- La lucha contra la corrupción, aunque esencial, se queda corta si no se acompañan de propuestas concretas para prevenir futuros abusos del erario público.
En República Dominicana, las campañas electorales, ideales para debatir propuestas y confrontar ideas, se han transformado alarmantemente en arenas de descrédito. Esta tendencia, caracterizada por una agresiva guerra de calumnias y ataques personales, amenaza la integridad del liderazgo político, los partidos y, en última instancia, la democracia misma.
La práctica de exhumar expedientes, sean verídicos o ficticios, y propagar rumores malintencionados para menoscabar al rival se ha convertido en la táctica predilecta en estas lides proselitistas.
Esta estrategia desencadena un torrente de manipulaciones tanto en medios de comunicación como en plataformas no mediáticas, confundiendo y desilusionando al electorado.
A pesar de sus preferencias, el ciudadano común termina cuestionando la integridad de todos los políticos y partidos, percibiéndolos como corruptos, inmorales y deshonestos.
Esta desvirtuación de la campaña electoral en un torbellino de descalificaciones engendra una profunda frustración colectiva. El respeto y la consideración mutuos entre los líderes políticos han decaído a tal punto que muchos se cuestionan si vale la pena ejercer su derecho al voto. La ausencia de propuestas constructivas, o el escaso interés en promover o refutar las existentes, subraya esta problemática.
Un ejemplo concreto es la estrategia de la oposición, centrada en denunciar presuntos actos de corrupción en el gobierno de Luis Abinader, pero sin ofrecer un plan claro para enfrentar estos problemas si asumiera el poder de nuevo.
La lucha contra la corrupción, aunque esencial, se queda corta si no se acompañan de propuestas concretas para prevenir futuros abusos del erario público. Esto es aún más relevante ante la firme postura del presidente Abinader, quien ha mostrado una actitud intransigente frente a la corrupción en su administración.
Es vital apoyar la lucha contra la corrupción y la impunidad, pero es igualmente importante reconocer la necesidad de ir más allá del mero señalamiento de falencias. Si el objetivo se reduce a proyectar una imagen de corrupción generalizada, los partidos y candidatos que adopten esta estrategia podrían enfrentarse a resultados electorales desfavorables en las elecciones de mayo de 2024.