El legislador, con sobrada razón, argumenta que la ingesta etílica provoca situaciones, violencia, incumplimiento de responsabilidades y molestias sociales. Es cierto.
La semana que finaliza registra dos interesantes propuestas que pudieran ser objeto de críticas para aquellas personas vagas que se pasan todo el tiempo en los medios de comunicación bombardeando y obstaculizando, sin ningún nivel de raciocinio, las obras que provienen desde los estamentos del Poder Ejecutivo.
Son unos auténticos palurdos, propiciadores consumados del verbo joder en alto relieve, que las mayorías de las veces responden a intereses de los partidos políticos de la oposición teniendo como punto de apoyo las incontrolables redes sociales y programas interactivos.
La primera propuesta se hizo a propósito de realizarse en el país el Foro Sobre Movilidad Urbana, en la búsqueda de soluciones conjuntas a la crisis del tránsito y movilidad que afecta el Gran Santo Domingo.
Se trata de una ordenanza de la la autoría de Alcaldía del Distrito Nacional que pretende reducir la cantidad de accidentes viales que ocurren en la demarcación, por medio de la disminución de los límites de velocidad en las zonas urbanas. La misma sugiere una escala máxima de velocidad de 50 kilómetros por hora para todos los vehículos, en todas las avenidas urbanas.
La iniciativa tiene como base fundamental varias disposiciones, entre las que destaca una recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo internacional que dice que el exceso de velocidad es causa del 50% de las muertes en países de ingresos bajos y medios y, por tanto, el riesgo es tres veces mayor en las naciones de reducidos ingresos.
La idea es implementar el denominado Plan Piloto de Gestión de Velocidad del Distrito Nacional, una jornada que será responsabilidad del Ayuntamiento capitaleño en coordinación con el Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant) y la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett).
El proyecto, además, contempla la fiscalización del nuevo límite de velocidad con multas a los conductores con uno a tres salarios mínimos y la reducción de puntos de la licencia de conducir, estando esta última disposición aún no vigente.
Es una buena propuesta que de aplicarse con rigidez abriría una brecha para imponer el código de la disciplina, la prudencia, a los endemoniados conductores de “pies calientes” e irrespetuosos de la Ley 63-17, de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial de la República Dominicana, publicada en la Gaceta Oficial No. 10875 del 24 de febrero de 2017.
Llegó el momento de parar las tragedias viales provocadas en todo el país por choferes temerarios y borrachos, que se han llevado miles de vidas y dejado cientos de hijos huérfanos.
El otro caso se refiere a una inquietud asumida por la Cámara de Diputados que evalúa un proyecto de ley que busca sancionar con prisión correccional a aquellos individuos que consuman bebidas alcohólicas en espacios públicos, como calles, aceras o parques.
Entre las disposiciones de la pieza legislativa depositada por el diputado Agustín Burgos, del Partido Revolucionario Moderno (PRM) por la provincia La Vega, se cita la pena de hasta 30 días de prisión correccional o multas que alcancen hasta 30 salarios mínimos.
El legislador, con sobrada razón, argumenta que la ingesta etílica provoca situaciones, violencia, incumplimiento de responsabilidades y molestias sociales. Es cierto.
Precisa que el expendio y consumo de alcohol en sitios y horas inadecuadas producen intranquilidad, ansiedad o angustia entre los vecinos y, en ocasiones, llega a producir actos de violencia que terminan en muerte.
La verdad es que, independientemente de que se trata de un correcto planteamiento, la sugerencia constituye una tarea difícil de fomentar porque inducir a las personas a que abandonen la antaña costumbre de “empinar el codo” en espacios públicos, no se resuelve así. Es una práctica del dominicano, que ya se ha traducido en una cultura que no será fácil erradicarla, exhibir en público una botella de ron o cerveza. Es una manera de hacerse sentir ante los demás, de hacer bultos, como se dice popularmente.
Sin embargo, con algo se debe empezar para reducir el índice de violencia y muertes que ocurren a causa de las bebidas alcohólicas (y yo agrego las drogas). La verdad es que muchas personas, cuando beben, se transforman, se tornan indeseables, necios y causan intranquilidad social.
Es que no es fácil bregar con gentes sin principios y sin educación. Sólo resta desearles suerte a los bien intencionados ideólogos de ambas propuestas.