El sistema electoral de la República Dominicana tiene demasiadas incongruencias.
Hace muchos años que un ciudadano con méritos adquiridos mediante el estudio, el trabajo digno, honrado, con vocación de servicio, buen hijo, buen esposo y padre, no logra alcanzar una posición política relevante en la sociedad dominicana. Hace tiempo que los valores éticos y morales no bastan para convertirse en diputado, senador, alcalde, regidor o presidente de la República.
La sociedad dominicana se ha degradado tanto, pero tanto, tanto, y con ello la actividad política, que nadie, que no tenga recursos económicos en abundancia, venga de donde venga, puede aspirar a una posición de elección popular, salvo en casos muy excepcionales.
Me cuentan que, para convertirse en diputado, senador, regidor o alcalde, hay que disponer de una fortuna superior al salario que devengaría en caso de alcanzar la posición, durante los cuatro años en que se mantendría en el cargo. (Lo que gasta un aspirante a la presidencia de la República, no importa el partido, es irrecuperable ejerciendo el mandato honestamente)
Hace unas semanas entrevisté al joven Juan Segovia, que fuera diputado en España en dos ocasiones por el Partido Socialista Obrero Español (PESOE) y me decía que en ese país aún los candidatos se escogen mediante una lista de los partidos, no mediante el voto preferencial, que es el modelo “nuevo” que se está empleando en nuestro país. (El “voto preferencial” ha distorsionado el sufragio, porque el narcotráfico, el juego de azar y el lavado de activo, se han convertido en un factor decisivo para “comprar la voluntad popular”, auspiciado por los partidos del sistema)
Me comentaba Segovia que un diputado español tiene un salario base, que no es alto. Carece de privilegios tales como exoneraciones de vehículos, agentes de seguridad, chofer, móviles, barrilitos, cofrecitos, regalos para las madres, los padres, navideños, día de los santos reyes, etc. Una table, es lo único que recibe en España un congresista. (Si adoptáramos el sistema español el número de partidos y de candidatos se reduciría al mínimo)
El Congreso dominicano está lleno de “banqueros”, “riferos”, “narcotraficantes” y “lavadores” que, con el dinero sucio, compran su elección, como en un mercado, ante lo vista de todos, principalmente de los dirigentes de todos los partidos y de las propias autoridades electorales, que no hacen nada para impedirlo, de tal manera que un ciudadano correcto, trabajador, honesto, abogado, profesor, médico, periodista, sindicalista, obrero, ingeniero, etc., no puede aspirar a un cargo de elección popular porque no puede competir.
Un candidato a la presidencia de la República tiene que recibir el apoyo de sectores económicos muy poderosos o poseer una fortuna personal que, como el caso del actual presidente Luís Abinader, es un empresario de origen, con altos estudios académicos y una familia con muchos recursos, lo que le permitió costear gran parte de su campaña en medio de una crisis política, ética y moral, fruto de una corrupción sin precedentes, que le permitió ganar las elecciones.
El sistema electoral de la República Dominicana tiene demasiadas incongruencias. Unas elecciones en febrero (las municipales) y otras elecciones congresuales y presidenciales en mayo), ¡Una locura! Ese sistema debe ser eliminado.
Nuestro sistema electoral tiene que ser modificado urgentemente. ¿cómo lograr que la juventud se integre a la actividad política si está tan maleada, tan llena de vicios? ¿Queremos una juventud política igualmente corrompida, que haga las mismas cosas que hacen los actuales líderes o por el contrario queremos una juventud que haga política de manera distinta?
El sistema tiene que recibir cambios profundos para que el dinero mal habido o sucio no siga siendo un factor decisivo durante un proceso electoral; hay que cerrarle el paso al narcotráfico, al lavado de activo, al juego de azar, a la evasión del pago de impuestos, al crimen organizado, a la corrupción que prevalece durante todos los procesos electorales.
Precisamos de un sistema más inclusivo, más plural y democrático, donde los ciudadanos trabajadores, estudiosos, decentes y honrados, de valores éticos y morales, tengan las mismas oportunidades sin que el dinero sea el elemento fundamental que determine el éxito o el fracaso durante un certamen electoral. Pero la llamada “clase política”, no parece tener interés en adecentar la política, insisten en que se mantenga corrompida, como corrompida está ella misma.