Tan conservador es Abinader que, ni siquiera una promesa de campaña tan fácil de implementar como la política anti corrupción.
John Locke dio forma a la monarquía constitucional que aún pervive en Europa. Rousseau la hizo democrática y Hegel se conformó con que Alemania alcanzase la monarquía constitucional. Esas concepciones dieron nacimiento a la modernidad hasta el siglo XVIII, porque, en el siguiente siglo, Marx demostraría que la libertad se había alcanzado solo para una clase, que la fraternidad era ilusoria y que la solidaridad era una quimera, una función de filántropos utópicos. Esto así porque al entender del pensador de Tréveris, la diferencia estaba en que el motor de la historia es la lucha de clases entonces aquella clase social que dio lugar a la gloriosa revolución inglesa como a la revolución francesa, había conquistado con las armas, su libertad. Mutatis mutandi, las demás, se querían libertad, debían hacer lo propio.
Además, en el siglo XIX hizo su impronta Alexis de Tocqueville, quien demostró que la monarquía constitucional parlamentaria y estratificada que caracterizaba a la Europa de su siglo, era diferente en América porque había asumido los conceptos del contrato social de Rousseau. Es decir, la democracia en América había conseguido, además de la libertad, la igualdad de oportunidades, la democracia económica y carecía de estructuras sociales que actuasen como barreras contra la movilidad social, de alguna manera, asumía la fraternidad. Estas observaciones provocaron que la ciencia política en EEUU no centrara su análisis en el concepto Estado como había sugerido Maquiavelo, aceptaban los europeos y asumen los latinoamericanos, sino que el centro de su análisis fue –y sigue siendo-, el concepto de democracia del tipo presidencialista practicado en América, mientras que, en Europa el Estado ocupó el centro de la atención de sociólogos y de politólogos. El caso es que con Tocqueville la democracia de los modernos pasó a diferenciarse de la democracia de los antiguos. Esto es: de régimen reprobable pasó a ser régimen modélico.
Con la entrada del siglo XX, Federico Niestche proclamó la muerte de Dios y la libertad del hombre, pasó algo curioso, el régimen democrático se vio amenazado por totalitarismos de izquierda y de derecha porque el hombre reclamó libre albedrio para sus acciones políticas. Niestche no hizo sino separar la política de la religión, al hacerlo hizo pasar la ilusión de la salvación del hombre por la religión, a la salvación del hombre por el progreso, por el materialismo, por los istmos. De modo que, en Occidente, los marxistas o izquierdistas adjuraron del estalinismo y los conservadores adjuraron del fascismo y del nazismo. Los primeros pasaron a llamarse socialdemócratas y, los segundos, liberales. Luego de la 2da Guerra Mundial, hubo cierta entente entre liberales y socialdemócratas, al punto que se ha llegado a hablar de democracia social y de liberalismo social. O, dicho de otra manera, se comprendió que la democracia para ser un régimen aceptable, implica ciertas condiciones donde el pluralismo sea la divisa común, lo cual dio lugar al Estado constitucional de derecho o estado social y democrático de derecho.
Ahora bien, lo anterior implica también por necesidad, que cualquiera de los modelos de democracia consensuados por la clase política ha de ser reformista, es decir inclusivo, se deben tomar medidas que disminuyan las desigualdades. Es una verdad de a puño que la sociedad dominicana quedó transformada luego de los gobiernos del PLD y que en los periodos ora del PRD ora del PRM, el conservadurismo se ha llevado la palma. Conservadurismo entendido como gobierno que se centra en beneficiar a la oligarquía, a los imperios y a mantener en la pobreza a la clase media y a los pobres. De ahí el pobre desempeño social de ese partido y su descendencia cuando es gobierno. De ahí la necesidad de impulsar a quienes ven en el neoconstitucionalismo la vía para reformas incluyentes; de ahí la necesidad de eficacia en la lucha contra la corrupción, pero no desde una perspectiva centrada en exonerar a los que más pueden del pago de impuestos para que éstos sean pagados por los pobres. El control de la inflación es esencial en ello.
Esto de que el pobre rico no puede ser afectado para que el Estado vaya en auxilio de la clase media y de los pobres, es desvergonzado porque el Estado del siglo XXI es un Estado reformista y para nada conservador. No puede ser conservador porque eso implica favorecer a la clase de los privilegiados en desmedro de los que menos pueden, a la inversa, debe restablecer el equilibrio social disminuyendo cuando no eliminando desigualdades. Por tanto, la reforma ha de venir acompañada de progreso social, de políticas sociales focalizadas en mejora de la calidad de vida, porque solo así se puede afirmar que la democracia de los modernos es diferente a la democracia de los antiguos.
Tan conservador es Abinader que, ni siquiera una promesa de campaña tan fácil de implementar como la política anti corrupción, es capaz de ejecutarla diáfanamente. Las políticas sociales han sido barridas, los ingresos fiscales tienen dos destinos: pago de la voluminosa deuda externa debido a que se toman millones de dólares diariamente para el pago de los intereses de la misma deuda y, para el pago de nómina de una burocracia ineficiente. Como se comprenderá, ahí no hay espacio para políticas sociales, ni para inversiones de capital de apoyo a la producción nacional. Mucho menos para el proceso de institucionalización y consolidación del Estado constitucional. Esta situación equivale a estancamiento institucional y a estanflación en el plano económico junto a disolución social en los barrios.
Ayer se hablaba de una justicia morada hoy se habla de una justicia azul y blanca. El país está en franco retroceso. De ahí el alto grado de violencia, de ahí la narco cultura, de ahí nace una situación donde la seguridad ciudadana está en permanente peligro, porque la juventud no encuentra cabida en un modelo donde solo un sector de clase obtiene resultados económicos o mejoría de vida. No es una democracia inclusiva, sino exclusiva y excluyente de un grupo que exhibe con descaro una prosperidad que niega al resto mayoritario de la población. Con el riesgo de violencia social que ello implica o que las bandas asuman funciones políticas y encuentren adeptos.
En la República Dominicana y toda Latinoamerica, la desigualdad es el norte de las políticas públicas. Pocos partidos han tomado conciencia de ello y cuando lo hacen –casos: Correa en Ecuador, el Brasil, el Perú, Argentina, Colombia, Honduras, Guatemala, etc.-, el imperio junto a la oligarquía, se unen para desguazar países enteros mediante el uso arbitrario de la fuerza que empieza por fomentar la narco delincuencia para luego sugerir remedios para combatirla. Al tiempo que la infiltran en la izquierda, la asociación con la izquierda o la enfrentan a la izquierda. El instrumento es la democracia conservadora. Sucede que las iglesias, no han caído en la cuenta de que luchando en favor de lo social es como se acercan a Dios, al pueblo, porque la caridad se llama hoy justicia. Cuando la iglesia católica renuncia a su rol social está abriendo el dique a las iglesias protestantes. Estas últimas están más cerca hoy de lo social que lo que ayer estuvo la iglesia católica, pero a veces son seducidas por el conservadurismo. Dicho de otra manera, la carestía que acogota a las amas de casas hoy solo es escuchada por la iglesia protestante. Las iglesias protestantes han de saber que su alianza no es con el conservadurismo es con la izquierda.
Las poses de Abinader llevando a la senadora Faride Raful al cadalso político, no es más que una maniobra con miras a confundir a la iglesia. La realidad es que el gobierno con sus políticas afecta a quienes deberían ser sus beneficiarios, la iglesia no puede confundirse porque de hacerlo, luego se la haría responsable de algo que no es suyo. El país se encuentra abocado a una reforma fiscal solo para mantener los privilegios de uno pocos, el derroche y la corrupción y el pago de la deuda externa. Toca a la iglesia advertir sobre ese engaño, esa estafa política. De no hacerlo, pierde base social y queda como cómplice. DLH-15-01-2024