La naturaleza humana generalmente atrae o provoca la empatía entre seres humanos.
Las personas pertenecientes a ambas generaciones pueden y deben tener conversaciones de manera constante, sin importar los grados académicos, los conocimientos científicos, o las experiencias vividas a uno y otro lado de su espectro existencial. Resulta importante a uno y otro grupo social, darse a conocer mediante la narración coloquial o literaria de sus historias.
Ahora, la pregunta es: ¿De qué hablar entre tantos seres humanos con disimiles condiciones intelectuales?
La naturaleza humana generalmente atrae o provoca la empatía entre seres humanos, o como es muy regular, se asocian los grupos entre los cuáles existe afinidad cultural, social, económica, profesional o simplemente laboral.
Lo que si queda sumamente claro es que el ser humano requiere de otros para justificar su presencia útil en la tierra.
Muchas de nuestras empatías llegan por circunstancias, no necesariamente por provocaciones particulares. Estos dos grupos generacionales al llegar al fin de siglo de uno e inicio del otro, necesariamente tienen que atraerse y fundirse en un diálogo permanente de inquietudes. Percibámoslo o no, la sociedad en cada país del universo, está llevando a cabo este fabuloso proceso por simple necesidad de atracción.
Ese intercambio puede ser personal, mediático o literario. El más favorable de todos los contactos es el personal, pero los dos grupos humanos que integran la Generación Dual constituyen un germen social cuya existencia está fuertemente marcada por la extraordinaria presencia de medios tradicionales de comunicación, nuevos medios y una infinita cantidad de plataformas multimedia.
La Generación Dual puede pensar que el grupo del siglo anterior o viejo, en este caso el correspondiente al veinte, tiene más cosas que pensar y decir a los dualistas del siglo XXI. Cuidado con esa ligera apreciación. Debemos valorar que en ambos contextos humanos es posible encontrar un conjunto de experiencias que la posteridad puede y debe tomar en consideración para reformular su concepción de la vida más allá de cumplidos los primeros cincuenta años del presente siglo. Ambos conjuntos humanos son valiosos para este momento que se desarrolla entre siglos.
Uno de las experiencias más comunes de la necesidad de poner en evidencia la funcionalidad de la dualidad social, sobre toda aquella que nace con el fin de un siglo y el inicio del siguiente, requiere contar los hechos que se dan dentro de la esfera familiar. En este caso debo asumir la responsabilidad de decirles que mis cuatro (4) hijos, dos (2) de sexo masculino y dos (2) de sexo femenino, son de edades muy distantes, en consecuencia resulta difícil que puedan llevar a cabo la dualidad de conocimientos y vivencias, como yo sí la puedo hacer fluir entre los cuatro, posteriormente. Mediante la escritura de mis particulares experiencias de vida, las de los dos más adultos, y la de las niñas, puedo dejarles ese legado. Incluso, puedo también incluir de manera normal momentos de la historia de vida que recibí de mi padre al vivir con él gran parte de mis años de juventud hasta su fallecimiento. Ellos, mis hijos grandes y mis niñas más pequeñas, sabrán por mis escritos, o por mis comparecencias mediáticas, hechos y situaciones familiares, personales, laborales, sociales y económicas de la vida de mi madre y mi padre, que de ninguna manera podré contarles de forma directa y verbal.
Creo que esa es una metodología de interacción apropiada entre seres humanos de uno u otro lado del mundo que se encuentren viviendo de manera consciente la dualidad de su existencia.
Así como Marcos, Joel, Coral y Larimar, recibirán mis experiencias de vida, y a través de mí, gran parte de las que me contaron y viví directamente de mis padres, así puede ser también valorado ese punto de vista por quienes entienden que resulta fundamental aportar a los seres humanos del siguiente siglo, nuestra forma de vida durante el siglo XX, sobre todo de la segunda mitad de ese espacio de tiempo. Es muy posible que con esa transferencia de conocimientos puedan desarrollar su existencia con una menor cantidad de tropiezos y con una favorable cantidad de reminiscencias afectivas.
Mi realidad particular es que tendré que apuntalar reminiscencias para dos de mis hijos adultos que forman parte integral de la Generación Dual. El primero, Marcos Agustín, nace el 22 de marzo del 1985, en la fecha en que escribo (2023) posee treinta y siete (37) años; Joel Alberto, el segundo, nace el 22 de noviembre del 1986, por lo que tiene treinta y seis (36) años.
Además, llevaré a cabo esa misma actividad lúdica para mis dos (2) niñas menores, Coral Marie, nacida el 10 de agosto del año 2010, por lo que posee 13 años de edad; En ese mismo orden, continúa Larimar Modesta, nacida el 18 de enero del año 2014, por lo que solo tiene 9 años de edad.
Me atrae y me satisface contarles de manera literaria o mediática a ellos y ellas, tantas vivencias del siglo en que me formé personal, familiar, social y profesionalmente. Al dejar en manos de familiares y amigos algunas pinceladas de un mundo complejo, bajo amenazas constantes de los estertores de la Guerra Fría, y de los temores del lanzamiento de otra bomba atómica, por lo que creo que cumplo con una enorme responsabilidad generacional que contribuye a su formación integral.
Llegada la edad en que nos encontramos los habitantes del siglo XX, que, sin lugar a dudas, es mayor de cincuenta años sobre la tierra, debemos aprender a vivir la vida, o lo poco que nos queda de ella, pues una parte de nuestros congéneres nos ha sometido a sus designios particulares y de grupo, desde antes de iniciada la segunda mitad del siglo pasado.
La generación del siglo XXI, que pertenece a la dualidad existencial de nuestro tiempo y por tanto se mezcla de manera cultural, política, social y económica con la del siglo XX, es aquella que nace a partir de la década de los noventas. Ese grupo social que empieza a adquirir ciertos conocimientos sobre la complejidad de la vida, debe empezar a asumir un rol preponderante, incisivo y sumamente dinámico, ante los retos que gran parte de los poderes hegemónicos del mundo trae desde el siglo anterior, y que con marcial estrategia de combate, tratará de imponer durante los primeros y segundos cincuenta años del siglo presente.
Realmente, muy pocos habitantes de la primera y segunda mitad del siglo XX, vivimos la vida en total plenitud. Las circunstancias, en la mayoría de los casos impuestas por los sistemas gobernantes de nuestros respectivos espacios de vida, porque así lo dictaminaron. Por lo común esas decisiones sobre nuestro orden de vida, contaban con el conciliábulo de clanes y grupos al otro lado de nuestras fronteras terrestres y marítimas.
Definitivamente, si valoramos la cantidad de habitantes del universo durante el siglo XX y el bienestar familiar y personal que debieron vivir, notamos que dedicaron la mayor parte de su vida tratando de conseguir ese ideal abstracto que se les impuso como el estatus de vida a alcanzar. El empleo, la casa, el carro, la escuela, los juegos, la universidad, y si acaso, un mínimo nivel de diversión.
Esa experiencia de vida debe tenerla muy presente la primera cohorte de los miembros de la generación del siglo XXI, que de hecho forman parte clave de la Generación Dual de este tiempo.
Corresponde a los primeros ciudadanos del siglo en desarrollo, compuesta por personas de 30 y 40 años, decirle a las generaciones siguientes lo que les contó y deja como legado la generación de la segunda mitad del siglo XX, sobre todo, aquella que dentro de ese grupo establece claramente su interés por una vida distinta a la de todo el siglo pasado. Deben ponderar los avatares de su espacio de vida y enfrentar metódicamente y con tacto e inteligencia, la concepción de la vida que unos cuantos han planificado para el mundo durante el siglo en desarrollo.
Al llegar a la etapa adulta en que se encuentra la generación del siglo XX, nos preocupa y en consecuencia nos altera emocionalmente, que hayamos vivido tantos años tratando de alcanzar un estadium de vida inalcanzable a nuestra realidad, y por consiguiente, limitando exponencialmente las posibilidades de vivir la vida que realmente nos correspondía. Una parte pequeña pero significativa y poderosa de seres humanos en el mundo, así lo decidió.
Buscando ese ambiente ideal de la existencia humana, nos hemos trasladado de un espacio a otro en el país de origen, en el continente, en el mundo. Claro, muy pocos de la generación del siglo anterior han logrado alterar para su bienestar su espacio original de vida. La mayoría solo ha bajado al fango de su propia vecindad.
Pero aquellos que han tenido la oportunidad de ver y acariciar el mundo por dentro y por fuera, saben cómo otros que la vida cuenta con minúsculos instantes de placer, de satisfacción, los que se diluyen en cualquier oportunidad. Ir de un lado a otro en el universo es gratificante, pero no garantiza la consecución de nuestra felicidad. En consecuencia, con ello no se logra vivir la vida en total plenitud, sobre todo en momentos tan convulsos para la humanidad como fueron aquellos difíciles momentos de la segunda mitad del siglo XX.
En estos tiempos de transformaciones vertiginosas, una parte significativa de la población mundial se ve amenazada de manera constante por los conflictos bélicos que generan los intereses económicos y geopolíticos de las élites hegemónicas. Esa realidad va en aumento, obligando a familias enteras a buscar refugio en áreas geográficas que garanticen la convivencia civilizada de hombres y mujeres. Este trayecto hacia las nuevas tierras no parece tener fin. Ante una situación tan anormal, los entes activos de la Generación Dual están cada vez más comprometidos a crear las condiciones materiales y recreativas para que los próximos setenta y siete años del siglo XXI, conjuren ese mal de fondo que afecta nuestras sociedades. Llevar a cabo una tarea de tanta trascendencia significa chocar de manera frontal con planes muy particulares de grupos estatales y fácticos que durante siglos han gobernado el mundo. Eso lo sabe y lo ha vivido en carne propia el reducto modesto de seres humanos aún con vida del siglo XX.
El intercambio de experiencias entre los dos grupos de seres humanos se torna cada vez más necesario y urgente. En esa tarea de alto nivel ocupa un lugar importante la sinceridad entre quienes decidan crear el primer gran centro de análisis mundial de vida fuera de las estructuras tradicionales del poder global.