La yuxtaposición de los dos contextos generacionales de fin y principio de siglo frente al umbral de la post-modernidad, se hace cada vez más necesario.
La primera y la segunda generación de habitantes del siglo XX mostró en cada espacio de vida donde le correspondió echar raíces, que trabajó duro para superarse y ayudar a crecer los seres queridos que integraban sus respectivas familias. A veces, al mirar retrospectivamente deseamos exigirles logros más concretos a aquellos que formaron la transición de la generación del siglo XIX al siglo XX.
Esperar más de ellos, era y es una infamia, ante las luchas, el terror, las torturas y la inquina que sufrieron, luego de ser sometidos a dos guerras mundiales, diversas guerras continentales y locales, más un terrible proceso de persecución político-ideológica que polarizó el mundo en dos grandes mitades: La guerra fría. Una gran parte de estos se acostumbraron a labores de crianza y cosecha. Otros al comercio minorista y mayorista, y los menos, al estudio científico de una carrera profesional.
En todo caso, esa generación buscaba vivir su vida de manera plácida, tener sus hijos, educarlos y dejarles un primer aporte económico para que hicieran su espacio de vida en el mundo.
Lamentablemente, los censores del sistema mundial no estaban de acuerdo con ese plan y buscaron la forma de revolverlo todo con tal de obtener cuantiosos beneficios de la enajenación de espacios territoriales y la adquisición bajo las armas, de enormes riquezas materiales a lo largo y ancho del mundo. Fueron cincuenta largos años del siglo XX que ese primer grupo generacional vivió bajo amenaza de guerra y constantes luchas ideológicas.
Suerte tuvieron y tuvimos sus descendientes de que hayan inventado la Radio, el Cine y la televisión. Afortunadamente, estos tres medios de educación y cultura en principio, que luego pasan a convertirse en flamantes vehículos de información, difusión y extraordinario espacio lúdico, entretuvo ese primer grupo generacional del pasado siglo, y gran parte de la segunda mitad de esa centuria, aprendiendo a bailar, tener modales, vestir y conocer algunos espacios de la tierra a uno y otro lado del universo.
Tantas veleidades en su agenda de vida también hicieron variar profundamente su carácter y se convirtieron en seres humanos introvertidos en su mayoría. Otros, los menos, extrovertidos, pero con fuertes secuelas psicológicas. La gente salía y bailaba pero no disfrutaba a plenitud, pues en cualquier momento podía quedar bajo los efectos de una conflagración mundial entre los Estados Unidos de Norteamérica y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La noticia más común en los medios de comunicación de esos años, era el posible enfrentamiento bélico entre las dos potencias, y que ese hecho degenerara en una hecatombe o cataclismo nuclear a escala planetaria.
Desde el año 1945 hasta el 1989, la presión psicológica y económica mundial era alterada cada vez que una de estas grandes potencias, o las dos, hacían públicas ciertas desavenencias geopolíticas tras el control de una parte del mundo que representaba sus particulares intereses ideológicos y económicos.
La Guerra Fría impuesta al mundo por los dos bloques hegemónicos no parecía tener fin. Miles de hombres y mujeres (incontables todavía), a ambos lados de la “cortina de hierro”, perdieron la vida defendiendo los intereses particulares de gobiernos y clanes familiares que habían vendido e impuesto el criterio de que inmolarse por esos ideales, era morir patrióticamente.
Los efectos de esa paranoia colectiva llegaron hasta el año 1989 y unos años más, lo que supuso el impacto durante treinta y nueve (39) años a los integrantes de la segunda mitad de habitantes del siglo XX de un sistema represivo, hostil y bárbaro, que atrofió muchas partes físicas de su cuerpo, pero en mayor medida y más incisiva, la psicológica. Sin duda alguna, ese grupo vivió en toda su extensión la carnicería humana que se desarrolló de manera contundente en esa etapa oscura del mundo.
En ese preciso período las protestas a nivel global eran inmensas, pero sobre todo constantes y agresivas. Las demostraciones de fuerza llegaron a un grado tan extremo, que aunque podíamos vivir bajo una dictadura, pensábamos que al día siguiente, la semana próxima, o el mes siguiente, podíamos estar bajo un régimen socialista, comunista, o democrático, tan humano y simple, como muchos de nuestros padres fundadores soñaron para sus respectivos países.
Lamentablemente, esas dos guerras mundiales, esas guerras locales, y ese largo y tenebroso período denominado en el mundo como “Guerra Fría” diezmaron el pensamiento, el comportamiento y las metas de vida de las dos generaciones del siglo XX. Por eso resulta vital establecer los criterios procedimentales de la Generación Dual ante el nuevo orden mundial. Es una generación que no merece vivir y padecer a partir de los intereses de unos cuantos la enorme secuela de terror que se hizo presente durante más de treinta y nueve años entre los primeros y segundos cincuenta años del siglo pasado.
Resulta muy importante poner en contexto a los primeros habitantes del siglo XXI, sobre lo vivido por las dos generaciones del siglo XX, pero dentro de estas, resulta sumamente valioso escuchar el testimonio de la segunda generación, pues ella sería la guía y motor de la primera ola de seres humanos de la generación del presente siglo.
Indudablemente, ambos grupos generacionales fueron sacudidos y marcados por la delación, el chantaje político, militar y económico para hacer más grandes y poderosos a un grupo de imbéciles aristócratas que desde su nacimiento fueron enseñados a acumular riquezas y poder. Riquezas y poder político, bien habidas o mal habidas, lo importante para esa clake es obtenerlos sin importar el costo en vidas humanas o las consecuencias ambientales que ello implique.
La yuxtaposición de los dos contextos generacionales de fin y principio de siglo frente al umbral de la post-modernidad, se hace cada vez más necesario para poder alterar la agenda que ya han configurado para toda la próxima centuria de vida, los grupos hegemónicos del planeta.
La Generación Dual puede y tiene el ineludible deber de dedicar espacios de tiempo a la reflexión, al análisis, y sobre todo, a la determinación de metodologías que hagan posible una existencia vivencial menos traumática para los primeros y segundos habitantes del siglo en curso.
Es muy posible que si las generaciones encontradas al final del siglo XX y principios del siglo XXI, se abocan a trabajar de manera sistemática tras ese objetivo, las fuerzas antagónicas del universo no implementen otro proceso tortuoso como el que vivió la generación del pasado siglo ante los embates bélicos, logísticos y económicos señalados. Esos aprestos están a la vista, y persiguen mantener el control del comercio mundial, que como es lógico, trae consigo el control del universo.
Si la Generación Dual no logra que los acuerdos estratégicos sean favorablemente compartidos, es casi seguro que tanto la primera como la segunda generación del siglo XXI, corran la misma suerte que las dos del siglo XX.
En manos de los grupos disidentes, inteligentes y dinámicos de la Generación Dual, descansa una buena parte de la estabilidad emocional y económica de los habitantes del siglo en desarrollo, en sus dos etapas.