La idea consistía en divertirse, pero además en analizar situaciones políticas, económicas y de grupos
Desde 1950 al momento en que me hago adulto y despierto ante el mundo, año de 1977, ya con veinte (20) años, los acontecimientos sociales eran extraordinarios, llenos de constantes protestas en la mayoría de países del mundo, producto del todavía perenne contexto de la guerra fría.
En esa enrarecida situación social, eran muy determinantes las reuniones familiares o entre familiares. Claro, igual que en los años siguientes, o sea, desde el año 1977 hasta el año 2000, esas reuniones colectivas tenían sus características muy particulares. La idea consistía en divertirse, pero además en analizar situaciones políticas, económicas y de grupos, pero en la más estricta intimidad de la familia.
Es posible que si las mismas se hacían entre parientes de cierta solvencia económica, estas se desarrollaran en la casa de playa o en la finca de alguno de los grupos reunidos. Las comidas y las bebidas generalmente corrían por cuenta del clan familiar que había hecho la invitación. Independientemente de esto último, el pudor y el protocolo común aconsejaban que cada grupo familiar invitado se hiciera acompañar de variados postres o bebidas que además de engalanar las mesas dispuestas para el momento, constituían una muestra de gran confraternidad entre los integrantes de las familias convocadas. Allí se hablaba de todo, pero teniendo mucho cuidado de no tocar los temas referidos a las altas políticas de Estado. Todavía reinaba en muchos de nuestros países, el terror impuesto por diversos regímenes totalitarios surgidos al calor de las luchas intestinas entre los clanes familiares y militares que asumieron el poder tras las luchas coloniales. Esos grupos consolidaron su presencia en las estructuras estatales de muchos países aplicando mano dura contra las masas desposeídas, utilizando, en la mayoría de los casos, los ejércitos formales, otras veces bandas y grupos paramilitares, y en ocasiones hasta propiciaron ejércitos extranjeros para socavar rebeliones sociales de cierta magnitud, que podían poner en peligro capitales en donde figuraban socios internacionales.
Esa metodología se hizo muy común en cada continente, pero manifestándose de manera extraordinaria en el Continente Americano, sobre todo, en los países de Venezuela, Chile, Argentina, Cuba, Guatemala, Paraguay, Brasil, Bolivia, Perú, Uruguay, Nicaragua, Haití, Colombia. Esos países vivieron momentos de singular agonía política y económica, pero donde se extendió profusamente ese nefasto malestar fue en la República Dominicana.
La férrea dictadura trujillista no parecía tener fin. Durante treinta y un (31) años sufrió el pueblo dominicano los estertores de una brutal represión. Allí, todo encuentro grupal por sencillo que fuere estaba supeditado al control dictatorial. Hasta las reuniones familiares debían cumplir con el protocolo que se había dispuesto para ellas.
La hidalguía, el sacrificio, la bondad, la benevolencia y la magnanimidad del “Padre de la Patria nueva” debía exaltarse ante los presentes. Después de cumplir con ese riptus sagrado, y solemne, todo en el encuentro y en la vida de esas familias era fastuoso, brillante, cordial, sumamente fabuloso. La descripción de ese ambiente, era algo fuera de toda lógica formal de vida.
La tía Efigenia, mi tío político Ramón Mejía, y su hijo mayor Bernardo, en algunas ocasiones dejaban escuchar en el ambiente de su hogar muchas de esas pláticas correspondientes a la etapa en dictadura que inició en 1930 y concluyó en 1961. Mientras a lo lejos sonaba una canción de Roberto Ledesma, los Panchos, Toña la Negra o Alberto Beltrán, en un programa de añoranzas románticas, estos compartían algunas de las particularidades de esos encuentros y los principales protagonistas de los mismos. Aunque la pareja contaba con tres hijos más: José Praxisteles, Marielys y Ramón Antonio, generalmente quien disfrutaba, o más bien representaba su familia en esos grandes momentos sociales, era Bernardo, el mayor. Bernardo era una especie de Dandy de esos tiempos. Muy conversador, elegante, bailador, bebedor y tenía una facilidad extraordinaria para conquistar chicas elegantes y dispuestas a la vida bohemia. Aunque no lo percibí de inmediato, pero cuando me vinculé de manera estrecha con ese grupo familiar que procedía de mi ascendencia paterna, analicé y reflexioné que mi tía y mi tío político, asistían a esos habituales encuentros porque así lo exigían, hasta el 30 de mayo de 1961, quienes mantenían la imagen inquebrantable del régimen tiránico de esos años. No eran muy dados a fiestas de alto o bajo nivel social. Su casa, la Iglesia y la familia era su ambiente de mayor cordialidad.
Claro, como es de arto conocimiento, para la sociedad de esos años de miedo y terror en el país, habían otras reuniones sociales de menor jerarquía social, en las que también había que guardar el rigor que exigía el protocolo del poder político impuesto. Allí, en el barrio, o en los pueblos se gozaba abiertamente, corría el aguardiente, se esparcían las ondas del tabaco recién quemado en las mesas de un bar, o en las salas humildes de un grupo de vecinos. De noche, la parranda era ardua y contagiosa, pero todo quedaba dentro del ritual familiar y social permitido a esos grupos de barrios, pueblos y provincias bajo una estricta y pesada vigilancia de los aparatos represivos de la dictadura.
Esa realidad, con ligeras modificaciones, era el ambiente que se vivía en casi todos los países del Continente Americano y el mundo, pues los regímenes tiránicos crecieron como la verdolaga en esos tiempos.
Siempre existieron en ese contexto temporal que abarca cincuenta años, otras formas de vida y diversión, tanto bajo el régimen dictatorial, o posteriormente bajo las luces de un régimen democrático, que más que democracia, se convierte en tiranía bajo un supuesto manto democrático. Además de la represión local, los ciudadanos, las familias y los pueblos, después de los acontecimientos políticos que provocaron movimientos y revoluciones sociales en todo el mundo, también se vieron inmersos en una mordaz lucha de contrarios, pero impuesta esta vez por fuerzas antagónicas que buscaban el control unipolar del universo. Al concluir la primera mitad del siglo XX nos invaden las ideas y los intereses geopolíticos de la denominada Guerra Fría. Quisiéramos o no, todos los seres humanos del mundo estábamos involucrados en ella y muchas veces ni teníamos derecho a elegir el bando de nuestra preferencia. En aquellas áreas geográficas que habían nacido y se mantenían bajo el aura capitalista, debíamos ser y defender los criterios y puntos de vista capitalistas o seríamos perseguidos y sometidos de alguna forma a ciertas dosis de vigilancia y represión. La realidad no era otra y no se aceptaban disidencias.
También podías ser del otro bando, aunque no era lo más aconsejable, pues el sistema impuesto perseguía con saña descarada a los denominados comunistas, socialistas, gente de avanzada o progresistas. En casi todo el mundo pasaba lo mismo, pero a nivel del Continente Americano se acentuó más, dada la cercanía con la hermana República de Cuba, que mediante un proceso revolucionario había alcanzado un sistema socialista de gobierno, situación geopolítica que para nada alegraba a los Estados Unidos de Norteamérica. De los dos polos enfrentados durante la Guerra Fría, Estados Unidos representaba y dirigía el bastión capitalista, el de mayor alcance e influencia global.
Resulta vital que la generación del siglo XXI muy joven aun, y muchos de nuestros congéneres del siglo XX, conozcan que en cualquier país del mundo, los grupos de seres humanos nacidos al calor de la segunda mitad del siglo pasado, vivieron varias etapas de su vida en una permanente agonía. Les acechaba en cada esquina el terrible momento de una persecución política si éramos independientes de pensamientos y actuación. Pero a nivel global, y ante las amenazas constantes de los dos bloques que se disputaban el control hegemónico mundial, la situación también adquiría ciertos rasgos de inestabilidad psíquica ante la posibilidad de un enfrentamiento bélico real, y que los grupos enfrentados hicieran estallar las bombas atómicas de sus arsenales militares. Cualquier lugar del planeta, por muy distante que se encontrara de las acciones bélicas, también sufrirá serias consecuencias.
Favorablemente, superamos el temor a morir antes de formar familia y tener nuestros primeros hijos, aunque las potencias de entonces, que con algunas excepciones, son las mismas de estos tiempos, conservaron sus arsenales antiguos, y han continuado creando nuevas armas para ese enfrentamiento mortal que puede acabar con toda forma de vida en cualquier momento en el planeta que nos ha tocado vivir.
Resulta favorable en estos momentos que hayan ciertos niveles de convivencia civilizada entre los integrantes de la Generación Dual, que no es más que dos grupos humanos conformados por los que aún sobreviven del siglo XX y aquellos que empiezan a vivir en el siglo presente. Digo favorable, bueno o fabuloso, porque la generación del siglo XXI, tiene la oportunidad de preguntarle a la generación del siglo XX, muchos aspectos claves de la vida de mitad del siglo pasado que muchas veces no aparecen reseñados en libros, revistas y periódicos, máxime cuando hemos heredado la mala práctica de perder nuestros archivos. Otras veces, esos acervos han sido dañados deliberadamente por personas o grupos corporativos interesados en ocultar o torcer la verdad histórica. Esa realidad institucional, en el caso particular de muchos de nuestros países, llega a ocupar la pérdida de un noventa y cinco (95%) por ciento de nuestras fuentes documentales.
Por eso insisto, este es un momento maravilloso, especial e irrepetible que nos ofrece la divinidad para que dos grupos humanos se encuentren en una atmosfera de humildad total, de forma que uno formule preguntas y el otro conteste, no importa si el viejo o el joven de los dos. Lo importante es provocar y mantener la fluidez de las palabras hasta que del pensamiento broten las vivencias de uno y otro lado de la vida, asumiendo con amplio candor de responsabilidad, la conservación de las memorias de mitad del siglo XX, de modo que los habitantes de la primera y segunda mitad del siglo XXI, tengan presente la forma de vida de sus antepasados para reestructurar la forma de vida que parte del año 2000 en adelante.
La Generación Dual que corresponde a la primera etapa de habitantes del siglo XXI, con sus primeras experiencias de vida y aquellas heredadas de los integrantes de la segunda parte del siglo XX, puede y tiene el deber de consolidar su intervención de manera proactiva en los círculos de poder político y económico de cada Estado en el mundo. Esa incidencia podrá lograrla en la medida en que reconozca su rol transformador en los próximos veinte y siete años de existencia. Además de su propia capacidad intelectual y creativa, esa primera parte de la Generación Dual del siglo XXI, tendrá la fortaleza de contar con las ideas, sugerencias y asesorías constantes de un grupo significativo de la segunda parte de la Generación Dual del siglo XX. Ese contacto polivalente de criterios debe implosionar de manera positiva y contundente en la concentración de seres humanos que por edad biológica serán entes activos al llegar las décadas 2040 y 2050 del presente siglo en desarrollo.
La sociedad mundial de estos tiempos, constituida con una mayor proporción de seres humanos en capacidad de tomar decisiones trascendentes para sus vidas y el futuro de sus descendientes, tiene la gran oportunidad de variar los cimientos en que ha sido fundamentado el mundo luego de la implementación de las cuatro revoluciones industriales. Precisamente, la Generación Dual correspondiente al siglo XXI, es la llamada a ocupar los espacios claves de dirección y control dentro de la cuarta revolución industrial. La intervención protagónica de esa generación de seres humanos podría conseguir un giro extraordinario ante los planes y proyectos que ya poseen para el mundo los grupos hegemónicos desde los primeros años de la década de los 70 (creación del Foro Económico Mundial – FEM, Suiza, 1971). La inteligencia, la astucia y la horizontalidad de entendimiento entre los grupos activos de la Generación Dual, podrían alcanzar de manera paulatina esa necesaria transformación de la humanidad.
Estos fenómenos, eminentemente económicos, y por consiguiente de alta presencia empresarial y política, se caracterizan por una prevalencia de capital en poder de las castas y clanes sociales de linaje monárquico. Esa acumulación de grandes capitales en pocas manos, y sobre todo, en poder de los señores que hasta el momento de cada etapa del mundo civilizado controlan cada Estado, ha dado como resultado que siglo tras siglo, revolución industrial tras revolución industrial, hasta la última y presente, la toma de decisiones en torno a los grandes temas mundiales, siempre estén bajo fuerte influjo del grupo de personas que originariamente son los dueños del capital y el poder político. Llegado este momento, cuando la cuarta revolución industrial hace acto de presencia en el mundo, los integrantes de ella al final del siglo XX y a principios del siglo XXI, pueden hacer lo que ninguna otra Generación Dual ha podido hacer: generar grandes capitales económicos y por consiguiente, alto poder político para incidir de manera medular en la toma trascendente de decisiones en todos los espacios del mundo.
La cuarta revolución industrial, fundamentada en los preceptos de la inteligencia artificial, cuya implementación se lleva a cabo actualmente con sistemas y dispositivos digitales de uso cotidiano, debe convertirse en el eje de interconexión de todos los grupos sociales que persiguen la transformación positiva del universo.
A partir de, y sobre sus herramientas, pueden y deben fijar sus objetivos de desarrollo los integrantes de la Generación Dual, cuyos más conspicuos militantes son los primeros habitantes del siglo XXI.