Los llamados a la revolución y la desobediencia civil se intensifican en medio de movilizaciones populares.
Puerto Príncipe, 7 de febrero de 2024 –En un ambiente cargado de tensión y violencia, Haití vive momentos de incertidumbre este miércoles, cuando se conmemora el 38º aniversario del fin de la dictadura de Duvalier y se anticipa el término del controvertido mandato interino del primer ministro de facto, Ariel Henry. Desde el 20 de julio de 2021, Henry ha estado al frente de un gobierno que ha sido objeto de críticas y rechazo, no solo por su origen cuestionable sino también por su incapacidad para estabilizar el país.
Los llamados a la revolución y la desobediencia civil se intensifican en medio de movilizaciones populares cada vez más agresivas en la capital, Puerto Príncipe, y en numerosas ciudades del interior, evidenciando el creciente descontento hacia el gobierno de facto.
Las protestas, marcadas por escenas de saqueos y vandalismo, especialmente notables en Pétionville y Delmas, reflejan la grave crisis que atraviesa la nación caribeña.
El periodista Emmanuel Marino Bruno escribe para AlterPresse reseña que Guy Philippe, ex policía y recientemente deportado de Estados Unidos tras cumplir una pena por blanqueo de dinero relacionado con el narcotráfico, emerge como un símbolo de resistencia. Philippe, aclamado por sus seguidores, ha vuelto a Haití con la promesa de unirse a las demandas populares por la renuncia de Henry, lo que ha añadido combustible a la ya inflamable situación política del país.
La violencia en las manifestaciones ha provocado una parálisis en la vida cotidiana, afectando la educación, el comercio y el transporte, mientras que enfrentamientos armados en lugares como Mirebalais han dejado un saldo trágico de muertos y heridos.
Las autoridades responden con medidas drásticas, como la prohibición de portar armas en público, pero la participación de fuerzas de seguridad en las protestas sugiere un escenario aún más complejo y potencialmente explosivo.
La situación en Haití es un llamado de atención sobre la fragilidad democrática y la urgencia de encontrar una solución política inclusiva que responda a las demandas de la población. El fin del mandato de Ariel Henry abre una ventana crítica para la reflexión y la acción, pero también para el temor a un caos generalizado si no se logra un consenso que guíe al país hacia un futuro más estable y próspero.