Hasta la segunda mitad del siglo XX, el museo no concebía en su misión y quehacer la intención de comunicar, pues su función solo se circunscribía a preservar las riquezas culturales.
Por Mirfak Rowland
Para poder comprender las razones por las que el museo, como institución, tardó tanto tiempo en establecer un diálogo constante y fluido con sus diversas audiencias, ineludiblemente debemos realizar un abordaje histórico de los primeros esfuerzos realizados para acercar estas instituciones a los diferentes públicos, hasta lograr la dinámica que en este sentido se da en muchos museos, en la actualidad.
La misión que se le confería al museo en la antigüedad, así como el tipo de audiencia al que estaba dirigido ofrecen respuesta a esta interrogante, por lo que se hace necesario analizar cómo fueron los primeros esfuerzos que realizó el museo para acercarse a sus públicos y atraer nuevos visitantes, así como las causas que influyen en que su evolución como espacio comunicativo no haya marchado al mismo ritmo que la de otras organizaciones dirigidas a la promoción de la cultura y/o el esparcimiento.
Hasta la segunda mitad del siglo XX, el museo no concebía en su misión y quehacer la intención de comunicar, pues su función solo se circunscribía a preservar las riquezas culturales acumuladas y eventualmente exhibirlas. El museo se limitaba a ser un ente pasivo y meramente transmisor de conocimientos sobre un patrimonio determinado. En el siglo XVIII el museo era considerado como un espacio sacro, reverencial, un lugar donde la gente acudía a contemplar obras de arte realizadas por maestros de la antigüedad.
Es a partir de la creación de International Council of Museums (ICOM), en 1946, que el enfoque de los museos de la época sufrió cambios trascendentales, y comienza a ofrecer a los visitantes una experiencia en la que este se convertiría en el verdadero protagonista.
Este nuevo paradigma de lo que debía ser el museo se afianza con el surgimiento de la nueva museología (1960), con el fin de dinamizar las estructuras de los museos, transformándolos en instituciones preocupadas por la educación y la participación social.
La nueva museología tiene su primera manifestación pública en la Mesa de Santiago, la cual se trató de un trabajo interdisciplinario sobre “El desarrollo y el papel de los museos en el mundo contemporáneo” (UNESCO, 1972); convocado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Consejo Internacional de Museos (ICOM).
A partir de la reflexión conjunta sobre el rol y la importancia social del museo, se puso de relieve la necesidad de que el museo asumiera un compromiso y participación como institución al servicio de la sociedad, y que se vinculara de manera más estrecha con el presente y futuro de la comunidad.
Como consecuencia de estos avances, a finales del siglo XX, la comunicación comienza a erigirse como componente fundamental en la operatividad de un museo. Es a partir de este momento que el museo comienza a implementar nuevas técnicas.
Debido al auge del Internet, el museo ha logrado establecer una relación muy beneficiosa con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), la cual ha servido para que estos espacios se planteen la realización de novedosos programas museológicos y desarrollen diversas estrategias para comunicarse con sus públicos.