Komba Johnbull y Andrew Saffea, los adolescentes que encontraron un tesoro en Sierra Leona
MADRID, 20 Ene. (DESCONECTA) – La riqueza que los diamantes prometen puede llevar a la fortuna o la tragedia, dependiendo de quién los encuentre. Detrás de cada joya resplandeciente se encuentra el esfuerzo incansable de los excavadores, cuyos sacrificios hacen posible estos hallazgos.
En 2017, dos jóvenes excavadores de Sierra Leona, Komba Johnbull y Andrew Saffea, se convirtieron en protagonistas de una historia que daría la vuelta al mundo. Descubrieron lo que se conoció como el "diamante de la paz", el decimotercer diamante más grande del mundo, con un valor estimado de 6 millones de euros. Laurence Graff, un joyero británico, adquirió la piedra preciosa en una subasta.
Si bien este momento fue histórico, no lo fue tanto por el descubrimiento en sí, sino por el propósito que se le dio al diamante. Los propietarios decidieron utilizarlo como una herramienta para el desarrollo de su país. Un 40% de los beneficios se destinaron al dueño de la mina, Pastor Momoh; dos millones de euros se destinaron al presupuesto del Estado, y 1,3 millones para la región de origen. Pero, ¿qué pasó con los descubridores?
Komba Johnbull y Andrew Saffea, los dos jóvenes cuyo trabajo los llevó al hallazgo, recibieron una parte ínfima de la fortuna generada por el diamante. Cada uno obtuvo 67,000 euros. A pesar de parecer una suma considerable, se debe contrastar con la realidad de Sierra Leona, donde la renta media de sus cinco millones de habitantes es de solo cinco euros al día, según Le Monde.
A pesar del dinero inimaginable para ellos, Saffea y Johnbull se sintieron desilusionados por no haber obtenido un beneficio mayor y un reconocimiento más destacado después de este descubrimiento. Saffea expresó en 2018 a Time: "Pensábamos que íbamos a convertirnos en las personas más ricas del mundo".
Ambos jóvenes afirmaron que tanto los otros excavadores como el pastor sabían que un diamante de 140 gramos de peso era de valor incalculable. A pesar de esto, tomaron la decisión de llevarlo al gobierno, en lugar de venderlo en el mercado negro, contribuyendo así al desarrollo del país y evitando que se convirtiera en un "diamante de sangre", término asociado a la explotación en conflictos armados.
El acuerdo firmado entre el Gobierno y los descubridores establecía que el equipo recibiría una parte, y el Estado recibiría la otra parte para el desarrollo local de la región. Esto otorgó al diamante su nombre de "diamante de la paz", en contraposición a los "diamantes de sangre" que estuvieron relacionados con la guerra civil en el país entre 1991 y 2002.
El 13 de marzo de 2017, Komba Johnbull y Andrew Saffea, ambos de 16 años en ese momento, trabajaban como excavadores en una mina de diamantes en las afueras de la aldea de Koyadu, en Sierra Leona. Su rutina implicaba levantar toneladas de arcilla con la esperanza de encontrar una piedra preciosa en el tamiz.
Saffea, que había sido un estudiante ejemplar, se vio obligado a abandonar sus estudios debido a la falta de recursos. Por su parte, Johnbull provenía de una familia afectada por la Guerra Civil. Ambos adolescentes trabajaban para Emmanuel Momoh, un pastor sierraleonés de una iglesia evangélica nigeriana, a cambio de alimentos y materiales para ellos y sus familias, sin recibir un salario.
El día que cambió sus vidas, Johnbull notó una piedra brillante en el agua. "Fue puro instinto porque nunca antes había visto un diamante", recuerda. El adolescente tomó la piedra y se la mostró al líder del equipo, quien rápidamente reconoció su valor.
Después de recibir su parte de la fortuna, Saffea y Johnbull se trasladaron a Ghana, donde gastaron gran parte de su dinero confiando casi 14,000 euros a un agente para pagar el viaje, el alojamiento y la universidad. Sin embargo, los sueños de Saffea de continuar sus estudios en Canadá se desmoronaron cuando su solicitud de visa fue rechazada.
Johnbull regresó a Sierra Leona, habiendo perdido una gran parte de su dinero, mientras que Saffea emprendió otro viaje a un tercer país, donde le prometieron que podría trabajar como conductor durante el día y estudiar por las noches. Sin embargo, la realidad resultó ser muy diferente, y su vida dista mucho de la de un "descubridor de diamantes". Según él mismo cuenta: "Cuido caballos en un establo, donde también duermo y como. A otros trabajadores se les dio alojamiento, mientras que a mí me dejaron durmiendo en el establo". Ahora, su único deseo es volver a casa.
- Por otro lado, el pastor Momoh experimentó un cambio radical en su vida. Se mudó a Freetown, donde construyó una escuela junto a su nuevo hogar. También donó un millón de dólares en forma de donaciones a líderes tradicionales, organizaciones benéficas y residentes de la aldea. Aunque un año después, los habitantes afirmaron no haber visto mejoras sustanciales.
La historia de Komba Johnbull y Andrew Saffea es un ejemplo de cómo el descubrimiento de un tesoro puede tener resultados variados en la vida de quienes lo encuentran, y cómo las oportunidades pueden esfumarse rápidamente si no se toman decisiones adecuadas. En un mundo donde la riqueza y la pobreza a menudo coexisten, esta historia arroja luz sobre la compleja relación entre los recursos naturales y el bienestar humano.