La intención que se advierte en ellos es conformar un sólido equipo de poder e incidencia mundial, que por su flexibilidad funcional podrían ser denominados como la Generación Dual.
Al vernos tan cerca del año 2000, la ilusión de ver un nuevo siglo nos pareció un regalo extraordinario de la divinidad, sobre todo para aquellos seres humanos de la primera mitad del siglo XX. Los correspondientes a la segunda mitad, en un por ciento considerable, entendíamos que veríamos las grandes celebraciones en diciembre del año 1999, dando la bienvenida al nueve siglo, no a un año cualquiera del calendario. Ese momento, que indica la conclusión de un siglo e inicio del siguiente, no es un acontecimiento común, tampoco es un lujo que todo ser humano puede garantizar que verá y vivirá en algún momento de su existencia.
Para la ocasión, la sociedad mundial pareció ponerse de acuerdo para celebrar en su mayor esplendor ese acontecimiento tan especial que acaparaba toda la atención de los seres humanos ubicados a uno y otro lado del globo terráqueo. Dentro de esos grupos, los de mayor preocupación eran los relacionados a los sectores de la banca y las telecomunicaciones.
Para esos sectores en cada país, y su relación con sus homólogos del planeta, crecía la ansiedad por saber si los sistemas informáticos acoplados a sus transacciones bursátiles y plataformas de comunicación, serían afectados o no con el cambio de reformateo tecnológico, como presagiaban los expertos que podría ocurrir al ingresar el nuevo siglo en los sistemas de configuración multimedia.
La travesía hacia la modernidad resultó favorable. No sucedió el colapso que se esperaba en todos los centros económicos y mercados del mundo. La calma y seguridad volvió a los grandes grupos financieros internacionales, pero también a los sectores estatales y corporativos de cada Estado del planeta.
Si el hombre se había acostumbrado a la modernidad y comodidad que le facilitaban las nuevas tecnologías de información y comunicación al llegar el nuevo siglo, luego de esa prueba de efectividad operativa y funcional en el año dos mil, la evolución hacia otros niveles de modernidad se iba a convertir en una demanda constante. Esa realidad implicó la salida al mercado mundial de nuevas estructuras de poder económico, cuya eficiencia y eficacia les hizo acreedores de grandes volúmenes de compras, pero de manera exponencial necesitó, la inversión de grandes capitales para producir en alta proporción las demandas constantes de bienes y servicios para una población cada vez más interesada en poseerlo todo y en poco tiempo.
Por lo visto el fenómeno mercadológico luego de iniciado el siglo XXI, no consiste en poseer lo bueno y duradero, sino lo novedoso, que cause placer o la sensación de que disfruto de ese placer. Esa decisión inducida o voluntaria, más bien inducida en la sociedad, ha convertido el libre juego de oferta y demanda en el verdadero motor de las transformaciones económicas y tecnológicas a todo lo largo y ancho del universo.
Diseñar, administrar y presentar al mercado cada tres, cuatro, o seis meses, las nuevas plataformas multimedia que el mundo demanda insistentemente, ha convertido a los Estados, las familias y los grupos corporativos en ricos, muy ricos y multimillonarios, en relativamente poco tiempo. A ese renglón se agregan otros sectores con mucho dinero que manejan servicios y productos tan demandados como el petróleo, las vías de transporte, la alimentación, la salud, los espectáculos y las construcciones.
Junto a esa clase adinerada tradicional, y la que se ha formado por interacción gerencial dentro de las estructuras de poder, le acompaña otra que sigilosa y silenciosamente se ha ganado un espacio digno y creciente, además de una gran franja económica.
Ese grupo de seres humanos, por lo general jóvenes, astutos e inteligentes, desean ser tomados en consideración cuando las élites hegemónicas del mundo decidan qué hacer con los procesos próximos cercanos del siglo en desarrollo.
Ese segmento posee amplios recursos económicos, excelentes plataformas multimedia y una sólida empatía profesional, cualidades que los convierten en potenciales candidatos para dirigir los posibles destinos multipolares del nuevo orden mundial.
Una parte significativa de ellos están umbilicalmente unidos con los seres activos de la segunda mitad del siglo XX, situación que los llena de mayor fortaleza intelectual y creativa y les impulsa a representar los intereses de esa ola poblacional con dinero y poder político en el ámbito internacional.
La intención que se advierte en ellos es conformar un sólido equipo de poder e incidencia mundial, que por su flexibilidad funcional podrían ser denominados como la Generación Dual.
Definitivamente, la multipolaridad, o la redistribución de poderes en el universo llegará por vías estatales, estructuras privadas, o por una fusión estratégica de ambos sectores. Las características de la lucha de intereses en los últimos treinta años, más la reconfiguración geopolítica del planeta, así lo está planteando.
La Generación Dual, conformada por el último reducto humano del siglo XX y los primeros habitantes del siglo XXI, debe tener como parte de su agenda de vida, forzar las transformaciones políticas, económicas y tecnológicas que le faciliten provocar la alteración de la agenda que han concebido desde el año 1971 para los habitantes del siglo XXI, los integrantes del poder hegemónico mundial. En una gran proporción, estos están representados por los miembros permanentes y activos del Foro Económico Mundial o Foro de Davos y otros centros del poder económico y político a escala planetaria.
Como se observa diariamente en los medios de comunicación, muchos de ellos dirigen la política mundial con sus empresas, planes y procesos de desarrollo por encima de las agendas estatales y oficiales de los gobernantes de sus respectivos países. Ese funcionamiento regular se manifiesta sin tomar en consideración los conflictos bélicos, políticos y económicos que puedan estar sucediendo en un momento determinado.
La Generación Dual debe encaminarse sólidamente hacia la transformación de la agenda de vida que los grupos hegemónicos ya habían preconcebido para los primeros y segundos cincuenta años del siglo en desarrollo.
Analizar esa posible realidad desde un segmento de población que forma parte de la segunda mitad del siglo XX, es asumir con propiedad la responsabilidad histórica que como generación les corresponde ante un mundo tan cambiante.
Esos seres comprometidos con la orientación y formación de los primeros habitantes del siglo XXI, han comprendido lo vital que resulta para ellos poder diseñar una nueva forma de vida, distante de la que el estatus quo hegemónico mundial ha diseñado con anticipación. Esos suprapoderes del mundo han llegado a la conclusión de que sus ideas y criterios de gobernabilidad universal deben ser asimilados por las dos mitades de seres humanos del siglo en desarrollo.
Así como los clanes hegemónicos del siglo XX desean entregar a sus descendientes directos e indirectos su enorme poder político, factico y económico, de igual manera, la segunda generación del siglo XX desea dejar su legado. Sin riquezas que exhibir y reinvertir en los mercados de capitales, persigue entregar como abolengo a la Generación Dual del siglo XXI, las fortalezas de sus ideas y principios para luchar y enfrentar con inteligencia y astucia, a quienes durante más de cinco siglos han controlado y desean seguir controlando, todas las riquezas y el poder político del universo.
La Generación Dual puede y debe hacer todos los esfuerzos a su alcance para rediseñar lo que con premeditada alevosía han concebido como forma de vida para la sociedad global, los grupos hegemónicos de siempre, durante el siglo XXI.