Alianza País, con Guillermo Moreno a la cabeza, junto con Fidelio Despradel forman parte de lo más sano de la sociedad dominicana.
Aprendí a ir por la vida cerrando círculos, a concluir los procesos, darlos por terminados y continuar avanzando, porque, como dijera el poeta, “caminante son las huellas del camino y nada más, caminante no hay camino, se hace camino al andar, y, al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”; que lo pasado, pasado, porque la vida, como el viento, no se detienen. Es el proceso dialéctico del universo.
No me contradigo, ni entro en conflicto conmigo mismo al decidir votar por Guillermo Moreno como candidato a senador por la capital.
Tanto el PRM como Alianza País han logrado un acuerdo histórico inteligente y audaz, poniendo, en un mismo escenario político, electoral, a dos fuerzas que en su momento tuvieron enfrentadas ideológicamente, pero unidos por el interés de hacer avanzar el país hacia un estadio de desarrollo optimo, que es, al fin y al cabo, lo que buscan los partidos del sistema.
Alianza País, con Guillermo Moreno a la cabeza, junto con Fidelio Despradel, entre otros dirigentes, forman parte de lo más sano de la sociedad dominicana, políticos que no andan buscando beneficios y prebendas del Estado, que no tienen vínculos con la corrupción, que, por el contrario, han sido radicales en la lucha contra ese flagelo que tanto daño le ha hecho a la República Dominicana.
Guillermo Moreno no tiene cola que le pisen. Se podrá estar o no de acuerdo con sus ideas, pero ha sido firme y coherente en la lucha contra la corrupción, razón por la cual el expresidente Leonel Fernández, padre indiscutible de la corrupción, lo canceló cuando fue Procurador Fiscal del Distrito Nacional.
Guillermo no es un pusilánime, arlequín o payaso de circo; es un político formado, con sus ideas muy claras, dueño de un pensamiento y una visión de izquierda que se hará sentir en el Congreso respaldando las medidas y propuestas que considere justas, y rechazando, con firmeza y determinación, las que considere injustas o incorrectas. Ese es el senador que yo quiero, no un mequetrefe que como una veleta se deje llevar por los vaivenes del viento político.
No creo, lo digo con sinceridad y honestamente, que el hijo del expresidente Leonel Fernández, Omar, sea un contrincante con el potencial intelectual y político de Guillermo Moreno. Es un pleito totalmente disparejo. Como diputado Omar no se destacó mucho, no marcó ninguna diferencia con el resto de sus colegas, no dejó un legado, una impronta, una huella. No hizo la diferencia. No veo razones para promoverlo, para convertirlo en un líder. Ahora la bota por los 411 diciendo que está en contra de que se aprueben las “tres causales”, poniéndose del lado de los sectores más atrasados, reaccionarios y recalcitrantes de la sociedad dominicana. Es inconcebible que un político joven como Omar le de la espalda a la lucha que libran las mujeres para que el Congreso aprueba las “tres causales”. ¡Me parece inconcebible!
El mayor mérito de Omar, si ese puede ser un mérito, es ser hijo de Leonel, que no creo sea un mérito, dada la alta tasa de rechazo del exmandatario. Podrá ser un buen muchacho -y de hecho parece que lo es- pero no para discutir ni enfrentar a Guillermo Moreno en la lucha por la senaduría. Pienso que debió quedarse como candidato diputado para desde la cámara baja continuar formándose como dirigente político. ¡Le falta mucho! Aun no hace camino propio al andar. No basta con ser hijo de Leonel para forjar un liderazgo. ¡Los liderazgos no se heredan, se forjan, se trabajan, toman tiempo! Y al joven Omar le hace falta estudiar, aprender, subir peldaños en la carrera política, hasta valer por sí mismo, no por el apellido de su padre.
En mayo próximo me levantaré temprano a votar, con las dos manos si fuera preciso, por Guillermo Moreno como senador de la capital, y por el presidente Luís Abinader. Antes, claro está, lo haré por mi casi hermana Carolina Mejía, alcaldesa histórica de la “Ciudad Primada de América”.