Esas eventualidades ocurren debido a que no se aplica con rigidez el régimen de consecuencia.
Es preocupante el comportamiento de conductores de los variados vehículos terrestres que se resisten a ceder el paso en calles, carreteras y autopistas a las ambulancias, unidades del cuerpo de bomberos o cualquier aparato sobre ruedas que operan en circunstancias de emergencias.
Pese a tener activada la sirena y el conductor pedir a ruegos que lo dejen avanzar, en la generalidad de las veces, los otros conductores se mantienen indiferentes a ese urgente llamado, sobre todo cuando las vías están congestionadas en las denominadas “horas picos” del tráfico.
Y cuando alguna persona cede el paso, entonces otros aprovechan y se van detrás de la ambulancia para salir de los entaponamientos.
Dos hechos recientes nos indican que estamos conviviendo con especies de individuos portadores de cerebros desamueblados, tipificados como verdaderos animales con figuras humanas.
Primer caso: el personal de una ambulancia grabó el momento en que un chofer de una ruta de autobuses de Los Alcarrizos le obstruyó el paso al circular en vía contraía por una de las calles del municipio.
En el video se puede observar como el chofer del autobús se desmonta para verificar si su guagua fue afectada y no se movió.
Segundo caso: una semana después el piloto de un carro Honda Civic, azul, hizo caso omiso durante todo el elevado de la avenida John F. Kennedy a la insistencia del operador de una unidad paramédica para que le abriera el paso. El imprudente hominido del carro, en vez de apartarse del centro, se aprovechaba de la obediencia de los demás vehículos y avanzaba entre las dos hileras de automóviles que se formaron para dejar el espacio a la emergencia del momento. Por suerte, fue incautado de forma preventiva el carro azul y detenido el conductor. ¡Bien hecho!
Lo cierto es que la falta de disciplina, educación y conciencia ciudadana de nuestra gente coloca en situación de riesgo de muerte a muchas personas que son trasladadas en ambulancias a los diferentes centros de salud.
Esas eventualidades ocurren debido a que no se aplica con rigidez el régimen de consecuencia. Es la razón de que muchas gentes actúan en abierto reto a las leyes, sobre todo en lo que concierne al comportamiento cívico. El desorden en nuestra sociedad impera como si no existiera quien o quienes pudieran frenarlo.
En países desarrollados (Estados Unidos es un ejemplo) hay carriles exclusivos para los vehículos de emergencia, especialmente ambulancias y bomberos. Nadie circula ni se atreve a estacionar en esas vías porque de no obedecer las normas, entonces deberán enfrentarse a penalidades severas en el plano judicial y carcelario.
Allí se respeta esa regla. Fui testigo de esa modalidad mientras residí en la ciudad estadounidense de Nueva York, donde laboré alrededor de cuatro años como taxista.
¿Por qué en nuestro país no acatamos esa regulación? Ignoro, porque no la he leído, qué castigo a esa violación establece la Ley 63-17, de Movilidad, Transporte Terrestre, Transito y Seguridad Vial.
Es necesario frenar a los que, de manera altanera e incivilizada, exhiben esa actitud. Esa conducta quita la oportunidad de sobrevivir a un individuo que es trasladado de emergencia a un hospital. En lo que respecta a los bomberos, la brutal postura de los guiadores automovilísticos pudiera impedir que esas unidades socorristas lleguen a tiempo a extinguir un incendio y salvar vidas.
Es una situación que se repite constantemente, por lo que se precisa aplicar mano dura para solucionarla. El país requiere de la imposición del imperio del orden y la ley en las calles, un mandato que por lo que estamos observando es despreciado por una gran parte de la población.
Naturalmente, debe imponerse el espíritu del orden y las leyes sin excesos, respetando siempre los derechos ciudadanos y al margen del costo político que pudieran generar esas acciones.