La reelección del presidente Bukele, respaldada por encuestas y el control del sistema judicial, augura un cambio radical en el escenario político salvadoreño.
San Salvador.- En una jornada electoral que muchos consideran una formalidad, El Salvador se prepara para reelegir a Nayib Bukele como presidente este domingo, en medio de una contienda donde su victoria parece ser un hecho consumado. Las elecciones presidenciales y legislativas en El Salvador están marcadas por el dominio casi absoluto de Bukele, apodado por algunos como el "dictador más cool", quien ha logrado sortear la Constitución para presentarse a la reelección, desafiando los límites impuestos por seis artículos constitucionales.
Con el apoyo de una judicatura que parece estar bajo su control, Bukele ha reinterpretado dichos límites, allanando el camino para su candidatura. Los sondeos le favorecen abrumadoramente, pronosticando un 80% de los votos a su favor, muy por encima del umbral necesario para ganar en primera vuelta. Este panorama deja a sus cinco contrincantes con escasas expectativas, sumando entre todos ellos menos del 15% de la intención de voto.
El proceso para permitir su reelección se basó en una reinterpretación de la Constitución por parte de los jueces del Tribunal Supremo de Justicia, quienes, tras una controvertida purga en mayo de 2021, facilitaron el camino para la aprobación de su candidatura.
Bukele y su vicepresidente, Félix Ulloa, han cumplido con el requisito técnico de no ostentar el cargo durante los seis meses previos al nuevo mandato, gracias a una licencia otorgada por una Asamblea Legislativa controlada por el oficialismo.
Este dominio sobre el Estado y su capacidad para presentarse a un segundo mandato, y potencialmente a un tercero, han puesto en alerta a la oposición. Aunque ven difícil impedir su reelección, aspiran a disputar la mayoría en el Congreso para frenar el avance del control estatal por parte de Bukele.
La popularidad de Bukele, impulsada en gran medida por su uso estratégico de las redes sociales y su carismática autodenominación como el "dictador más cool", parece inmune a las críticas de organizaciones internacionales sobre sus métodos contra la violencia y el crimen.
Sus políticas de seguridad, aunque controvertidas, han resonado positivamente entre la población, lo que le augura un triunfo electoral.
Sin embargo, su gestión no está exenta de críticas. La imposición de un estado de excepción tras un repunte de violencia en marzo de 2022, que suspende derechos constitucionales fundamentales, ha sido un punto de fricción, especialmente al debilitar aún más a una oposición que lucha por mantenerse relevante.
La oposición, representada por figuras como el exdiputado Manuel Flores del FMLN y el empresario Joel Sánchez de Arena, se enfrenta a un escenario desalentador. Estos partidos, que alguna vez dominaron el espectro político salvadoreño, hoy luchan por su supervivencia frente a un Bukele que se perfila no solo como líder indiscutible del país, sino como el posible fundador de un nuevo orden político que relega a los históricos Arena y FMLN a un papel secundario.
Las elecciones también decidirán la composición de una Asamblea Nacional que se reducirá de 80 a 60 escaños, en virtud de una reforma electoral que parece consolidar aún más el poder de Bukele y su partido, Nuevas Ideas. Este cambio estructural en el sistema electoral salvadoreño podría marcar el inicio de una era donde la voz de la oposición se vea aún más limitada.
Mientras El Salvador se dirige a las urnas, el escenario está listo no solo para la reelección de Nayib Bukele, sino para un cambio profundo en la dinámica política del país. La pregunta que queda es qué significará este cambio para la democracia salvadoreña y cómo se configurará el futuro político de la nación bajo la prolongada sombra de Bukele.