambas generaciones pueden agregar valores extraordinarios a las manifestaciones estéticas, pues una, la que finaliza el siglo XX puede y tiene la seguridad de que sus producciones fueron vistas y valoradas durante más de treinta años por sus congéneres. En cambio, la Generación Dual correspondiente al siglo XXI, con sus ímpetus e innovaciones, sabe que debe partir para proyectarse en el mundo de la base estética, lúdica, social y mercadológica, de aquellas raíces que hereda de los últimos habitantes del pasado siglo, pero transformándolas convenientemente.
Independientemente de éste último criterio, la primera parte de los hombres y mujeres que componen la Generación Dual del siglo XXI, ha demostrado ser una osada, dinámica y creativa oleada de seres humanos, pues ha logrado innovaciones lúdicas que han impactado favorablemente el subconsciente de millones de espectadores y receptores en el mundo.
Como está muy presente en todos los públicos, la música, el cine, la literatura, y la pintura, continúan teniendo alta dosis de receptividad, y la tendencia nos indica que su valor recreativo irá en ascenso pues las tensiones geopolíticas a uno y otro lado del planeta así lo demandan.
La agenda mundial actual y aquella que desea vivir la Generación Dual del siglo XXI, en nada se parece a la que impusieron políticos y empresarios a la generación dual del siglo XX.
Precisamente, los integrantes de la Generación Dual del siglo actual han desarrollado sus capacidades creativas para impactar de manera extraordinaria en los mercados internacionales y nacionales del espectáculo. El espectáculo visto como empresa común a cualquier manifestación estética, no como show risible y pérfido. Esa estructura empresarial de la creatividad les ha posibilitado la obtención de exorbitantes beneficios económicos, cuya administración ha caído en manos de hábiles gerentes que con absoluta convicción han creado una sólida generación de mujeres y hombres poderosos que gravitan en torno a los potentados del sistema.
Favorablemente, la creatividad en una parte significativa de los integrantes de la Generación Dual se ha convertido en un sólido renglón de influencias mediáticas y económicas, que en un prudente período de tiempo, reclamará su espacio en el incisivo contexto político que detentan los grupos hegemónicos del universo.
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